La locura y el arte, por Pedro Roth
Ser loco es relatar de otro modo. Para entender hay que
hacer un esfuerzo. Este nuevo relato para ser incorporado tiene que servir. Hay
muchas maneras de servir. Si sirve será incorporado y cambiará el modo de
entender: la verdad impuesta, “Los diez mandamientos” por una fuerza superior.
La verdad universal, la verdad científica.
El
relato es como se cuenta, si se cuenta bien es creíble, cautivante y será
aceptado por mucha gente y se volverá obra.
A veces voluntariamente y otras no, se producen respuestas
diferentes, la manera de responder es lo que hace la diferencia entre la locura
y una obra de arte. La respuesta puede ser individual y otras veces es el
emergente hacia los estímulos.
Es la originalidad, la educación y el oficio, la
personalidad, el funcionamiento del cerebro, el cuerpo, la forma de
comunicarse, la expresión.
Hay un metro que pone el hombre, la sociedad, que varía todo
el tiempo, decide que es lo normal o no,
que es arte o locura, decide el contexto por esta razón los artistas se juntan
en colectivos, buscan interlocutores para poder delirar, para protegerse y ser
comprendidos, sin ser medidos por el normalómetro. El problema es no poder
volver.
Algunos
buscan artificialmente: pastillas, alcohol, drogas, para poder, para hacer, para
buscar, experimentar, algunos tienen caracteres adictivos (si lo usas para la
creación o para ser un adicto), tendrás dos respuestas, serás artista o
enfermo. El riesgo es la aventura que a veces no tiene vuelta, pero quien te
quita lo bailado.
El otro
límite es el amor. Ser amado es extender la frontera de la compresión del
apoyo, las cosas locas, los ojos del enamorado son más permisivos, perdonadores, el amado es más fuerte, se
atreve a más.
Nos
rebelamos contra ser una maraña química, el lugar donde nos puso la ciencia,
donde todo misterio es una pregunta no resuelta todavía.
Es la
dictadura de la verdad científica, los escritores de la ciencia ficción han
luchado contra estos conceptos. Huxley, Bradbury, Phillips Dick, Asimov, Wells,
etc. Los soñaron cómo amenazas que desgraciadamente fueron profecías auto
cumplidas y melancólicas arrinconando los sueños, misterios transformándolos en
ingenuidades, haciéndose cargo de los desconocidos, del enigma, sueño, en
cambio nos dieron la tecnología un juguete sabelotodo que explica, enseña, nos
dice que es lo real, lo que existe, la verdad y si no estás ahí no existís.
Antes nos legitimamos entre nosotros, hoy nos legitiman las máquinas.
Una palabra, una frase pueden cambiarte la vida. El emisor
no tiene conciencia del poder que tiene y el cambio que logró en el otro, para
bien o para mal. Si el bulón es capaz de romper un vidrio blindado con un
pequeño golpe, hay un punto vulnerable que nos puede sacar de nuestro centro.
Descubrir ese lugar, es desmontar la amenaza, transformándola en vida,
creatividad, amor, desatando la energía.
La lucha de todos los artistas es para ser escuchados,
vistos, expresarse, el artista es el emergente el líder de esta lucha, es un
drama íntimo, dramático, solo serán vistos, escuchados los que servirán a la
comunidad. Los demás seguirán anónimos hasta que su mensaje será útil,
comprendido. Hay gente que le sirve la uniformidad y otros por personalidad
necesitan distinguirse, quizás depende del lugar que les dieron, en la familia,
en la educación o el lugar que supieron agarrarse por su manera de ser.
No perdiendo tiempo en el blindaje quitando el miedo,
desataremos el paquete de una fuerza incalculable. Habrá caídos, víctimas en
esta batalla, pero avanzaremos hacia…
Quebrarse, motivos, abusos, cuando le toca a uno cambia de
opinión, se involucra, se convierte, milita, se trata, sobreprotección. No se
puede evitar el camino propio, solo se puede equipar al caminante (cuentos de
hadas, educación, entrenamiento).
Los inadaptados son inútiles, si son útiles, se toleran las
locuras y se vuelven excéntricos, convivir con ellos se vuelve intolerable, si
el producto sirve será premiando (Borges, Joseph Boise, Witgenstain y hermano,
Mnemosine atlas y Abby Barbur). Shirley Temple, fue sacrificada en el altar del
público, Tatzio que decayó desde que empezó con Visconti.
Marcos, géneros, métrica, sinfonías, sonatas, sonetos,
rimas, seguirse a un género o expandir e innovar, desde adentro sin cambiar las
formas, separarte de una convención un orden y no se puede imaginar ni siquiera
salir de esa ley.
