El campo, la ciudad y el tango, por Enrique Morcillo

 


En el origen de nuestra civilización occidental, un poeta tomó un instrumento musical y cantó. Así, con su lira en la mano, el poeta gestó la lírica. En las ferias medievales un trovador con su laúd  cantaba sus versos a los que iban  a vender y comprar. 

En estas tierras, el poema identitario de los argentinos comienza así: Aquí me pongo a cantar al compás de la vigüela.  El Martín Fierro, cuya primera edición data de 1872, tiene por protagonista a un gaucho payador que reproduce en las pulperías la práctica del trovador medieval y del primer vate de nuestra tradición cultural. En 1884 Rafael Obligado publica el poema La Muerte del Payador en el que Santos Vega, legendario payador de las pampas, es vencido por Juan Sin Ropa (Lucifer). 

Uno representa el pasado: El Gaucho, Lucifer el progreso. 

¿Qué había pasado?

En coincidencia con la primera edición del Martín Fierro en 1872 se produce la batalla de San Carlos, en Bolívar, donde es vencido el Cacique Calfulcurá. Se establece el dominio definitivo de los estancieros y comerciantes de Buenos Aires con la campaña del desierto conducida por Roca, designado presidente de la Nación en 1880. Se consolida, hasta 1916, el dominio del partido de Roca y de la oligarquía terrateniente. Ya durante el gobierno de Rosas regía el cumplimiento de la boleta de conchabo para los trabajadores rurales que, si no la poseían, eran enviados a la frontera como cuenta el Martín Fierro

Derrotados los indios, los gauchos que no se adaptan al despotismo de los patrones no tienen otro lugar para migrar que las ciudades. El sentido de la libertad del gaucho es expresado por el hijo de Martín Fierro, que está preso, y le dice "¡Qué diera yo por tener un caballo en que montar y una pampa en que correr!" Esa posibilidad ya no existía. La organización de las estancias, como unidades de producción capitalista, cumple con el triunfo de Juan Sin Ropa (Lucifer) y la derrota del gaucho.

El gaucho que migra hacia la ciudad y se establece -en principio- en la orilla, pierde el caballo pero no el facón. 

Se va a transformar en el primer sujeto social del tango: El compadrito. 

Los límites entre el campo y la ciudad son entonces difusos. Así el gran payador Gabino Ezeiza nace en San Telmo y muere en Floresta. Lo que no es óbice para que fuera famoso en la campaña que recorría pueblo por pueblo -como las giras que luego harán Gardel y Razzano- y que incluso lo llevaran a la Banda Oriental, donde venció en una payada memorable cantando “Heroico Paysandú”.

El compadrito es ladrón, estafador, tahúr o trabaja de carrero, gallero, canfinflero, o matón; y rememorando las cuadreras es vareador, jockey o peón en los studs. Todas estas actividades están presentes en los primeros tangos. Los corralones con las chatas, los reñideros, las academias y los peringundines; los comités donde tallaban los barras y culatas de entonces. Las carreras de caballos en los hipódromos son los escenarios frecuentes de los tangos de la guardia vieja. También, y muy importante, el lugar de confluencia de los criollos y los gringos: el conventillo. El gaucho, que ya no existe como tal, sigue presente en el tango como una añoranza, del mismo modo que las nostalgias de los inmigrantes. 

Todavía en la década del '40 Espósito, nacido en Campana, expresa en imágenes rurales sus sentimientos. Si Gardel, Azucena Maisani y Corsini habían nacido en la vieja Europa; Arolas en Barracas, Charlo en Guatrache, Nelly Omar en Guamini, Maderna en Pehuajó y Di Sarli en Bahia Blanca. La mixtura que exhibe el conventillo está bien representada en la escena del tango.

El campo, la orilla, el arrabal, el barrio y el centro estarán presentes en el género -sin contradicción- expresando la gestación dinámica de una sociedad compleja y fascinante por su diversidad.

Termino diciendo, como los últimos versos del Martín Fierro, "Mas naides se crea ofendido/pues a ninguno incomodo/y si canto de este modo por encontrarlo oportuno/no es para mal de ninguno sino para bien de todos".



Enrique Morcillo


Ilustración: Martín Fierro, Florencio Molina Campos



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