Las Niñas sin Miedo, por Edwin Gamboa
Ph Sergio A García
Cuentan –y no mienten– que en la casa de los hombresmontaña
se juntan los elementos para conspirar: un espejo de agua como un ojo dirigido
a las nubes, ennegrecido y perdido para siempre, un ojo negro y profundo como
el de una vaca; la tierra generosa y cicatrizada de la loma que es hogar y
trabajo, memoria colectiva y resistencia; y un cielo abierto, anchísimo, en el
que golpea duro el viento y en el que no cesa la sinfonía más bien amistosa de
los perros.
Por eso dicen que en la casa de los hombresymujeres montaña
se domicila el aire, la tierra y el agua; se amalgaman los elementos.
¿Y el fuego, qué papel desempeña en toda esta festividad
elemental? El fuego está hecho de la materia de todos los sueños de los de la
loma, de las amas de casa, del desempleado, del ruso (nuestro ruso, no ruso
como el del mundial sino como el nuestro, el que va a pie contando monedas para
llegar a fin de día).
El fuego también lo ponen las Niñas sin miedo.
Somos una especie curiosa, que ama y teme. Tenemos en común
la fragilidad de la noche, el terror de los monstruos y de los fantasmas. Todos
tememos a algo, a alguien: en lo profundo de la intimidad de nuestra biografía,
todos nos sentimos desnudos y vulnerables, compartimos ese vértigo y
manifestamos sus mil caras. Imagina tu miedo, aquello ante lo cual se te
doblaría la panza de angustia, husméale el rostro por un momento a tus viejas
quimeras, tus fáciles demonios. Eso, el miedo, esa palabra gigante, se le ha
quedado chiquita a las Niñas sin Miedo que son el alegre fuego que cuida la
comunidad en el barrio Los Pinos, de Suacha.
Y ¿sabes? Decidieron enfrentar sus miedos aprendiendo a
montar en bici. Ellas, unas niñas. Entonces es por eso que ellas son el fuego,
porque nos enseñan que se puede. Con la enormidad de sus seis, de sus siete, de
sus ocho y más años, con la estricta sencillez y amplísima visión de una
pequeñita que sabe que existe el miedo y que sabe también de la grandeza de
enfrentarlo y que sabe además de la dicha, de la alegría fundacional que hay en
subirse a una bicicleta. Eso lo sabemos vos y yo, que hemos montado en bici. Y
si tú, que ahora me lees, no sabes de esa dicha pues súbete a una, carajo, que es
lo más hermoso del mundo.
Observa bien las fotos. ¿Ves su concentración para aprender
a reparar sus bicis? ¿reparaste en su mirada atenta y empoderada de saber que
saben y que disfrutan aprender cosas nuevas e importantes? ¿viste que en las
fotos están todos los elementos y conspiran?
Edwin Gamboa
*Edwin Gamboa es poeta
y profesor en Soacha, Colombia. No vamos a detenernos en el detalle del estado
de nuestra América latina, pero tal vez sí. Tal vez sea preciso detallar un
instante el valor superlativo de educar a una mujer sin temor en las tierras ajadas
de nuestro continente. El proyecto “Niñas sin Miedo” es organizado por Natalia Espitia quien dicta talleres donde se educa a las niñas en el uso y la
reparación de sus bicicletas, como herramienta de movimiento y libertad.
Más información: Niñas sin Miedo
Más información: Niñas sin Miedo
Muy, pero muy bueno
ResponderEliminarpura basura, que porquería de escrito
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