Nuestro embajador del jazz, por Juan Carlos Capurro
Estrella del Oriente no suele celebrar aniversarios. Ni el
propio. Pero recuerda. Hace ya unos años, cuando fundamos el colectivo, estaba
con nosotros Nano Herrera. Nano era hosco, enorme, en peso y pasiones, y sin
ninguna duda, el hombre que más supo de jazz en Argentina. Y de tango y de
música, porque el jazz no es un género, sino una manera de ver las cosas. No es
extraño que un hombre introvertido, lleno de amor y bondad, se interesase por
una música que nunca se cansa de transmitir, sin hacer alardes, su llamado
contra la opresión.
Nano no estaba en el jazz por vocación de snob o de tilingo,
sino porque entendía de lo que no se dice. Por eso era silencioso y cuando
decía, no eran frases de circunstancia. El fue amigo de algunos músicos. Miles
Davis (en cuyo homenaje nombró su programa de música "Alrededor de
medianoche", cuyas mejores versiones, por pacto sublime con el diablo, son
las de Miles) lo trató de igual. Cortázar también, como Hermeto Pascoal y Bill
Evans. Con ellos estuvo, tomó vino, y supo escuchar y ser escuchado. También lo
padeció a Piazzolla (era la única manera de conocerlo). De todos ellos nos
hablaba en aquellas primeras reuniones de Estrella del Oriente. Era fascinante
escuchar su manera sencilla de describir los encuentros con esos músicos (Cortázar también acariciaba una trompeta). De todos destacaba rasgos humanos
valorables, con la excepción de algún Gato; y aún en ese caso lo hacía con
ternura, nunca con bronca o desprecio: era demasiado grande para andar con
pequeñeces. No exagero si digo que nos nutrió de su profunda sensibilidad, que
había aprendido a expresar bajo la forma del blues. El era un blues que
caminaba, despacioso, cada mañana de miércoles, para venir a nuestra reunión.
Un día no vino. Supimos, poco después, que muy despaciosamente, se había
muerto.Nunca nos dijo que estaba
enfermo. Pero lo estaba, comprendimos después, y muy mal. Nunca se quejó. No
quería molestar con esas fruslerías a los amigos. Mejor poner la mejor música.
Le debo, en lo personal, una solidaridad de poeta: cuando
publiqué mi ensayo surrealista "Incendio en el Palacio de Tokio",
tuvo la deferencia de invitarme a su programa y, mientras escuchábamos a
Coltrane, me dejó y me hizo hablar solamente del libro, que había leído, y
alabó, en una generosa actitud. Eso también, ayudar, lo distinguió siempre como un hombre de
valor, sin estridencias
Él no sabe cómo lo extrañamos. Si se enterase, lo vería con
su enorme modestia, como una exageración.
No existe hoy un programa de música como el que él hacía. Ya
podrían en la radio sacar del archivo, si es que no está en un cuaderno que se
haya quemado, los programas de Nano, y pasarlos. Sería una buena forma de
disfrutar de una música que nos habla, como él, desde lo que apenas se dice;
nunca nada tiene tanta fuerza como aquello que se abre paso desde el amor por lo
que se hace. El amor también es una forma de protesta.
Juan Carlos Capurro
Me emocionaste con este recuerdo tan cálido y auténtico del Nano. Gracias
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