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Mostrando entradas de 2022

Vivir en la Colina, por Christian Kupchik

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  En Mora, Dalarna, vivía una mujer a quien se conocía como la Colina. En un pequeño bolsillo ubicado junto a su pecho izquierdo, habitaba el pintor Zorn. Pintaba unos cuadros minúsculos, diminutas acuarelas. También acostumbraba a grabar unas imágenes aún más pequeñas sobre chapas de cobre. Se sentía feliz al pintar aguas inquietas, la luz del sol y verdes apasionados, así como cuando grababa niños y despreocupadas mujeres que solo pertenecían al agua y al verde. Hacía calor allí, entre los pliegues de piel donde vivía y, en ocasiones, secaba el sudor de las suaves paredes con trapos enormes y multicolores. Un día, la Colina murió debido a una falla cardíaca. Siempre es lamentable que una exuberancia tan floreciente y un calor tan protector sean perecederos. Con los últimos y horribles golpes de su corazón, la mujer arrojó a Zorn al mundo. Y Zorn encontró que todo cuanto lo rodeaba, superficies de metal, ladrillo y cemento, todos los chirridos, los gritos fríos y resonantes formaban p

Unicorn Wars | Semana de Sitges

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  Un campamento de ositos amorosos se entrena para una posible batalla contra los unicornios. Dos hermanos, uno entrañable y el otro desalmado, forman parte de este peculiar ejército, al que envían al frente en una peligrosa misión. La nueva película de Alberto Vázquez es una feliz locura, que mezcla la fantasía con lo bélico y que aboca iconos de la ternura al terreno de la oscuridad. “La película española más sorprendente del año no solo aprovecha las pautas del cine de guerra para subvertir la imagen de lo bondadoso, sino que da la vuelta a la idea de un cine de dibujos animados. La película evidencia muchas ideas de la cultura pop que a menudo han estado enterradas entre líneas, como una concepción queer de los aparentemente asexuados personajes de cierta animación. (…) Unicorn Wars saca esta oscuridad del subtexto y la sitúa en un primer plano para hablar de algo tan humano como la maldad y su reverso”. (Violeta Kovacsics, Cinemanía). (91’; DCP). Unicorn Wars (España/Francia, 2022

El agua rueda, por Rubén de León

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El agua rueda sobre el río- concepto que no es el mismo porque nunca lo ha sido. Rueda debajo un ruido.  No es el agua que canta ni tintiniar de espuelas ni el sonar de campanas. No es susurros de niños. Es fluir  encriptado donde la luz no llega. El rodar va arrastrando cascotes devenidos  esferoides o formas oblongas. El baqueano del fuego dice haber escuchado el aullar de las hojas los grititos del pasto  las articulaciones de las ramas  quebrarse. Las pesadillas de los pájaros. El pueblo clama al río aparecido. El fuego se le viene al humo. Rubén De León  

En la soledad del camino de los árboles, por Juan Carlos Capurro

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  Uno nunca sabe lo que le espera cuando concurre a una cena. La frustración nace de las expectativas, siempre desmesuradas. Al menos en mi caso. Vivo idealizando a las personas.   En aquel verano de 1980, asistí a una cena, invitado por dos hermanas, voluntarias de la Cruz Roja de París. Simpáticas, a la manera parisina. Prometían todo. Una de ellas me gustó mucho. Imaginé su inteligencia. O mejor dicho, la establecí en mi corazón: alguien solidario y altruista no puede ser sino un ser maravilloso. Un alma gemela. Una amiga en perspectiva. Un amor latente. La otra hermana, generosa también, sonriente, más distante, concurrió con su nuevo novio. Un médico afgano muy afable. La composición orgánica de la reunión me colocaba como pareja natural de la hermana restante. Eso fue lo que creí, con mi narcisismo de argentino peinado a la gomina de un tango que ya nadie baila. Pero no adelantemos.  La cena comenzó con unas empanaditas muy gauchas. Sentí que había algo de la patria en esa ofrend