Los rupturistas destruyen para crear nuevos géneros
inclasificables, el deporte se practica dentro de parámetros establecidos,
reglas estrictas, se pude medir los resultados. El talento no es medible, el
bisonte pintado sirve para la cacería las imágenes religiosas sirven para explicar
la fe. El arte conceptual explica el mundo circundante, los artistas
contemporáneos rompen y recomponen las partes.
La locura es un nuevo territorio sin explorar, virgen, el
término lo vuelve aterrador, están los que viven en estos mundos y los que los
visitan, los que no pueden salir y no tienen consciencia que son mundos
imaginarios, estos están enfermos.
El arte es un pasaporte para volver, es un oficio, una
garantía para poder explorar, construir, trabajar en estos espacios
imaginarios, y luego poder “volver a la realidad”. El artista comparte con los
psicólogos esa exploración.
Ser artista es tener un título, cómo todos los títulos es
habilitante y te lo otorgan otros artistas, necesita del título, que otorgan
los expertos y la legitimación del público. Livingston, Dante, Borges, fueron y
volvieron, trajeron noticias, son testigos, traen obras de arte en forma de
testimonio (Borovio, Fijman). El artista que puede quedarse mucho tiempo
mimetizarse, confundirse, estar ahí pero tener conciencia que es testigo. La
era de las luces de Alejo Carpentier. El testigo no es protagonista. Ser
artista es otra clase de involucramiento, es vocación eterna, sin límite, es
ser íntegramente, por eso el otro no tiene mucho lugar, no hay tiempo fuera,
todo esto es confundible con la locura, las obsesiones.
Nadie se le ocurre, pensar en la locura ligada a la
ingeniería, a la justicia, a la matemática. Las conductas vecinas, arte y
locura, los que no vuelven no dan señales, están perdidos para el arte.
Federico MPR, decía el artista es un sismógrafo que registra
el terremoto de su tiempo. Para esta operación hay que tener mucha
sensibilidad, también decía que era un psicodiferente.
La generación Hippie utilizó el cuerpo como campo de
experimentación sin límite (sexo, drogas y Rock & Roll) para algunos, esto
era síntoma de locura. Es como si toda una generación se volvió loca para la
otra(manzana loca), se astilló todo, por supuesto que los artistas siempre
están en la vanguardia, protagonizaron el cambio y esto también rompió las
reglas del arte dejando atrás a un montón de artistas vigentes, es cómo si toda
una generación se hubiera vuelto loca protagonizando una inundación moral.
Invadiendo, destruyendo el límite del cuerpo (Amor libre).
Desde la edad media, los disidentes fueron calificados de
locos, los comunistas, internaron a los disidentes en manicomios, argumentando
que ir contra el paraíso es de locos. Todo esto comenzó cuando los artistas
dejaron el anonimato y formaron parte de su obra, la historia de ellos se
volvió interesante, los literatos exageraron las anécdotas, los defectos los
sufrimientos, para que no solo la obra si no también el artista, formen un combo. La biografía de Behetoven
escrita por Romain Roland, La Sinfonía Pastoral, contribuyó a la fama de la
obra y el personaje que se han vuelto inseparables. Los artistas rupturistas,
casi todos también lo fueron en la vida.
Todo esto se volvió un género que terminó siendo el periodismo
amarillista, los programas de chismes y las redes sociales, superficializando
los conceptos.
El carácter con que se cuenta la obra formará una verdad, si
la noticia es útil, será escuchada, asimilada y se producirá un contagio. Ser
loco no es útil para la sociedad, ser diferente todo el tiempo, no encaja,
perdemos la paciencia, no gastaremos tiempo para entenderlos, integrarlos, les
podremos una etiqueta para justificar nuestra actitud, de rechazo, los
aislamos, no quieren comportarse, sin embargo siguen ahí, a pesar de nuestra
negación. Llegamos a un punto donde hay una píldora para enfermarse y otra
igual para curarse, el problema es el abuso. Todo se reduce a la química, a las
cantidades. “El artista debe ser como un bolsillo dado vuelta” FMPR. La locura
sirve al artista cómo materia prima, para una obra, y si no es enfermedad,
tragedia personal, sufrimiento o dolor, sórdido. No necesariamente sinónimo de
talento, el artista cabalga sobre lo inevitable, venciendo los miedos, cuando
más miedos se venzan más grande será el artista, más territorios logrará
conquistar para su arte y su vida y el mundo. La locura del artista es un
relato inseparable de su obra, ser loco es romper las reglas, ser artista
también. El mecanismo es el mismo, la
diferencia es la voluntad. Lo que hace la diferencia es si o es no evitable,
cuanto más cerca está de la intuición, más cerca está de la locura y es más
artístico porque la frontera se vuelve invisible.
