“El fue el primero en hablar de barcos y puertos”
Ph Leandro Teysseire
Nuestro querido Tata Cedrón cierra, este sábado 24 de noviembre, la obra Jamaica Marú, inspirada en la poética de Héctor Pedro Blomberg.
Blomberg y Cedrón, más allá de los mares...
Un nuevo disco, integrado enteramente por nuevas canciones,
basadas todas en textos del poeta, periodista, narrador, dramaturgo y guionista
Héctor Pedro Blomberg, célebre autor de La pulpera de Santa Lucía, apenas lo
más recordado de su vasta obra, reconocida influencia fundante para González
Tuñón. De las diez canciones del disco, siete llevan música de Juan Tata Cedrón
y las restantes de Josefina García, Daniel Frascoli y Miguel López,
respectivamente.
Un gran trabajo para el cual decidimos reproducir la entrevista de Andrés Valenzuela realizada para Página/12, donde Tata cuenta la belleza de hablar de los barcos, de los ríos, de la vida en su movimiento.
El Cuarteto Cedrón y la compañía La Musaranga los espera, este sábado 24 a las 21.30 hs en el Teatro Popular, Chile 2080.
Reservas: http://www.alternativateatral.com/obra56785-encuentros-en-el-taller-con-el-tata-cedron
Reservas: http://www.alternativateatral.com/obra56785-encuentros-en-el-taller-con-el-tata-cedron
"La voz del Tata Cedrón se escucha profunda incluso a través
de la puerta de calle. A la vereda también llega el rumor de su guitarra,
inconfundible con ese punteo intenso, como si le recordara su lugar a cada
cuerda. Y abre sonriendo. Estaba preparando unas canciones nuevas, explica,
porque no para nunca, ni aunque esté por presentar el flamante disco de su
Cuarteto o tenga aceitadísimo su programa de radio. Busca, lee, compone un poco
más, ensaya y hasta arma “egograbaciones”: registros con amigos hechas por el
mero gusto de tocar juntos. El Tata pasó los 80 y sigue. “Es que si no me
muero, pibe”, explica mientras se sienta a un escritorio ordenado pero
atiborrado de libros, partituras y una computadora gauchita que lo ayuda a
trabajar. Y la entrevista transcurre charlando y canturreando, porque el Tata
no recita cuando recuerda un poema o un viejo tango. Lo canturrea,
directamente, y nuevamente su voz risueña gana espesor y ocupa todo el salón.
Como ocupa todo el Teatro El Popular (Chile 2080) cada sábado desde hace meses.
Desde esta noche a las 21, sin embargo, su habitual espectáculo cambiará para
dar lugar a la presentación de Jamaica Marú, la nueva placa con el Cuarteto que
comparte con Miguel Praino (viola), Josefina García (violoncello), Daniel Frascoli
(guitarrón, acordeón) y Julio Coviello (bandoneón). Además, será de la partida
la compañía de títeres La Musaranga, que trabajan hace rato con el veterano
músico.
Jamaica Marú está inspirado en la poética del escritor,
periodista y dramaturgo Héctor Pedro Blomberg. Esto, que podría entenderse como
una desviación de la obra de Cedrón, habitualmente anclada en Raúl González
Tuñón, en realidad no es más que una profundización en la obra de ese poeta.
Sucede que, como explica el compositor, Blomberg es el antecedente directo de
Tuñón. “El mismo Tuñón me decía que él venía de Blomberg”, advierte Cedrón.
Blomberg descendía del general paraguayo Francisco Solano López y de un
marinero noruego. Quizá por eso fue el primer poeta en tematizar el ambiente
portuario, la nostalgia de los barcos y los viajes en las letras argentinas,
elementos que pronto serían centrales para el imaginario tanguero. Además,
reconoce el Tata, no fue él con su obra vinculada a Gelman o a Tuñón, sino el
propio Blomberg, el primero en unir poesía y tango. Es que, en rigor, el
descendiente de Solano López no era letrista de tango. Así, el poeta compuso
una veintena de obras junto a Enrique Maciel. De ellas se recuerdan “La pulpera
de Santa Lucía”, “La mazorquera de Monserrat” y “La que murió en París”, que
luego popularizó el cantor Ignacio Corsini. “Por eso en el disco ponemos
‘Blomberg-Cedrón’, es una humorada”, explica y ríe como un chico, mientras confiesa
que “La pulpera” le parece insuperable y que su obra –y el chiste– está hecha
desde el cariño.