La figurita, por Marcelo Rubio

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  Esta historia termina con una cámara de fotos y un hombre en camiseta dando la espalda a la tribuna vacía. Después de la muerte de mi tío Humberto, su biblioteca permaneció cerrada por diez años. Elvira, la esposa, solía decir que ese cuarto era el templo sagrado de Humberto. Cumplidos ya mis veinte años logré el permiso para abrir aquella puerta y conocer el sitio místico. Discos de jazz y música clásica habían esperado todo este tiempo en una de las paredes. El resto estaban ocupadas por libros de política, economía, filosofía, ficción, novelas. Sobre el escritorio había quedado una hoja membretada. Bajo las iniciales H.R. se podía leer “Estimado Dr. Antonio Zúñiga”. Vacié el cajón central y encontré un abrecartas, el sello de mi tío y un álbum de figuritas “Estrellas del fútbol Argentino, 1975”. No pude evitar sonreír, el viejo había sido un intelectual brillante pero con diversiones de pibe. En el 75 él tenía más de cuarenta años. En el interior del álbum había un sobre de

Llueve en Okinawa, por Juan Carlos Capurro

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  Son como pequeñas luces de fuego. Caen del cielo. La niña mira esa lluvia intermitente que lanzan los aviones. El napalm quema los arrozales. Hay que huir. La niña huye de Okinawa con sus padres. Suben al primer barco posible. Adonde sea. Llegan a Buenos Aires, donde del cielo llueve trigo. Junto a otros okinawenses, fundan una tintorería en la Avenida Canning. La niña se hace mujer. Y se casa con un joven japonés. Tienen cuatro hijos varones. Uno de ellos, César, sin renegar de la tintorería, siguiendo la antigua tradición de la familia de su madre, se convierte en samurai. Con una diferencia; César no lucha para un señor feudal, sino junto a los trabajadores. Durante una hora que pasa sin que podamos advertirlo, tres personas nos transportan a la vida de Cesar Arakaki, protagonista de "Tintorero", obra dirigida por Iván Moschner, con escenografía de Luciana Morcillo.  Las tres fuentes de la obra, su director, su actor y su escenógrafa, constituyen un colectivo indisoluble

Tintorero, el actor y su espejo, por Enrique Morcillo

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  La obra, autoría de Iván Moschner, es un unipersonal con una peculiaridad distintiva. El protagonista es el actor César Arakaki que se interpreta a sí mismo. El teatro tiene una convención que consiste en que los actores hacen un personaje que el público acepta que no se trata del actor sino de ese personaje. En este caso esa convención tiene un “ ricorsi ” algo inusual: César Arakaki hace de César Arakaki. Esa complejidad le otorga a la obra un valor adicional, alguien que representa su drama y lo expone para conocimiento público. Arakaki fue preso en diciembre de 2017 por haber participado de la movilización realizada en la Plaza de los dos Congresos contra la aprobación de la legislación previsional que dañaba la vida de los jubilados y anticipaba el tratamiento de la reforma laboral, también en carpeta, del gobierno de Macri. La obra aborda el recuerdo de la represión y de las condiciones oprobiosas de detención, la liberación gestionada por sus abogados y el inicio de una causa

El suizo que no es neutral, por Juan Carlos Capurro

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  Se murió Godard. No tiene la más mínima importancia. No se murió Godard. Cualquier artista permanece vivo, como todo ser humano sigue vivo para siempre, en la medida de sus obras y conductas. Debemos a Godard la lucha por hacer del cine un lugar para pensar. El más alto registro de lo humano es el que logra elevarnos a una categoría plena, ajena al egoísmo, ajena a la opresión, ajena a dejar de existir materialmente. Eso es el cine de Godard. Cine que no se comprende del todo, puerta del misterio. Como la vida. Eslabón de lo más alto humano: la poesía. Allí donde siguen vivos Buñuel, René Clair, Hitchcock, Favio, Kurosawa, Birri, Keaton, Marker, Renoir... ¿Arte de minorías? No existe. La pequeña molécula de fuego es la que, sin que se la perciba en su llegada, incendia los palacios más rigurosamente vigilados. Juan Carlos Capurro