El exceso en la conducta será parte de la personalidad del
artista, dentro de un límite de utilidad, la cuestión es si el arte que produce
el artista sirve al poder, se le perdona con más facilidad las locuras, al
artista se lo mira con benevolencia, resultan graciosas las excentricidades.
Cuando el arte le sirve al arte, o mira aspectos
cuestionables, distópicos, este tipo de arte “inútil” es castigado con la
marginación del artista, a esto llamamos bohemia (el mal humor de tu amigo en
mi living).
Este arte marginal, si es incluido en el tiempo por el
avance de la comunidad, el artista será un héroe póstumo, que va a tener todos
los reconocimientos, cuantas más penurias haya pasado en la vida mejor. Será
bandera para los futuros artistas y coleccionistas.
Este proceso se aceleró porque el mercado necesita de
novedades, o porque se acepta más los cambios.
Artista de vos depende en que vereda te ubicas. El del éxito
o la gloria. El problema es, si sos artista se hace imposible elegir, para vos
el lugar es inevitable, solo sabes hacer lo que haces y eso es estar
emparentado con los locos o hacer cosas falsas que en seguida saltan a la vista:
leñeritas, niños con ojos grandes, para la campaña financiera, o lo enormes
lienzos de pablo Suarez o Berni para salvar su futuro como artista. La sociedad
va por detrás más conservadora, tiene
cosas que perder, el artista sacrifica todo, porque su quehacer es inevitable,
todo se hace a pesar de él, si es artista y en ese sentido lo único que separa
al loco del artista es el talento.
El artista quiere que lo quieran cómo es, de la otra forma
piensa que traiciona su arte. Cambiar para ser querido no es aceptable. Es
rebajar, banalizar, destruir la pureza con concesiones. El artista protege su
honestidad, sinceridad, como su único capital.
La época es un sistema, de la cual es muy difícil salir, son
parámetros que dan lugar a la contemporaneidad, es una manera de pensar. Este
sistema creció hasta ocupar todo el planeta, los que quedan fuera son
despreciados porque no le sirve al sistema. Hay una lista que varía con la
época, esta lista define de qué época estamos hablando: formas, número,
lenguaje, espacio, tiempo, transmisión, proporciones, por eso es tan difícil
transgredir.
Vivir fuera de época es ser un inadaptado, esto tiene grados,
precios, puede tener un camino hacia la locura. Que es la máxima inadaptación.
El espíritu de la época es la medida. Transgredir es el trabajo del artista:
drogas, vanguardias, ciencia ficción, utopías, Tolkien, Marx, Freud, si estas
historias sirven serán incorporado. El límite, es cuando terminan las palabras,
solo la autenticidad facilita atravesar los tiempos, fingir es difícil todo el
tiempo, se gasta mucha energía. El espectador se da cuenta enseguida del
engaño. Quizás se puede fabricar un modelo de mundo con algoritmos,
aparentemente estos grandes sistemas surgen de una serie de hechos fortuitos
que se hacen necesarios y se aceleran con el tiempo. Los imperios de la
antigüedad duraron mucho tiempo. Los istmos duran cada vez menos, las
religiones se adaptan a los tiempos, tienen una duración mayor. Estos modelos
recurren a todos los sentidos, son holístico. Se vive adentro produce un estilo
de vida, creencia, arte, moda, arquitectura, idioma. Encontrar una razón, un
sentido para, ganas para continuar, sacrificar, pero para eso tiene que haber
una luz al final del túnel. Se perdió todo eso con la finalización de los
ismos. La atomización de las religiones,
una dirección, para que donde, estamos viviendo una inercia las cosas caminan
porque caminan, perdimos la razón solo giramos en el vació por el impulso
anterior. Eso se nota cada vez más, repetir hasta la esperanza envejeció.
Viejos discursos, lo peor es que adivinamos que esto sucede y no podemos romper
la inercia, los científicos dicen que somos menos inteligentes que en el siglo
XIX. En ese época había porque serlo existía el progreso permanente. Los
nacionalismos hicieron que nos peleemos para elegir ese lugar donde queríamos
ir y la forma de llegar. En el equipaje nos llevamos a nosotros mismos. Nos
matamos, desorientamos, terminamos pensando solo en nosotros. Solo intereses,
no amigos, cómo nos enseñan las grandes potencias.
El loco es un producto, tratable, transformable, curable.