“Blomberg siempre estuvo muy presente para mí. Nací en el
‘39, entonces de pibe había mucha radio y se escuchaban cosas anteriores, del
‘30, como ‘La pulpera de Santa Lucía’. Con la radio descubrimos que Blomberg
había hecho con Maciel una obra enorme, que no era un solo tema, sino un
montón, con barcos y marineros primeros, con la época de Rosas después,
federales y unitarios”, rememora Cedrón. “Las canciones populares te
despertaban el interés por saber qué había pasado”, cuenta mientras canturrea
“Te llamabas Camila” o “Los ladrones”, y ahonda en sus versos antes de volver
al disco que comienza a presentar hoy y lo entusiasma. “Con Blomberg me pasó
como con otros autores, y me enteré luego por Tuñón que había sido su maestro,
que había sido el primero que sepamos que habló de barcos, de puertos, de
partidas y de vueltas”, explica. Los años fueron acumulando material. Un amigo
publicaba una antología poética y le alcanzó los versos de “Las dos
irlandesas”, que inmediatamente el Tata se pone a cantar: Aquí estoy con los
chinos / y las dos irlandesas / que llegaron a bordo del Jamaica Marú / y la
mayor tiene ojos como turquesas / y beben gin en este viejo bar del Doc Sud.
“Mirá si no tenía imaginación... ¡como si fuera Emilio Salgari! Yo me crié con
esas novelas e historietas de barcos, piratas”.
Salvo un par de temas, que omiten la cuestión marítima, todo
el Jamaica Marú refleja ese ambiente portuario y navegante. Se aleja del
costado campero, tan habitual en Cedrón. “De última, ponele que el marinero
estaba mirando una foto de San Telmo y recuerda el barrio estando en el mar,
como para justificarlo”, sonríe con picardía.
–¿Qué le inspira la imagen portuaria?
–Más que la imagen, la poesía me inspira. Viví mucho en La
Boca, ahí en Vuelta de Rocha, cerca de Quinquela. Y tenía eso que te dije de la
magia de la lectura con el Corsario Negro y Salgari. Mi hermano Alberto gritaba
“¡Apaga los fanales, que nos ven desde la costa!”, eso que gritaban los piratas
de las novelas. Eso y “Tomemos este viejo vino de Madeira”, que era una isla
portuguesa donde paraban, esa era la magia de nuestra generación. Entonces a mí
me trajeron el poema de las dos irlandesas, después apareció el chino del
Aurora, que era otro barco, después Marinero, Aribaldi –que nosotros teníamos
un café en la calle Garibaldi, así que debe ser ese—, y todo un mundo que quizá
no era específicamente marino, pero sí portuario. O “El café de la paloma”, que
estaba en el Arroyo Maldonado. Cuando me encontré con todo eso, empecé a hacer
canciones, hasta que se me ocurrió darle a los músicos míos para que también
compongan.
–El Cuarteto ahora tiene músicos jóvenes. ¿Cómo trabaja con
ellos?
–Bien, ¡bien! Josefina, por ejemplo, nació casi con el
Cuarteto. Su madre era fanática. Julio de pibe también era fanático. Me acuerdo
cuando fui a verlo, que tocaba con la Fernández Fierro, que son más del rock;
se me acercó y me dijo “Yo conozco Los ladrones”. ¡¿Te das cuenta?! Conocía Los
ladrones. Y ahora está en el Cuarteto. Tenemos un problema de compromisos,
porque yo tengo el Cuarteto, pero ellos tienen otros grupos; hay algo diferente
al Cuarteto de antes, pero es un problema de época, de laburo. Nosotros
podíamos tocar con cualquiera, pero éramos el Cuarteto. No trabajábamos de
hacer grabaciones con otros ni teníamos otros grupos. Capaz dábamos clases.
Ellos no. Frascoli, por ejemplo, tiene un grupo muy bueno que se llama Piraña y
hacen temas de Castelnuovo. Imaginate a Ruggiero, el bandoneonista de Pugliese,
tocando con Troilo. ¡No podía! Porque Troilo tenía un estilo y Pugliese otro.