Hope, la espera como sustantivo, por María Negro

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  Desde el título de la obra, Hope interpela la forma y la palabra. Sobre una escenografía cargada de significantes, Ivana Zacharski -autora, directora y parte del elenco- atraviesa el universo poético de Alejandra Pizarnik en el espacio donde puede ser dicha por sus bordes y relevancia. Hope es verbo y sustantivo. Su traducción a nuestro idioma nos acerca la imagen Esperar y Esperanza. Esos lindos juegos desplegados por el lenguaje viajero de una raíz hasta otra que forman parte de ese ejercicio complejo que es el teatro. “¿Qué cosa el sexo, no? Nada, sino psiquis” El cuerpo de Ivana Zacharski se comporta como un látigo que aqueja el enorme papel sobre el cual escribe. Las dimensiones corridas de lugar dan cuenta de la importancia de los objetos en su sentido psíquico. ¿Cómo llenar ese papel imposible de poesía? ¿Toda hoja es desmesurada ante la necesidad de cargar sobre ella la tinta del sentido poético? Macho (Javier Lanús), un alter ego esclavizado, arrastrará con su lengua la tint

Migaja, el vacío y eso que no nombramos, por María Negro

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  Oscuridad y un silencio inquieto que se rompe con violencia. Un golpe, otro, otro, otro. Rítmico, acompasado, armónico. Los golpes se suceden por un tiempo que se mide en la curiosidad, la desesperante curiosidad del espectador que no sabe hasta allí qué cosa golpea, qué cosa es golpeada. David Muchnik -escritor, traductor y dramaturgo- pone a disposición del lenguaje teatral aquellas herramientas que desarrolló la poética expresionista. Una transformación de la escena, del lenguaje, de los cuerpos, para lograr un punto lejano en la representación: la poética del significante, la poética que precisa de la intervención atenta del espectador para hacerse un cuerpo.  El gran sueño es la ausencia del hambre. Pero no se refiere Muchnik solo al hambre del alimento cotidiano, que es en sí un dolor físico y emocional, sino a las hambres, a las necesidades, a las inasibles formas de esa fuerza del vacío que nos oprime. La flagelación, el discurso, la fuerza física de los personajes -que ocult

Occidente o qué es lo humano, por María Negro

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  ¿De qué está hecho ese espacio que llamamos teatro? ¿De su escenografía? ¿De los actores? ¿De la narrativa? ¿De ese acuerdo tácito que suspende la realidad por una hora?  Tiresias levanta sus travestis pechos, asoma el cuerpo entre cortinas plásticas y canta: Salve Argentina, bandera de mi patria. Edipo -aún rey- lleva en sus hombros un saco de piel y toma cocaína, la misma que vende. Yocasta tiembla de celos. La voz de Antígona se mide en caracteres dentro de las redes sociales. El Abeja desciende desde el cielo de los “soldaditos” para cargar sobre él la desesperanza. Creonte cae en cana. Medusa ve derramadas sobre sus hombros las serpientes muertas de su pasado feroz.  ¿De qué está hecha la realidad? ¿De verdades? ¿De aquello que consideramos cierto? ¿De fake news?  Yocasta se abisma, se repliega sobre el crimen del incesto. Edipo, alumbra. El único pecado es la pobreza, dice. Corre, como un mago, el velo que oculta la palabra crimen. ¿De qué están hechos los crímenes? ¿De qué est

