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Mostrando entradas de octubre, 2020

Kenzo

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    El artista Kenzo vino a exponer a Buenos Aires. Firmó aquí varias obras que reivindicó como expresión de su arte. El azar objetivo quiso que, en ese momento, el fotógrafo Matías Roth (que es, como su hermano Damián y su padre Pedro, mucho más que fotógrafo, de la misma manera que Bioy Casares es, además, fotógrafo) estaba con su cámara en la galería donde Kenzo decidió presentarse. Las fotos retratan el vuelo de un helicóptero, variedad inventada por Kenzo, que vuela entre dos o tres espacios indeterminados, que están precisados por la cantidad de vueltas que el artista realiza para demostrar que es -también- alguien capaz de despegarse del suelo, mientras se ríe. Volar sobre una edad indeterminada, en medio de una obra descontextualizada, alejado de una marca registrada, habitado solo por el ritual de vivir, sin dar ninguna explicación de nada. Ninguno de los dos tenía previsto lo que sucedió. Ni Kenzo tenía pensado desplazarse por el aire, ni Matías Roth, capturar la fugaci

Negro Urdapilleta

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 La poesía es lo que deseamos. Están afuera de ella, como fuerza creadora, todas las mezquindades, las luchas por el poder individual, los celos, las peleas de puestos; todo aquello que nos rebaja a una categoría de lo humano vinculada a la prehistoria de la Humanidad. Esa triste etapa en la que actualmente vivimos, todavía, con sus miserias morales sumamente afiladas. De todo está alejada la poesía, que es la realización de lo visionado por otros medios. Este gran poema de Alejandro Urdapilleta, leído por una de sus hermanas de fuego, nuestra María Negro, confirma que solo en la poesía hay un camino de lo verdaderamente humano. Lo leído por María, porque logra decir lo que se siente, genera aquí oro puro, el único oro que existe. Oro de lo humano por venir. Entren, no saldrán igual. JCC

Pânico en la frontera selbagem, por Douglas Diegues

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  Leónidas Gambartes, La Espera Pânico en la frontera selbagem.   Pânico en la frontera selbagem   Las abuelas están rabiosas Los mutantes ingressam a la universidade Los monstruos de pano colorido salen del armario Los androides nazis se creem mais inteligentes que el resto de la manada y devem morrer Galerias de arte comestible vendem pollos desossados rellenados com farofa Seria uma conspiración bajo el mar? Las uvas envenenadas me chamam de meu bem El planeta fantasma es una isla de la fantasía El monstruo encantado quere beber mi sangre Los robots metade hombre metade máquina me perseguem enquanto amanece La mujer avispa está siempre com aquele viejo sorriso postizo grudado en la boca Las aranhas gigantes del deserto querem que yo esteja morto antes del amanecer Estas son las últimas horas de la tierra Los mutantes llenos de buenas intenciones querem servir minha cabeza nel bandejón universitário Quienes son los intrusos? Gusanos de óculos? Los tomates assassinos  vuelvem a atacar

El tamaño del mundo, por Enrique Symns

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Three Studies of Lucian Freud, Francis Bacon - Era un niño tan, pero tan pequeñito, que era el niño más pequeñito que había… - ¿Y qué le pasaba? - Nada: era tan, pero tan pequeñito, que nunca le pasaba nada. El recuerdo más intenso que tengo de cuando era niño, antes de aprender a hablar y a entender los complejos códigos que utilizaban los adultos, es la fuerte impresión que me provocaba el tamaño de las cosas. Todo me parecía desaforado. La imponencia de las puertas y un poco menos de las ventanas, la infinita extensión de los pisos y los techos. Lo peor de todo eran los movimientos súbitos de las cosas. Cualquier cosa más o menos grande (una persona adulta, un caballo, una bicicleta, una puerta) que se moviera inesperadamente a mi alrededor me daba la impresión de que el mundo se me venía encima, que nada era estable, que no se podía confiar en nada que estuviera quieto. Cuando aprendí a caminar tuve cuidado de vigilar los objetos a los que me asía para pararme o sentarme: vig

Diez mil pieles rojas, por Max Ernst

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  Max Ernst es el mayor pintor del surrealismo, y entre los mayores del conjunto de la historia. Es también, y por eso es artista, un poeta. Ernst ha sabido ser el buzo de las aguas profundas. Este texto viene de allá abajo. Diez mil pieles rojas Para ellos el tiempo existe en estado de abolición Diez mil pieles rojas se vuelven hacia la llanura felices por su dicha iniciando las solemnidades de sus danzas Se tragan días trastornan las noches Diez mil pieles rojas y lúcidas se disponen a hacer reír a la lluvia sus tierras arrugadas por el deseo y la sed hacen redoblar sus tambores a pleno son Pleno son Diez mil pieles rojas enamorados se disponen a mezclar su sangre inquieta con la leche oscura de sus mujeres muy serenas con la riente miel de sus hermosos hijos Hijos del siglo donde tienen ustedes los tridentes Diez mil pieles rojas  pálidos pero sólidos abandonan a sus familias para morir en un lugar apartado Diez mil pieles rojas con fuego en la sangre su vida aún sigue ahí en busca