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Mostrando entradas de enero, 2019

Sirena, por Irene Gruss

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Ahora que todavía puedes, canta tu delirio; después, sirena encantada por marinos atados a un poste, después, sirena de voz dulce y corazón tenebroso, incapaz de sostener no la nota sino la cordura –elige el mar, no el barco–, después, elegir será más tarde que inútil: tu canto, sirena, te desviará a ti misma, te perderás ahí en cubierta, en la orilla o allá, en tu casa. Aprovecha la garganta, ahora que no tienes pies en la tierra, marea y ensordece el oído del humano hasta que se canse, hasta que te canses, y el estruendo sea como el de un barco que encalla en el ojo de la tormenta, no en el sonido cabal de la tormenta. O canta esa suave y triste canción que te sabes de memoria, hasta que el agua misma se confunda, o aquella que habla de cosas alegres, cosas que duran, cosas reales, imaginarias, y tu voz suene tan real o imaginaria que consterne. Hazlo ahora, sirena, ahora que la prudencia, como la noche, llama

Sobre el gusto literario, por Leonel Livchits

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Para la crítica no había dudas: era una de las apuestas más audaces de la narrativa contemporánea, un clásico de la nueva literatura en cualquier lengua, una obra que a pesar de la juventud de su autor gozaba ya de un público internacional, una nueva y espléndida manifestación del alto grado de madurez a la que había llegado la narrativa latinoamericana. Pero el libro era una bazofia. Claro que este tipo de juicios abren la puerta a –y tal vez excedan- una teoría de la literatura. Nos remitimos a ese fin a un diálogo olvidado entre dos personajes de Oscar Wilde preocupados por la estética: CYRIL (frente a una biblioteca vacía e una casa de campo de Nottinghamshire): Mi querido Vivian, juzgar a un libro es inútil porque la literatura sólo existe en el recuerdo. Un libro abierto en una habitación vacía es como una biblioteca repleta en un mundo habitado por artrópodos. Imaginemos, a los fines de la experimentación, un grupo compuesto por diez personas en el que la mitad son

La cuesta de las comadres, por Juan Rulfo

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Rulfo: Maestro, soy yo, Rulfo. Que bueno que ya llegó. Usted sabe como lo estimamos y lo admiramos. Borges: Finalmente, Rulfo. Ya no puedo ver un país, pero lo puedo escuchar. Y escucho tanta amabilidad. Ya había olvidado la verdadera dimensión de esta gran costumbre. Pero no me llame Borges y menos «maestro», dígame Jorge Luis. Rulfo: Qué amable. Usted dígame entonces Juan. Borges: Le voy a ser sincero. Me gusta más Juan que Jorge Luis, con sus cuatro letras tan breves y tan definitivas. La brevedad ha sido siempre una de mis predilecciones. Rulfo: No, eso sí que no. Juan cualquiera, pero Jorge Luis, sólo Borges. Borges: Usted tan atento como siempre. Dígame, ¿cómo ha estado últimamente? Rulfo: ¿Yo? Pues muriéndome, muriéndome por ahí. Borges: Entonces no le ha ido tan mal. Rulfo: ¿Cómo así? Borges: Imagínese, don Juan, lo desdichado que seríamos si fuéramos inmortales. Rulfo: Sí, verdad. Después anda uno por ahí muerto haciendo como si est

Todas Las Religiones Son Una (La Voz de uno gritando en el Desierto), William Blake

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EL ARGUMENTO Ya que el verdadero método del conocimiento es la experiencia, la verdadera facultad del conocer debe ser la facultad que experimenta. Esta es la facultad de la que yo trato. PRIMER PRINCIPIO Que el Genio Poético es el Hombre verdadero, y que el cuerpo o forma exteriorizada del Hombre se deriva del Genio Poético. Asimismo, que las formas de todas las cosas se derivan de su Genio, que por los Antiguos era llamado Ángel, Espíritu o Demonio. SEGUNDO PRINCIPIO Tal como todos los hombres son semejantes en la forma exteriorizada, Así (y con la misma variedad infinita) todos los hombres son semejantes en Genio Poético. TERCER PRINCIPIO Ningún hombre puede escribir o hablar desde su corazón, pero debe tender a la verdad. Por lo tanto todas las sectas de la Filosofía provienen del Genio Poético adaptado a la debilidad de cada individuo. CUARTO PRINCIPIO Tal como ninguno por viajar en tierras conocidas puede averiguar lo desconocido,

Pito Catalán... Micro relato, por Agnes Hooft

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PITO CATALÁN -Te envío este conjunto de textos. Espero tu opinión. Pasan dos días... -Sí, me pareció todo muy interesante... Silencio de meditación... - Pudiste leer "El ahorcado estaba cansado" ? Unas horas más tarde... -Sí, lo leí, pero no pude contestarte,  porque me dio la loca y saque un pasaje para Barcelona. Me voy mañana. NOCHES PERFECTAS Nany es una mujer emprendedora. Desde hace un tiempo vende lencería erótica en su casa. Organiza reuniones con las madres del  colegio y a pesar que el negocio anda bien, ella decidió expandirse en el mercado con un nuevo producto. Diseñó unas “escafandras anti flatos”. Son una especie de pasamontañas de tela con agujeros en los ojos y que a la altura de la nariz, tienen un neutralizador para los olores. Para disimular el aspecto fantasmagórico de quien las use, las confeccionó de distintos colores.Verdes para flatos causados por la ingesta de verduras, blancas para harinas, marrones para carne

Esa lenta belleza, por Juan Carlos Capurro

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Cuando uno va más adentro, se cierra, muy despacio. Se hace más denso, más poblado; y al hacerse más sólido, parece más profundo. La falta de luz, sin embargo, ayuda a percibir mejor las formas. Las formas no se repiten: son otras, cada vez más difíciles de entender, de clasificar. Aquello que quedó atrás, al entrar, ya no significa lo mismo. Vamos, como La Gradiva, hacia adelante, sin recordar por donde entramos, ni porqué. Nos preocupa lo que veremos, a medida que vamos viendo, mareados por la belleza. No estamos inquietos; solamente curiosos. Sabemos que en algún momento encontraremos el límite. La luz del día, que se filtra -por momentos- allá arriba, da seguridad: estamos en la tierra; y si cae la tarde, y si llega la noche, serán entonces las estrellas. Pero hemos entrado sin alguien que nos guíe; sin saber el camino. Lo vivimos como un signo de relativo coraje. Sabemos que hay un contorno, que debe haber huellas de otros pasos y, quizás, también haya otras persona

El cóndor pasa, por María Negro

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Qué habrá mirado Jaime Torres cuando cerraba sus ojos. La música no es sólo matemática. Necesita ser descubierta en el alma del instrumento, oída en la intimidad de cada parte de su posibilidad. El charango es, según Jaime, el mejor amigo del hombre que camina la puna cantando al sol a y su soledad. Un compañero. Un cómplice. Este cómplice, esta herramienta de expresividad, no está al alcance del Jaime muchacho que convive con migrantes italianos en un conventillo del centro. Entonces, para iniciar el camino que convirtió al coyita en charanguista, su padre trabajará con paciencia la madera, hasta lograr con sus propias manos el milagro del pan y las diez cuerdas. Conocía la madera, cuenta Jaime, pero sobre todo conocía a fondo el amor. Acá, sin dudas, es donde debió comenzar ese pequeño milagro. Como un niño recién nacido, el charango de Jaime tiene el alma acariciada. Ha llegado a la vida por y para él. Jaime hará de esa infinita capacidad de sonidos su espacio