M, por Luna Malfatti



Febrero, 2029. Tiraste a la basura un peluche de tortuga.

Diciembre, 2028.  M. no volvió a contestar tus llamadas y mensajes. Tampoco te abrió la puerta cuando fuiste a visitarla.
Te empezó a molestar la mancha borrosa en tu muñeca.

Noviembre, 2028. M. publicó en sus redes que estaba embarazada.
Te bloqueó cuando le mandaste un mensaje de felicitaciones. 
Terminaste la carrera de diseño gráfico. Tus papás te pusieron en contacto con amigos y conocidos, por lo que no tardaste en conseguir un trabajo.

Septiembre, 2028. M. te recomendó un departamento no muy lejos de tu universidad. Aceptaste un trabajo como mesera para pagar el alquiler. No aguantaste mucho y renunciaste. Llamaste a M. llorando y te dijo que por unos días podías vivir con ella.
El novio de M. era bastante más joven. Te gustaba tocarle las rodillas huesudas por debajo de la mesa cuando comían. Él le contó a M. y ella, antes de echarte, convenció a tus papás de que te ibas a esmerar en la universidad, así que aceptaron que volvieras a vivir con ellos.

Agosto, 2028. M. te dijo que se iba a vivir con su novio. No recordabas que tuviera uno.
Tus papás te preguntaron por qué no te habías recibido todavía. Les dijiste que el hecho de que ellos hubieran terminado la carrera en cuatro años no implicaba que vos tuvieras que ser igual. Te contestaron que si no te ponías las pilas, no pensaban seguir pagándote el alquiler.

Febrero, 2026. M. empezó clases de baile contemporáneo. Te hizo una demostración de un paso que le había costado mucho perfeccionar y le dijiste que era bastante gracioso.
Te cruzaste con el hermano de M. en la universidad. Empezaste a salir por unas semanas con él. Fuiste feliz. Te decepcionó mucho cuando te dijo que estaba harto de que lo visitaras todos los días.
Creíste haber perdido el peluche de tortuga. Lloraste de alivio cuando lo encontraste entre tu cama y la pared.

Julio, 2025. M. empezó a vivir sola. 
Les pediste a tus papás que te ayudaran a alquilar un departamento.
Tuviste un perro. Te olvidabas de bañarlo y te cansaba que rompiera los sillones y no aprendiera a usar la caja de arena. Lo regalaste.
Encontraste al hermano de M. en un boliche. Por ahí se te olvidó, o por ahí estabas muy en pedo, pero no sabías que tenía dieciséis. Parecía de dieciocho.

Abril, 2025. M. te contó que su tía había abierto otra sucursal del negocio, y que le dejaba administrar a ella la tienda de ropa original. 
Estuviste con un chico, convencida de que era el amor de tu vida. Trataste de convencerlo para que no te dejara diciéndole que estabas embarazada, pero no te creyó.
Lloraste abrazando como podías al peluche de tortuga, aferrándolo con las dos manos y acunándolo contra tus clavículas.

Octubre, 2024. M. sacó el carnet de conducir. Te llevó de paseo en el auto del padre, y te dio algunas clases  de manejo. Cuando rayaste un poco la puerta por pasar demasiado cerca de una moto estacionada, te consoló diciendo que ella había abollado el auto en la parte de atrás.
Saliste mucho con tus amigos de la universidad. 
Quedaste libre en muchas materias. Pensaste en dejar la carrera, pero M. te convenció para que siguieras, que con un título iba a ser más fácil encontrar trabajo.

Abril, 2023. M. empezó a trabajar en la tienda de ropa de su tía a la tarde, cuando salía del colegio. La visitabas para charlar, y le pedías que te hiciera precio. M. se ponía nerviosa al principio, pero después la convencías. 
La tía te sonreía cuando te veía, pero un día te pidió que fueras a otra tienda. La puteaste, y después de eso no te animaste a volver a la casa de M.
Empezaste la universidad. Las clases te aburrían, pero tus compañeros eran bastante divertidos.

Diciembre, 2022. M. te dijo que no sabía qué estudiar, que probablemente algún familiar le conseguiría trabajo. Vos le dijiste que siempre supiste que querías ser diseñadora gráfica y no le contaste que tus papás siempre te habían insistido con que la carrera era linda, y que si no ibas a la universidad te ibas a tener que buscar un laburo, porque no te pensaban seguir pagando las salidas a los boliches.  

