Esa belleza, por John Berger
El deseo sexual, si es recíproco, origina un complot de dos
personas que hacen frente al resto de los complots que hay en el mundo. Es una
conspiración de dos.
El plan es ofrecer al otro un respiro ante el dolor del
mundo. No la felicidad sino un descanso físico ante la enorme responsabilidad
de los cuerpos hacia el dolor.
En todo deseo hay tanta compasión como apetito. Sea cual sea
la proporción, las dos cosas se ensartan juntas. El deseo es inconcebible sin
una herida. Si hubiera alguien sin heridas en este mundo, viviría sin deseo.
El cuerpo humano realiza proezas, posee gracia, picardía,
dignidad y otras muchas capacidades, pero también resulta intrínsecamente
trágico como no lo es ningún cuerpo de animal (ningún animal está desnudo).
El deseo anhela proteger al cuerpo amado de la tragedia que
encarna y, lo que es más, se cree capaz. La conspiración consiste en crear
juntos un espacio, un lugar de exención, necesariamente temporal, de la herida
incurable de la que es depositaria la carne. Ese lugar es el interior del otro
cuerpo. La conspiración consiste en deslizarse al interior del otro, allí donde
no se les pueda encontrar. El deseo es un intercambio de escondites. (hablar de
"volver al útero" es una vulgar simplificación).
Tocar una pierna con mano de amante. Que sea para excitar o
para relajar no supone diferencia alguna. El tacto aspira a alcanzar, más allá
del fémur, la tibia o el peroné, el propio corazón de la pierna, y el amante
completo espera acompañar ese gesto y habitar en él. No hay altruismo en el
deseo. Al principio están implicados dos cuerpos y la exención, siempre y
cuando se logre, los protege a ambos. La exención es inevitablemente breve, y
sin embargo, lo promete todo. La exención suprime la brevedad y con ella las
penas asociadas a la angustia de lo efímero.
Ante la mirada de una tercera persona, el deseo es un breve
paréntesis. Desde dentro, una inmanencia y una entrada en la plenitud.
Normalmente la plenitud se considera una acumulación. El deseo revela que es un
despojamiento: la plenitud de un silencio, de una oscuridad.
John Berger
Muy pero muy bueno. Gracias no conocía este texto
ResponderEliminarSiempre he considerado al sexo como un instrumento para asomarse al misterio del universo y para comprender por breves instantes, paradójicamente, la eternidad. Ahora entiendo porqué.
ResponderEliminarEstoy muy agradecida de haber encontrado este texto, me encantó como tiene las palabras exactas para describir tan majestuoso momento que es la intimidad sexual.
ResponderEliminarLos modos de producir intimidad y darle valor a lo compartido, siempre son bellos. Y la sexualidad es un modo más. En este mundo de hiperexposición será una aventura desafiante para nuestros sentidos.
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