Godzilla en México, por Roberto Bolaño

 

 

Godzilla en México

 

Atiende esto, hijo mío: las bombas caían

sobre la Ciudad de México

pero nadie se daba cuenta.

El aire llevó el veneno a través

de las calles y las ventanas abiertas.

Tú acababas de comer y veías en la tele

los dibujos animados.

Yo leía en la habitación de al lado

cuando supe que íbamos a morir.

Pese al mareo y las náuseas me arrastré

hasta el comedor y te encontré en el suelo.

Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba

y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte

sino que íbamos a iniciar un viaje,

uno más, juntos, y que no tuvieras miedo.

Al marcharse, la muerte ni siquiera

nos cerró los ojos.

¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,

¿hormigas, abejas, cifras equivocadas

en la gran sopa podrida del azar?

Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,

héroes públicos y secretos.

 

*

Sucio, mal vestido

 

En el camino de los perros mi alma encontró

a mi corazón. Destrozado, pero vivo,

sucio, mal vestido y lleno de amor.

En el camino de los perros, allí donde no quiere ir nadie.

Un camino que sólo recorren los poetas

cuando ya no les queda nada por hacer.

¡Pero yo tenía tantas cosas que hacer todavía!

Y sin embargo allí estaba: haciéndome matar

por las hormigas rojas y también

por las hormigas negras, recorriendo las aldeas

vacías: el espanto que se elevaba

hasta tocar las estrellas.

Un chileno educado en México lo puede soportar todo,

pensaba, pero no era verdad.

Por las noches mi corazón lloraba. El río del ser, decían

unos labios afiebrados que luego descubrí eran los míos,

el río del ser, el río del ser, el éxtasis

que se pliega en la ribera de estas aldeas abandonadas.

Sumulistas y teólogos, adivinadores

y salteadores de caminos emergieron

como realidades acuáticas en medio de una realidad metálica.

Sólo la fiebre y la poesía provocan visiones.

Sólo el amor y la memoria.

No estos caminos ni estas llanuras.

No estos laberintos.

Hasta que por fin mi alma encontró a mi corazón.

Estaba enfermo, es cierto, pero estaba vivo.

*

La suerte

 

Él venía de una semana de trabajo en el campo

en casa de un hijo de puta y era diciembre o enero,

no lo recuerdo, pero hacía frío y al llegar a Barcelona la nieve

comenzó a caer y él tomó el metro y llegó hasta la esquina

de la casa de su amiga y la llamó por teléfono para que

bajara y viera la nieve. Una noche hermosa, sin duda,

y su amiga lo invitó a tomar café y luego hicieron el amor

y conversaron y mucho después él se quedó dormido y soñó

que llegaba a una casa en el campo y caía la nieve

detrás de la casa, detrás de las montañas, caía la nieve

y él se encontraba atrapado en el valle y llamaba por teléfono

a su amiga y la voz fría (¡fría pero amable!) le decía

que de ese hoyo inmaculado no salía ni el más valiente

a menos que tuviera mucha suerte.

 

*

 

 

 

Intentaré olvidar...                         

 

                                                       Jus lo front port vostra bella semblanza

                                                                                                  Jordi de Sant Jordi

 

Intentaré olvidar                  Un cuerpo que apareció durante la nevada

Cuando todos estábamos solos               En el parque, en el montículo detrás

de las canchas de básket                  Dije detente y se volvió:

un rostro blanco encendido por un noble corazón           Nunca

había visto tanta belleza             La luna se distanciaba de la tierra

De lejos llegaba el ruido de los coches en la autovía: gente

que regresaba a casa              Todos vivíamos en un anuncio

de televisión hasta que ella apartó las sucesivas

cortinas de nieve y me dejó ver su rostro: el dolor

y la belleza del mundo en su mirada              Vi huellas

diminutas sobre la nieve                Sentí el viento helado en la cara

En el otro extremo del parque alguien hacía señales

con una linterna               Cada copo de nieve estaba vivo

Cada huevo de insecto estaba vivo y soñaba              Pensé: ahora

me voy a quedar solo para siempre              Pero la nieve caía

y caía y ella no se alejaba

 

*

 

 

 

Lluvia

 

Llueve y tú dices es como si las nubes

lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras

el paso. ¿Como si esas nubes escuálidas lloraran?

Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia,

esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo?

La Naturaleza oculta algunos de sus procedimientos

en el Misterio, su hermanastro. Así esta tarde

que consideras similar a una tarde del fin del mundo

más pronto de lo que crees te parecerá tan sólo

una tarde melancólica, una tarde de soledad perdida

en la memoria: el espejo de la Naturaleza. O bien

la olvidarás. Ni la lluvia, ni el llanto, ni tus pasos

que resuenan en el camino del acantilado importan;

Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya

en los parabrisas de los coches estacionados a lo largo

del Paseo Marítimo. Pero no puedes perderte.

 
 
Roberto Bolaño
Extraido de Poesía Reunida

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