Despedida, por Juan Carlos Capurro

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  Helena B, de Banfield, me acompaña desde los diez años. Recorrí con ella los momentos más hermosos de mi vida. Recuerdo su sonrisa, los dientes un poco desparejos, y la sensación del amarillo y el marrón combinados en su aura.  Fuimos juntos a Roma y tiramos las monedas en la fuente. Estuvimos comiendo un pannino en “Il Cigno”. Después recorrimos la rue de Rosiers y visitamos la casa de Breton, en el 4 de la rue Fontaine.  A ella todo le maravillaba. Por motivos desconocidos para los dos, solíamos ir a la Isle de Saint Louis hasta la puerta de la casa de Daumier. Nos poníamos de espaldas al Sena, y mirábamos la madera cascada, en silencio, hasta que -tomados de la mano- desandábamos el camino hasta el hotel de la rue Trosseau. Ella me decía: ¿Por qué estamos juntos después de tantos años? Yo podría haberme convertido -como estaba previsto- en una burguesa honrada, con una hermosa casa en La Reja. Mis hijos hubiesen sido educados como buenos católicos; misa y comunión. Ya estarían con

Una música, una cajita, por María Negro

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— ¿Me prestás el sombrero, tía? — Es un casquette, nena. Usalo con cuidado. Debajo de su casquette, cualquier nena podía soñar que era una reina, aunque estuviese en San Martín y fuese domingo de tarde donde los adultos charlaban y bebían vino en copas; aunque fuese ese tiempo prehistórico donde -sin internet- las niñas teníamos por entretenimiento el coraje de revisar los cajones de la tía. Nélida Beatriz nació pocos días después de la primavera de 1951. Su padre había muerto unos meses antes. Su joven madre daba a luz la vida de Betty, su quinta hija, entre los dolores de la pensión de la calle Congreso y el hospital Thompson, el mismo hospital que había sido testigo de la muerte de su esposo. Dar a luz a pocos metros del desarraigo, de la crueldad que arrancó la vida de Felipe Cabrera y dejó solo una foto que Betty conservó toda la vida, como el retrato de un santo, colgando de un clavito en el amplio comedor de su casa.  — Se me cae, tía, no sé cómo ponerme esto. — A ver, es que te

El jardín, por Mario Levrero

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  No logramos ponernos de acuerdo en el asunto del área del jardín. Coincidimos, sí, en que, visto desde la vereda, o desde el sendero que lo divide en dos y conduce a la casa, aparenta tener unos ochenta metros cuadrados (m 8 X m 10); la discusión comienza a partir del momento en que uno se interna entre sus yuyos, sus yedras, sus plantas sin flores, sus insectos, los caminos de hormigas, las lianas y los helechos gigantes, los rayos de sol que se filtran, de trecho en trecho, a través de las copas de los altísimos eucaliptos; las huellas de los osos, el parloteo de las cotorras, las serpientes enroscadas en las ramas -que alzan la cabeza y silban cuando pasamos cerca-; el calor insoportable, la sed, la oscuridad, el rugido de los leopardos, el abrirse paso a machete, las altas botas que llevamos, la humedad, el casco, la lujuriosa vegetación, la noche, el miedo, el no encontrar la salida, no encontrar la salida. Mario Levrero Ilustración: El jardín de las delicias, El Bosco  

Pedro y Buenos Aires, por Ana Aldaburu

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  Pedro y su película. Aunque parezca intempestivo, comienzo por un agradecimiento: tenemos que agradecer a  Damián y Matías Roth sus hijos. A Damián  más allá de haber concretado la película,  por su asistencia en todos los sentidos y por su paciencia. A los dos, siempre,  porque tener un padre de 84 años que maquina varios proyectos por día  y que hace todo lo posible por concretarlos y las más de las veces lo logra, no es poca cosa. Es una cuestión de entusiasmo y amor. El arte es un fenómeno urbano. El arte acontece en la ciudad. Y si hay alguien que conoce nuestra ciudad es Pedro Roth. Una camina con él, o va en auto y no para de señalar edificios, te narra su historia, te describe su estilo o la gente que vive o vivió allí, qué episodios, qué historias, qué encuentros o desencuentros…Pedro es la memoria viva de un inmigrante que ha hecho de Buenos Aires su segunda piel, su casa por elección y por afecto. Conocemos las múltiples derivas de esta enorme y conmovedora inquietud de Pe

