Jesús María y la Amazona, por María Negro

En 1966, como parte de una propuesta para recaudar dinero de las cooperadoras de varios colegios de Jesús María, se organizó el primer festival de doma y folclore del lugar.

La jineteada (mal llamada “doma”) consiste en montar un potro (bagual o pingo) entre 6 y 12 segundos. Hablamos de una actividad ecuestre característica y tradicional de Paraguay, Brasil, Argentina y Chile. Si bien estos países tienen sus festivales, el de Jesús María (Córdoba) se ha transformado con el tiempo en uno de los más reconocidos de ellos.

Nunca jamás monte un caballo, pero quienes si lo hacen y de manera profesional aseguran que la parte más importante del jinete es su cerebro. Un animal domesticado en el neolítico con un peso superior a los 700kg no debe ser nada sencillo de jinetear…

Este año, por primera vez en 50 años de festival, las mujeres pudieron competir en su propia categoría en Jesús María.
La historia de las mujeres en las jineteadas es extensa y antigua. Desde las Amazonas, cazadoras legendarias de quienes se decía que se extirpaban un pecho para poder manejar mejor el arco y la flecha hasta Dorothy Herbert, una de las mayores atracciones en jinetes que hayan conocido las ferias y el cine norteamericano de los años ’30.

En el campo, las mujeres han dado muestra de ser buenas domadoras de caballos. Por su propia capacidad y luego de cinco décadas donde solo se les permitió montar de forma demostrativa, sin competencia, invisibilizadas en un juego de varones, las mujeres este año han dado un salto en el reconocimiento de sus capacidades ecuestres.

¿O no?

El femenino de jinete es amazona, palabra que según el diccionario refiere a las míticas que ya nombramos y a mujeres de actitud “varonil”. Es decir, no sería una capacidad de la mujer la montura y la doma sino una actitud “varonil” de parte de ella.
Una machona, hablando en criollo.

Si uno observa la belleza de Dorothy en sus espectáculos (de la que dejamos una ilustración en la nota al respecto) no nos da la menor impresión de masculinidad, sin embargo el diccionario insiste en que así es, en que la mujer que se atreve a intentar domar un animal de tal porte debe ser considerada “varonil” y por lo tanto, en igualdad con el hombre que despliega su fuerza y su inteligencia sobre el potro encabritado.

Las distintas categorías de jineteada se caracterizan por sus premios de importante valor económico. Rastra de plata con apliques de oro, cintos de cuero, y más de 45.000 pesos para el ganador de la categoría “Criollo argentino”, una categoría -dicho sea de paso- donde solo pueden ser premiados nativos, aunque en la competencia participen jinetes de otros países. Un premio bien argentino y criollo, suntuoso de plata y apliques que tambalea cuando la categoría se modifica un cachitín y las “varoniles” son las que disputan el premio.

Noelia Ponce, santafesina, no tuvo ni apliques, ni rastras, ni 45.000 nadas. Los patrocinadores del festival ya habían considerado cuál sería el premio para aquella amazona que con toda la fuerza de su cerebro y su corazón supiera domar a ese enorme animal por el tiempo estipulado.

Una cocina.

Escribo “una cocina” y no se muy bien como seguir el relato. ¿Una cocina? ¿La fuerza de las mujeres debe ser funcional y en cuatro hornallas? ¿Esperaban los organizadores que Noelia les hiciera unas empanaditas para festejar? Si la condición de una amazona es su “carencia” de feminidad, el regalo de una cocina sería un instrumento reeducativo?

Lo cierto es que Noelia, sin discusiones de género elevadas ni improperios, puso el grito en el cielo del machismo con una declaración inesperada para una amazona, inesperada para una muchacha santafesina, inesperada para una mujercita de cuerpo pequeño y tez morenísima.

“No me gusta cocinar”, dijo.

Y se llevo puesta con ella la historia de las jineteadas, de la debilidad de género, de las Chichitas de Erquiaga, de las uñas postizas, de los cuentos fallidos sobre nuestra innata devoción por la cocina.

Ya se inventaron la rueda y el delivery, queridos muchachos.


María Negro

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Esa belleza, por John Berger

Mineros, por John Berger

M, por Luna Malfatti