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Mostrando entradas de noviembre, 2022

Unicorn Wars | Semana de Sitges

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  Un campamento de ositos amorosos se entrena para una posible batalla contra los unicornios. Dos hermanos, uno entrañable y el otro desalmado, forman parte de este peculiar ejército, al que envían al frente en una peligrosa misión. La nueva película de Alberto Vázquez es una feliz locura, que mezcla la fantasía con lo bélico y que aboca iconos de la ternura al terreno de la oscuridad. “La película española más sorprendente del año no solo aprovecha las pautas del cine de guerra para subvertir la imagen de lo bondadoso, sino que da la vuelta a la idea de un cine de dibujos animados. La película evidencia muchas ideas de la cultura pop que a menudo han estado enterradas entre líneas, como una concepción queer de los aparentemente asexuados personajes de cierta animación. (…) Unicorn Wars saca esta oscuridad del subtexto y la sitúa en un primer plano para hablar de algo tan humano como la maldad y su reverso”. (Violeta Kovacsics, Cinemanía). (91’; DCP). Unicorn Wars (España/Francia, 2022

El agua rueda, por Rubén de León

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El agua rueda sobre el río- concepto que no es el mismo porque nunca lo ha sido. Rueda debajo un ruido.  No es el agua que canta ni tintiniar de espuelas ni el sonar de campanas. No es susurros de niños. Es fluir  encriptado donde la luz no llega. El rodar va arrastrando cascotes devenidos  esferoides o formas oblongas. El baqueano del fuego dice haber escuchado el aullar de las hojas los grititos del pasto  las articulaciones de las ramas  quebrarse. Las pesadillas de los pájaros. El pueblo clama al río aparecido. El fuego se le viene al humo. Rubén De León  

En la soledad del camino de los árboles, por Juan Carlos Capurro

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  Uno nunca sabe lo que le espera cuando concurre a una cena. La frustración nace de las expectativas, siempre desmesuradas. Al menos en mi caso. Vivo idealizando a las personas.   En aquel verano de 1980, asistí a una cena, invitado por dos hermanas, voluntarias de la Cruz Roja de París. Simpáticas, a la manera parisina. Prometían todo. Una de ellas me gustó mucho. Imaginé su inteligencia. O mejor dicho, la establecí en mi corazón: alguien solidario y altruista no puede ser sino un ser maravilloso. Un alma gemela. Una amiga en perspectiva. Un amor latente. La otra hermana, generosa también, sonriente, más distante, concurrió con su nuevo novio. Un médico afgano muy afable. La composición orgánica de la reunión me colocaba como pareja natural de la hermana restante. Eso fue lo que creí, con mi narcisismo de argentino peinado a la gomina de un tango que ya nadie baila. Pero no adelantemos.  La cena comenzó con unas empanaditas muy gauchas. Sentí que había algo de la patria en esa ofrend

La figurita, por Marcelo Rubio

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  Esta historia termina con una cámara de fotos y un hombre en camiseta dando la espalda a la tribuna vacía. Después de la muerte de mi tío Humberto, su biblioteca permaneció cerrada por diez años. Elvira, la esposa, solía decir que ese cuarto era el templo sagrado de Humberto. Cumplidos ya mis veinte años logré el permiso para abrir aquella puerta y conocer el sitio místico. Discos de jazz y música clásica habían esperado todo este tiempo en una de las paredes. El resto estaban ocupadas por libros de política, economía, filosofía, ficción, novelas. Sobre el escritorio había quedado una hoja membretada. Bajo las iniciales H.R. se podía leer “Estimado Dr. Antonio Zúñiga”. Vacié el cajón central y encontré un abrecartas, el sello de mi tío y un álbum de figuritas “Estrellas del fútbol Argentino, 1975”. No pude evitar sonreír, el viejo había sido un intelectual brillante pero con diversiones de pibe. En el 75 él tenía más de cuarenta años. En el interior del álbum había un sobre de

Llueve en Okinawa, por Juan Carlos Capurro

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  Son como pequeñas luces de fuego. Caen del cielo. La niña mira esa lluvia intermitente que lanzan los aviones. El napalm quema los arrozales. Hay que huir. La niña huye de Okinawa con sus padres. Suben al primer barco posible. Adonde sea. Llegan a Buenos Aires, donde del cielo llueve trigo. Junto a otros okinawenses, fundan una tintorería en la Avenida Canning. La niña se hace mujer. Y se casa con un joven japonés. Tienen cuatro hijos varones. Uno de ellos, César, sin renegar de la tintorería, siguiendo la antigua tradición de la familia de su madre, se convierte en samurai. Con una diferencia; César no lucha para un señor feudal, sino junto a los trabajadores. Durante una hora que pasa sin que podamos advertirlo, tres personas nos transportan a la vida de Cesar Arakaki, protagonista de "Tintorero", obra dirigida por Iván Moschner, con escenografía de Luciana Morcillo.  Las tres fuentes de la obra, su director, su actor y su escenógrafa, constituyen un colectivo indisoluble

Tintorero, el actor y su espejo, por Enrique Morcillo

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  La obra, autoría de Iván Moschner, es un unipersonal con una peculiaridad distintiva. El protagonista es el actor César Arakaki que se interpreta a sí mismo. El teatro tiene una convención que consiste en que los actores hacen un personaje que el público acepta que no se trata del actor sino de ese personaje. En este caso esa convención tiene un “ ricorsi ” algo inusual: César Arakaki hace de César Arakaki. Esa complejidad le otorga a la obra un valor adicional, alguien que representa su drama y lo expone para conocimiento público. Arakaki fue preso en diciembre de 2017 por haber participado de la movilización realizada en la Plaza de los dos Congresos contra la aprobación de la legislación previsional que dañaba la vida de los jubilados y anticipaba el tratamiento de la reforma laboral, también en carpeta, del gobierno de Macri. La obra aborda el recuerdo de la represión y de las condiciones oprobiosas de detención, la liberación gestionada por sus abogados y el inicio de una causa