Para que sea un ser “útil” para la sociedad, alrededor de él se produjo una
industria, hospitales, medicamentos, profesionales, pensadores, para sacarlo de
su condición de loco. Se artista es ser productor, una letra hace la
diferencia, es útil al sistema de otro modo. Es incurable, porque no necesita
ser curado. No es una enfermedad, es una condición. Esto no significa que no
necesita ayuda cómo persona, que no sea curable cómo persona. Si no tenemos
cuidado podemos curar el arte. Que puede manifestarse como un síntoma de la
persona artista que necesita dejar de sufrir y que deje de manifestarse
destruyendo al artista y de ser el límite, que está dentro de la persona. Es
inseparable. Curar es una delicadísima operación peligrosísima, lograr
resultados positivos es un milagro. El terapeuta tiene que aplicar el arte de curar.
Para cualquier otro productor el producto es un medio de
vida, para el artista es la vida (Quique Barilari y Abby Barbour).
Ser artista es manifestar arte y a través de ella se lo
reconoce. Ser artista es muy fácil o es
imposible.
Ser artista, explica, ayuda a entender, da ejemplos,
contagia, luego vendrá la lucha para imponer el mensaje. Algunos serán llevados
en andas otros serán crucificados, todos desconfiaremos de los que le va fácil,
demasiado fácil, bien, demasiado rápido. Los que borran el camino para ser
únicos, los que no quieren ser ejemplo, son todos ejemplos, estrategias, para
ser queridos, para seducir. Los intelectuales necesitan engancharse con el
poder, no van a encontrar un espacio que viralice sus ideas, quedarán en una
zona gris en pequeños grupos de autoapoyo, muchos de estos evolucionarán juntos
con sus grupos. A medida que el poder muta, socialismo, liberalismo, fascismo
crea un producto intelectual, lenguajes para que la gente llegue a las ideas
masivamente. Hace falta apoyo político, una idea sin medio no cambia nada.
La evolución termina, cuando termina tu sueño. El cambio en
el caso del artista es cuando cambia su condición, el término se vuelve
delicado y diferente cómo enfermos, sirve o servir. Vitorio Gassman.
Sinceridad, a pesar de, la conducta intransigente paradigmática, el artista
mira al mundo desde la honestidad, el público necesita creer, estos emergentes
son creíbles porque tienen eso, a pesar de, no pueden ser de otra manera,
fingir los vuelve evidentes, la crisis viene cuando la gente no les cree, lo
sufren cómo rechazo, el mirador, lo mirado, si el mirador es artista lo mirado
será arte verdadero. Esta imposibilidad de fingir honestidad es la máxima
garantía, desde ahí se construye una obra, si hay otro que quiere compartir
participa, escuchando, mirando, apropiándose de un pedazo de este producto.
Cambiar conscientemente es vulnerar el espíritu, queremos ser engañados, pero
no nos gusta que nos engañen y desde este lugar aceptamos las mentiras, el
maltrato, aguantamos todo porque nos hacemos cómplices de ese núcleo, de lo
absolutamente verdadero, sobre lo que sea, entregamos nuestra confianza total,
por eso tiene que estar probado que no nos están engañado. Entregarse es la
máxima expresión de la confianza.
Todo se explica con números, somos parte de la ciencia
exacta, desmitificar, de construir, sincerar, nos llevó a este momento donde no
sabemos dónde poner lo inexplicable, lo imponderable, hablamos de resistencia,
de resistencia de adecuar lo indemostrable a la verdad científica, todo esto
pone a los humanistas en perdedores. Sabemos que las frías verdades son
indiscutibles, hay que buscar otro camino.
El artista, es explorador de las zonas grises, explica lo
inexplorado, hace comprender al mundo los nuevos espacios, devela los
misterios, hace conocer lo desconocido. Reciclando significados, modelos, para
así explicar a la gente y facilitar la ocupación de este desconocido que es el
espacio nuevo a conquistar. Las zonas grises son lugares por donde se expande
la humanidad, están los que sueñan la existencia de ellas. Los que ponen el
cuerpo para explorarlas, los pragmáticos que lucran transformándolas. Los
frutos de esta operación es la riqueza. Estas zonas pueden ser físicas,
intelectuales, fantasías, depende de quién aborde el tema. El artista vive en
el límite, conquista los territorios, vuelve trayendo noticias, amplía las
reglas de convivencia y a veces es castigado por su osadía por su impotencia de
vivir de otro modo.
Voluntad, sueños, el inconsciente, los sentimientos y quién
sabe cuantas cosas más. El artista utiliza su cuerpo como experimento, se
droga, tortura, se somete a pruebas, desafía, mutila, se castra para ser y hace
todo a pesar de si mismo. Quizás somos resultadistas, por no saber ser un
ciudadano ejemplar. Por eso nos confunden con los locos, por lo parecido de las
conductas.
A caminar por los caminos de la mente, ese órgano que compartimos con la humanidad y es tan único cómo una huella digital.
A caminar por los caminos de la mente, ese órgano que compartimos con la humanidad y es tan único cómo una huella digital.
Pedro
Roth.
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