Los pibes me matan porque son rápidos. Y se adaptan. Pero a mí me rompe las
pelotas (larga una sonora carcajada). Pero están muy prendidos con el proyecto,
aman lo que estamos haciendo y les interesa la temática.
–En el disco aportan composiciones López, Frascoli y García.
¿Por qué le dio a ellos para que compusieran?
–Porque me parece importante. E hicieron los tres muy lindas
canciones. Fue para lanzarlos, hacerlos participar como grupo. No que yo haya
hecho todo. Hice la mayoría de las canciones porque cuando me avivé ya había
hecho un montón. Pero, ¿qué le voy a hacer? Al final me avivé. Y hubo una que
quedó afuera porque no llegamos, donde agarré cuatro coplas de Blomberg y le hice hacer una a cada uno sin que
escucharan qué había hecho el otro. Algún día lo vamos a juntar. Pero quería
compartir con los compañeros, que quiero mucho, que sé que son muy buenos y que
componen muy bien. Todos. Julio, que en ese entonces todavía no estaba en el
Cuarteto, también compone muy bien.
–¿Y los títeres en el espectáculo?
–Eso es importante, porque uno el mundo tuñonesco con la
Musaranga, ya desde que hicimos el Puchero Misterioso. Que era el nombre del
bar a donde iban ellos, incluso Blomberg. Ahí también iba Roberto Arlt; Tuñón
me dijo que todos los personajes de Arlt eran reales. Había un lazo con Tuñón:
él me decía que venía de Blomberg y yo hace cincuenta años que hago a Tuñón.
Así que estoy haciendo a Tuñón desde “Eche 20 centavos en la ranura”, que él lo
hizo a los 17 años en el ‘22. Estoy escuchando a Blomberg, que es de 1890. ¡Y
estamos casi en 2020! Y seguimos haciendo cosas artesanales.
–Suele contar estas cosas en sus espectáculos, ¿por qué?
–Porque me gusta explicarlo, contarlo. Hay fenómenos, como
el lunfardo, que me pasa que si canto una canción en lunfardo se ríen. ¡Y me da
una bronca! Porque no es para reírse; es una lengua, es un lenguaje. Es una
manera de hablar que teníamos. Entonces explico que había una manera de hablar,
que nos expresábamos de esa manera, que había un sentimiento que venía de esa
manera de hablar. Capaz acá un profesor me va a tirar con algo por la cabeza,
pero se escribía de otra manera en la Argentina. Pero vino el tango y empezaron
a escribir todos como se hablaba. Antes los escritores no se animaban. Pasamos
del “Tu vieras”, del “vosotros” al “Percanta que me amuraste en lo mejor de mi
vida”, y empezaron a escribir todos así.
–Volviendo a Blomberg, esta imaginería de los ambientes
portuarios, ¿le resonaba dentro durante sus años en Francia?
–Sí. Primero, porque él tiene un tango que se llama “La
viajera perdida”, que es una maravilla, que lo cantaron Edmundo Rivero con
Troilo y también Corsini. Que lo vamos a poner en el espectáculo, cantado por
Corsini, con las marionetas. “La viajera perdida” me permite enganchar con la
cosa de los barcos. Ahí habla de Toulón y yo conocí, tocamos muchas veces en
Toulón. Ese barco de “La viajera” llega a Francia. Tiene otra con “La que murió
en París”. Y sí, Blomberg en ese momento para mí tenía presencia. Para todos
los tangueros, pero no por una cosa folklórica de pavada, sino que muchos
músicos fueron a vivir allá y muchas francesas se vinieron para acá. Como la
Argentina, que fue una cosa cosmopolita, muy abierta para todos: polacos,
tanos, los gallegos, el sainete. Los personajes del tango eran extraordinarios.
Y Blomberg tiene que ver mucho con los barcos, con Francia, con Marsella que conozco
mucho, una ciudad marina extraordinaria y atorranta, un puerto de piratas.
Tuñón me dijo “si van a Marsella, tomen una bouillabaisse”, que es una sopa de
pescado. Él había ido a sus 18. Habían pasado cuarenta años y me recomendó la
sopa."
Extracto de nota publicada en Página/12 - 3/11/2018
Excelente entrevista. Gracias
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