El gran recuperador de consignas, por Estrella del Oriente


La muerte de Juan Carlos Romero deja un vacío en la escena del arte local. Defensor del arte político, entendía que las cosas debían ser dichas directamente. Admitía cierta elipsis, porque usaba una  abstracción que las alejaba del panfleto y del " realismo socialista". Jugaba en el borde. Su voz fue siempre propia, algo que también lo destaca. La persistencia de su obra gráfica, emparentada con los carteles de los años setenta, se colocó como referencia de un mundo que fue modificado por la última dictadura. A través de su obra, ese mundo perdido nos interpelaba. En la época del Twitter, el insistía en usar la pared para manifestarse. Una forma poética de resistencia. Estrella del Oriente siente su partida por que Romero era un artista necesario. Le mandamos un enorme abrazo.

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Artista visual o, como el mismo se definió, «un activista de la vida», Juan Carlos Romero nació en el barrio proletario de Avellaneda en 1931 y falleció el pasado sábado en Bs. As.. Desde temprano, respondió a sus inquietudes artísticas haciendo varios cursos de dibujo, hasta transformarse en profesor superior de grabado. Su producción, fuertemente ligada a la gráfica y a la calle como vía de comunicación, pasó también por diferentes disciplinas, como instalaciones, performances, intervenciones públicas, arte correo, poesía visual y libros de artista.

Su práctica artística estuvo siempre ligada al cuestionamiento, la resistencia y la desarticulación de los aspectos cristalizados de las instituciones y del sistema de las artes visuales. Tal abordaje no solo lo demostró desde la propia realización, materialidad y sentidos de su trabajo, sino también en la politización de la actividad creativa en general y artística en particular.

Se formó como grabador en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, pero su concepción del grabado se desarrolló más allá de los cánones de esa técnica, porque experimentó en todos los niveles de realización, puesta en circulación, sentido, etcétera.

A mitad de los años cincuenta Romero empieza exhibir su obra en salones de grabado. En 1964 es invitado a participar del Premio Braque y también recibe el Gran Premio de Grabado en el XIII Salón Municipal Manuel Belgrano.

Entre 1975 y 1976 fue secretario general del Sindicato Único de Artistas Plásticos y docente en instituciones públicas antes y después de la dictadura militar, período en el que estuvo proscripto. De 1982 a 1985, dirigió el Museo de Telecomunicaciones (de joven había sido operario de Entel y dirigente sindical). Tras los primeros pasos en el arte cinético, influido por los trabajos de Victor Vasarely y Jesús Soto, integró el equipo de la revista de poesía visual fundada por Eduardo Vigo en La Plata, Diagonal Cero. También participó de Arte Gráfico-Grupo Buenos Aires, que desplegaba acciones en el espacio público que él denominaba "gráfica situacional".

En los años 80 formó parte de otro grupo platense, Escombros: Artistas de lo que queda, junto con Luis Pazos, Horacio D'Alessandro, David Edward y Héctor Puppo. Obras y manifiestos de Escombros se conservan en el Museo Castagnino-Macro, como los famosos afiches de la serie Violencia.


La obra de Romero no sólo supone la politización en términos de denuncia sino también en los aspectos formales. Así, el tratamiento de los materiales y el sentido se potencian, porque en su trabajo el planteo estético y la efectividad de la denuncia encuentran un canal  potente y al mismo tiempo crudamente bello. La fuerza del mensaje artístico –a través del uso del esténcil, lo que garantizaba la velocidad de reproducción– se descompone en una serie de elementos: pertinencia, experimentación, sentido de la oportunidad, actualidad, situación contextual, modos de circulación, y así siguiendo… combinación difícil de encontrar en esta vertiente, donde la urgencia hace que el mensaje impere sobre la forma. Precisamente, Romero combinaba lucidez política con riesgo artístico, lo cual permite que su obra perdure y siga creciendo.

“El arte (decía Romero en una de sus entrevistas) es un trabajo constante. Desde el comienzo hasta que se termina, uno está trabajando con él, conviviendo con el mundo externo, que es muy pesado, denso, lleno de contradicciones, y con el mundo interno, que es el mundo donde se produce la obra. El arte es indefinible. Lo que sí se puede definir es lo que genera en uno, y a mí me genera una forma de liberación con respecto a las distintas maneras de represión y alienación contemporáneas. Por eso hay mucha gente que se dedica al arte: locos, humildes, gente con guita, personas de distintas actitudes y sectores sociales. El arte los separa del mundo represor en el que vivimos, porque vivimos en un mundo represor.”

Recibió distinciones internacionales como los primeros premios del Salón de Dibujo de Santo Domingo (1997) y del Premio de Poesía Visual Joan Brossa, en España).

Fue docente de la Escuela Superior de Artes de la Universidad Nacional de La Plata, la Escuela de Arte de Luján, la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, la Universidad Nacional de las Artes.

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