Noviembre, 2021. M. te prestó el DNI de su prima para que pudieras entrar en un boliche. Lloraste todo el día siguiente porque te dolía la cabeza y no te acordabas con quien habías cogido en los baños. 
M. te consiguió la pastilla del día después y compró helado, que comieron mientras miraban “Shrek” por enésima vez.
Le mostraste el peluche de tortuga y se rio. Dijo que de chiquita le gustaba abrazarlo cuando se ponía triste, y que ahora servía para ayudarte a vos.

Octubre, 2020. M. te contó que su abuela había muerto por Covid. No supiste qué responderle, así que al final no lo hiciste.
Saliste al centro con un chico que conociste en internet. Se besaron y te pasaste los días siguientes pensando que tal vez te habías contagiado y que por tu culpa toda tu familia se iba a morir.

Mayo, 2020. M. te ayudó con las tareas durante las clases virtuales, porque siempre te quedabas dormida.
Llorabas todo el tiempo porque sentías que la pandemia te estaba arruinando la adolescencia. 

Agosto, 2019. M. dejó las clases de danza contemporánea. Te dijo que tenía que estudiar y no le quedaba tiempo. 
Tu mamá te dijo que la familia de M. se había gastado mucha plata en el viaje a Brasil.
Te pusiste de novia con un compañero, pero te aburrió que solamente hablara de videojuegos y que le diera vergüenza darte la mano en público. Lo dejaste a la semana siguiente.
Invitaste a M. y a su novio a tus quince, pero ella no fue porque estaba engripada. Besaste a su novio. La llamaste para contárselo, llorando. M. te dijo que igual, era un pelotudo. Y lo dejó.

Julio, 2019. M. se fue a Brasil en las vacaciones de invierno.
Te quebraste la muñeca cuando aprendías a andar en moto y tus papás te cagaron a pedos, pero no tanto porque la moto no se rompió.
Te hiciste un tatuaje en la muñeca sana con el nombre de tu banda favorita. 

Agosto, 2017. M. y su grupo de baile ganaron un concurso y salieron en una revista local. Le dijiste que en la foto no se veía bien su cara, que el fotógrafo era un tarado. M. dijo que ella no se había dado cuenta, pero que podía ser.
Al peluche de tortuga se le salió uno de los ojos. Le cosiste un botón que era negro y más o menos del mismo tamaño. 

Marzo, 2018. M. se puso de novia.
Empezaste la secundaria. El primer día de clases, miraste a todos los chicos que se te cruzaron, preguntándote cuál de ellos podría convertirse en el amor de tu vida.
 
Mayo, 2016.  M. te regaló una pulsera de amistad que ella misma había hecho. La usaste unos días y después se te perdió. 
Empezaste a menstruar. Tu mamá te dijo que ya eras una mujercita.
Escondiste el peluche de tortuga en un cajón y tiraste la mayoría de tus juguetes. No querías que tu pieza pareciera la de una nena.

Junio, 2014. M. te invitó a su cumpleaños. Le dijiste que bailaba gracioso. Empezó a ir a clases de danzas urbanas.
Te gustaba dibujarte los brazos con marcador, como si fueran tatuajes.

Septiembre, 2013. M. te contó que a la seño de Plástica le habían gustado tanto sus flores de papel que las iban a usar para decorar el patio el 21 de septiembre.
Te eligieron como reina de primavera. El rey fue un nene que te gustaba y que aceptó darte un beso durante el recreo. Al otro día se la pasó jugando al fútbol con sus amigos, sin mirarte. 

Enero, 2013. M. se dejó un juguete en tu casa. Un peluche de tortuga que era un poco más grande que tu mano, y que le había venido con la cajita de un McDonald’s de Buenos Aires. Vos nunca habías ido a McDonald's ni a Buenos Aires.
Conociste al hermanito de M. Jugando con él, se te rompió un juguete con teclas de colores y sonidos de animales. La mamá de M. sonrió y dijo que no pasaba nada.

Noviembre, 2012. M. comenzó a acercarse para charlar con vos todos los recreos y a la salida. Te contaba sobre las comidas que le preparaba su abuela, que le gustaba mirar “Los Backyardigans” y que su gato era malo porque nunca se dejaba acariciar.
Les decías a tus amigas que te daba penita echarla. 
Tu mamá empezó a charlar con la mamá de M. Tu mamá invitó a M. a casa.

Octubre, 2012. Unas amigas tuyas estaban tirándole el pelo a una nena de primero que tenía moco sobre el labio y las manos llenas de tierra. Les ofreciste jugar con tus barbies y la dejaron en paz. 
Después la nena se te acercó en el recreo y te ofreció galletas. Le dijiste que esa marca no te gustaba. Se puso triste y, para que no llorara, le aceptaste una. 
La nena dijo que se llamaba M. Intuíste que ibas a tener que soportarla por un par de días.


 

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