Rimbaud, la amarga belleza, por Juan Carlos Capurro


Arthur Rimbaud (dibujo) - Daniel Santoro


Antes de Rimbaud estaban los brujos de las tribus. Hablaban de lo mismo. Palabras puestas en un cuenco de piedra, sacrificio de pequeños agánulos o de proteínas de mar, según las zonas.
Rimbaud fue parido por la tribu francesa de los reaccionaires, gestada en el Termidor y alimentada por una loba lujosa, fría como una noche francesa de invierno. Rimbaud no siguió los consejos. Compro un revólver, asalto a varios aristócratas ciegos que pedían limosna cerca de Notre Dame y luego, con el dinero así juntado (varias piezas de oro, y otras de plata) se dedicó a beber mientras relataba lo que había visto. Cuando término de enumerar sus predicciones se quedo callado. Vino entonces una bruja que era cantante cara de hielo, de apellido italiano,  y se lo llevo a su casa, donde vive actualmente escondido en el sótano, sin que el marido sospeche que quizás sea cornudo. No hay confirmación de un engaño, pero si de un ocultamiento.

Rimbaud vive en la rue Jacob.
Ya no es el mismo.
Pero lo que dejo escrito resiste inclusive las pésimas traducciones existentes.
El tuvo a la belleza entre sus piernas y la encontró amarga.
Sigue pensando lo mismo...


Juan Carlos Capurro

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