Esto no es un supermercado, por Juan Carlos Capurro

 


Lo bueno de las convenciones es que pueden ser rotas. Basta con negar lo que hasta ayer aceptábamos. Ese pedazo de cartón ya no es una espada; o al revés, esa parcela de celulosa ahora es un arma, y con ella enfrentamos a los piratas, que hasta hace apenas unos minutos eran nuestros compañeros de escuela.

Las convenciones sociales suelen ser más duraderas que los juegos. Su estructura se presenta sólida, con sus leyes y autoridades, sus engranajes económicos, sus planificaciones de viajes y el horario de los ferrocarriles.

Fue un artista el que afirmó, sin embargo, que "Todo lo sólido se desvanece en el aire".

En el colectivo Estrella del Oriente hace un año que estamos pensando el tema de las mercancías. Hemos llegado a descubrir su naturaleza metafísica, sus resabios teológicos y hasta la posibilidad de que, habiendo nacido mercancías, se conviertan en otra cosa, completamente alejada de su aceptación convencional, como producto de consumo.

No sabemos aún adonde nos conducirá este descubrimiento. Por ahora constatamos que los acumuladores compulsivos han tenido la virtud de hacer suyo el paradigma de Duchamp, convirtiendo al objeto de consumo en otra cosa. Ellos han abierto la puerta de un nuevo tipo de obra, aun sin ser conscientes de sus alcances. Nuestro objetivo es llevar este descubrimiento hasta sus últimas consecuencias.

La reciente apertura de una exposición de obras de arte en un supermercado chino, se inscribe en este programa artístico impulsado por nosotros.

Pedro Roth, miembro del colectivo, exhibe actualmente una retrospectiva en "Sol de Oriente", un super del barrio de Palermo. Las obras se mezclan con los productos ofrecidos. Un cuadro vibra junto a los envases plásticos del jugo de arándanos. Otro, de formato mediano, al lado de los paquetes de arroz Marolio. Una pequeña escultura se esconde junto a las botellas de los vinos más caros.

El estupor y el asombro de los clientes es directamente proporcional al que los recorre cuando ven los precios de los productos tradicionales. No solo miran las obras de arte, sin tocarlas. También hacen lo mismo con la mayoría de los productos ofrecidos. No es que no haya interés, sino que no hay suficiente dinero.

En este raro encuentro alquímico, Pedro Roth ha seguido otro camino de indagación sobre las mercancías. Si su venta es un servicio esencial, como lo declaró el gobierno, ¿No lo serán, también, las obras de arte?  ¿No es esencial que las personas puedan acceder a una oferta artística? En definitiva, su movimiento genera una iniciativa aún más inquietante: si es esencial como servicio tener abierto un lugar donde se exhiben mercancías, porque no - también- permitir la exhibición de obras de arte, hoy vedadas al público.

El supermercado acumula en sus estantes cientos de mercancías, esperando que realicen su valor, es decir que alguien las compre, pagando lo que valen. Mientras eso no ocurra, el supermercadista es, él también, un acumulador compulsivo, disfrazado de contribuyente del fisco. A diferencia del rechazo y persecución que reciben sus pares, por parte del Estado y algunos vecinos intemperantes, el supermercadista acumula, de lo más tranquilo, rodeado de amplio beneplácito estatal.

Rompiendo con esas convenciones, Pedro Roth interviene en el supermercado para permitir ver arte a aquellos a los que hasta ayer solo contemplaban rutinariamente las mercancías, acuciados por los precios. Al hacerlo, Roth le da otra dimensión a la propia mercancía. No podrá equipararse la belleza de uno de sus elaborados cuadros con un litro de leche, por la sencilla razón de que la obra de Roth puede ser consumida, allí mismo, por el cliente, sin ninguna restricción monetaria. No hace falta tener el dinero suficiente.

La jugada rothiana rompe así con el circulo vicioso D- M-D", dándole un nuevo valor de uso a la mercancía: el de sostener una tensión con las obras de arte exhibidas, formando un conjunto nuevo, en el que no es necesario tener dinero para ir al supermercado, 

No es casual que Roth haya elegido un supermercado chino para interferir las mercancías con su obra. Sus dueños saben ver lo que vendrá desde hace siglos. El hexagrama Wu Wang (Sin Desorden), inscripto en la entrada del local, establece que ha llegado el momento en que las cosas evolucionan, en un medio que les es propicio, de manera fluida.

Pero para los chinos, ningún hexagrama contiene un solo mensaje. En el de Wu Wang, también se advierte que los que no son justos con sus semejantes, cometerán una falta por inadvertencia que los llevará a la ruina.

 

Juan Carlos Capurro

 

Arte Esencial: Pedro Roth

Supermercado Sol Oriente, Lavalleja 1386, Palermo.

​Lunes a sábado de 9 a 21; domingos de 9 a 14 y de 17 a 21.


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