es la voz primera de la noche de la tierra, por Roberto Ncar

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  es la voz primera de la noche de la tierra     de la estrella es la voz que ordena y quema es la voz que mata es dulce como murmullo en oreja enamorada es agria como la muerte y como la muerte anda por el mundo   gobernándolo todo todo le obedece es la voz que duele la voz del primer sueño Roberto Ncar Imagen: Todas estas estrellas (JCC)

El otro lado del vento, por Juan Carlos Capurro

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  En la famosa plataforma de cine, puede verse la última película de Orson Welles, "El otro lado del viento". Para quienes no conozcan mucho al autor, recomiendo el libro del director Peter Bogdanovich sobre su obra. Welles debutó con una gran película, "El ciudadano". Las siguientes fueron todas muy buenas. Pero la primera opacó, con su brillo, a las siguientes. Ese éxito comercial no fue fácil de igualar en toda su carrera. Esto condenó a Welles a exiliarse, finalmente, en Europa. En su país lo rechazaban por su carácter altanero y su genialidad. Decían que sus proyectos no eran comerciales. Él quería hacer obras de arte y los productores, dinero. Su última película es, en sí, tema para otra película.  La financiación provino del hermano del Sha de Irán. Fatídicamente para Welles, los Ayatollahs sacaron del poder a este señor. Desde entonces se abrió un juicio en Francia para que le dieran a Welles su material filmado. El hermano del Sha quería dinero. Welles aleg

Los colores de la vigilia, por Christian Kupchik

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  Reflejos biográficos del caos en un ojo dorado Vista desde los límites la destrucción de una ciudad posee la muda belleza de un quirófano abandonado. Las sirenas aúllan entremezcladas como el amor de gatos en algún tejado lejano. El ruido de las nubes flota entre las ruinas mientras la clara noche penetra por las lucarnas heridas salpicadas de bestias astrales. Hay álamos o alerces que caen del cielo -como gotas de metal ardiente- sobre los adoquines cansados. El fuego ilumina los basurales y estoicas columnas de humo elevan sus dedos acusadores contra el insomnio de los zombis. Habrá seguros reproches, estériles imputaciones. Llegarán histéricas las acuáticas encrucijadas, las conspiraciones. Vista desde los límites se sospechan los restos de una tardía fiesta medieval. Siempre es más tranquilizador, menos sinuoso, describir los efectos de la destrucción desde la periferia. Cuando todo haya pasado, cuando el desastre instale su silencio sobre la pastosa boca del vacío, solo allí se

Cortos circuitos, por Marcelo Rubio

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  RESUMEN Cuando la princesa abrió los ojos lo primero que hizo fue mirar su dedo. El pinchazo estaba allí. Observó a su alrededor y aun no había príncipe alguno. Entonces se acomodó y siguió durmiendo. MINICUENTO DEL SR. L Todas las noches después de cenar, el Sr. L, se sentaba frente a la chimenea con una copa de coñac y se dormía. Entonces soñaba que conocía al diablo. Por las mañanas amanecía helado, hecho un ovillo sobre su silla. Se levantaba, acercaba sus manos a los leños agonizantes, y el fuego se encendía sólo. Pobre, tanto soñar para no darse cuenta de que él era, el diablo. POCAS PALABRAS Soñar no cuesta nada, excepto cuando tu mujer entra a la cocina con el crío en los brazos, te mira y dice que hay que pagar el alquiler, y comprar el papel higiénico, y algo de comer. Y te das cuenta de que tus sueños alcanzan para pagar una vuelta más de sueños y poco más… pero para nada de lo que tu mujer te pide SHORT STORIES Lucas soñó que era libre, que los campos eran infinit