El martillo de cristal de Ferrari, por Estrella del Oriente
Entrevistar a un escritor no es algo
sencillo. El escritor no solo escribe, sino que tiene hijos, una esposa con un
esguince y un perro que es más grande que el lavarropas, que es tan grande como
uno de los cuartos del hogar del
escritor, lugar denominado, convencionalmente, departamento. Hay libros por
todos lados, tres hijos por todos lados, y todos los lados conducen a un patio,
llamado living al aire libre. Luego de hacer los churrascos para sus hijos, el
puré para sus hijos, y atender a Sol, su hermosa mujer, a la que le sugerimos
hacer un ejercicio de eutonía para mejorar su esguince, el escritor nos lleva hasta el living, que
rebosa de una luz anticipada de primavera. Nos sentamos en unas sillas y él, en
el piso. Sol también nos acompaña, a pesar del malvado esguince; mientras
Juana, Severino y Matilda –los duendes nacidos en la libertad del parto
domiciliario-, tiran besos, observan un viejo grabador como un elemento mágico
y convidan “arbolitos” de brócoli cuidándonos la salud.
Ahora si el escritor puede concentrarse y
comenzamos a charlar con Kike Ferrari, el autor de varios libros de cuentos y
de cinco novelas, pronto a presentar la próxima. Charlamos sobre "Que de
lejos parecen moscas", novela que por comodidad de encasillamiento se
denomina policial, de la misma manera que algunos consideran a "La carta
robada" de Poe, un cuento de detectives.
La novela, nos cuenta Kike, salió de una
bronca; bronca contra un patrón maula,
de los tantos, que primero le negó un permiso para ir a ver a su futura esposa,
después lo echó del trabajo, y entonces, así, finalmente, lo autorizó a ir a
ver a su amor, del que sigue prendado luego de muchos años; algo que le pasa a
ambos y se nota bellamente.
Estuvo bien el patrón, porque gracias a ese
gesto de miserable, Kike Ferrari hizo una novela maravillosa, que refleja como
pocas veces en la literatura argentina (Emma Zunz) como pueden terminar los
patrones miserables. Salvo que este caso, adelanto, el patrón no se muere, para
su desgracia.
A Kike le costó escribirla, o mejor dicho,
pensarla. "Antes de largarme tuve
que reflexionar cada uno de los detalles. Lo más importante fue encontrar la
veracidad, el tono, los yeites de ese mundo complejo, el de los tipos que se
hacen desde abajo y, a fuerza de empujar y destruir, se creen
indestructibles". Esa maceración no se hizo en días. Escribe desde los
veinticinco, tiene más de cuarenta. Fue probando. Nos explicó como en sus
largos años de viajes y diferentes trabajos (hizo de todo, en muchos países y
ciudades; vivió en Estados Unidos, de donde lo echaron y tiene la entrada
prohibida, algo -agregamos nosotros- que en las actuales condiciones, es más
bien una suerte).
Obrero en sus trabajos, en las noches - nos
contó- empezó a escribir. Por su cuenta. Sin taller. Leyendo. Y así se metió en
el "policial", que , a nuestro juicio, no es mas - en su caso- que
una forma de llamar a un arte que está
en pleno desarrollo.
"El que me rompió la cabeza fue Faulkner", nos dice. "Al principio
me costó leerlo. Pero una vez que lo entendí, tuve una iluminación. Leí que
Hemingway había dicho que si le hubiesen ofrecido llevarle las valijas a
Faulkner, él hubiese dejado todo y lo
hubiera hecho gratis. Si Hemingway dijo eso, pensé, tengo que leerlo". Nos
confesó, en cambio, que nunca pudo soportar a Macedonio Fernandez. Eso, de
paso, da cuenta de una lectura muy variada y de una independencia de criterio,
porque aunque se declara admirador de Piglia, no por eso lo sigue al pie de la
letra.
Sobre la base de esas lecturas se metió en
el cuento. Pudimos leer, antes de entrevistarlo, su recopilación "Nadie es
inocente", un libro que recomendamos y que ya anticipaba el martillo de
cristal que es "Que de lejos
parecen… ". Hablamos de aquel libro de cuentos. Le preguntamos si tenía
una forma de armarlos y si consultaba opiniones antes de publicarlos.
“Los voy armando en mi cabeza. Al principio
no; cuando empecé me sentaba y le daba y le daba, hasta que salían. Ahora ya
no. Ahora, primero me aparece el tema y lo pienso todo, desde el principio al
fin. Cuando está, me siento a escribirlo y sale por sentadas, según sea el
caso, una o cinco; las que hagan falta; pero ya están escritos."
"¿Y si consulto? A veces se lo paso a algunos amigos que me
siguen desde el principio. Por ejemplo, mi cuento "Un paso atrás"
estaba escrito de corrido y un amigo me dijo: ese cuento tiene el ritmo de una
pelea de box; y tenía razón; por eso le puse rounds: bastaron cuatro" Ese
cuento, le decimos, nos pareció uno de los mejores. Está allí, preciso como una
espada japonesa, todo el estilo de Ferrari.
“Para mi fueron influencia muchos. Hemingway,
Walsh, Hammett, que es el mejor en su género. Creo que todos los que leí.
Inclusive Philip K. Dick me abrió muchísimo la cabeza. Algo de la llamada
‘ciencia ficción’ también me atrae. Dick encuentra un tono único.Y ahora estoy
corrigiendo una nueva novela, en la que quiero contar la misma historia desde
diferentes voces; mezclar los narradores."
Intuimos que Ferrari está sobrevolando
otros continentes. Sabe, nos lo dijo, que lo suyo, por ahora, está colocado en
el "policial". Pero ese convencionalismo es absurdo, a nuestro
juicio. Su novela (ya traducida a varios idiomas) supera cualquier
encasillamiento. Es cierto que la dureza de su martillo acristalado sabe
golpear en ese mundo. Conoce, por haberlos sabido ver, los códigos de los que
se valen los empresarios,
particularmente los de la noche. ¿Pero
acaso no son todos ellos nocturnos? Todos, de una u otra manera,
deliberan su goce de plusvalía (o plus
de goce lacaniano) en la noche. ¿Acaso
no matan a los caballos? , como decía Horace Mc Coy.
Ferrari estará siempre empezando a
escribir. Porque, como todos los escritores, nunca está conforme. En su casa
plena de luz, con su familia, seguirá
iluminándonos entre la oscuridad,
siempre policial, de los dueños del
mundo.
Gracias Kike, por eso y por haber aceptado
recibirnos en tu fortaleza.
Entrevista realizada para EDO por Elvira Lagos, Maria Negro, Juan Carlos
Capurro.
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