Ser o estar vivo, por María Negro


Aunque la lengua anglosajona diga lo contrario, ser y estar son dos verbos muy diferentes.
Estar vivo, es una capacidad que abarca desde los árboles, pasando por las aguas hasta llegar a nosotros. Estar vivo es una capacidad biológica, necesita que algunas funciones cumplan su cometido y es suficiente. “Ser” ya nos coloca en otro dilema. ¿Cómo “seremos vivos” sin derramarnos en el intento? Alfredo Piro muestra un luminoso camino de poesía y música donde “Ser” es lo imprescindible.
Podría tratarse, simplemente, del nombre de su nuevo disco, sin embargo es la oración que concentra el sentido profundo del verbo Ser en la música. Se es en presente, y la música de Alfredo Piro se materializa en el presente, sin melancolías de un pasado “mejor”. La poesía y la música, nuevamente, son esas amantes para nada extrañas que danzan en un rito desalambrado que puede, por ejemplo, saltar en un reggae a un Discepolo , pero mucho más allá del Siglo XX. Tal vez por eso, porque ya sabemos que los calefones patean las biblias, es que las versiones de Alfredo gozan de la salud de un recién nacido. 

Claro que no es lo mismo aquello que llamamos ‘cover’, las versiones son otras canciones compuestas sobre la base de una poesía que ya fue canción. Estallando desde el Océano (Sumo), Ropa Sucia (Los Redondos) o Cambalache son algunas de estas versiones que Alfredo rockea con pasión en un presente donde somos, donde se es, donde no está planeado dejar de serlo.
Con una guitarra electroacústica (tres guitarras electroacústicas, un contrabajo y una batería con músicos impecables, para ser exactos), Alfredo, portador de una voz trabajada con el cuidado y la altura de un músico de cámara, deslumbra cual Elvis marplatense al desplegar las alas de ese pájaro que guarda su cuerpo, ese que entiende que ser y estar son cosas tan distintas. Ese que sabe ser por el camino de la palabra, de la armonía, de la pasión.

Alfredo Piro ha logrado, con Ser Vivo, mucho más que su octavo disco. Ha compuesto un manifiesto sobre la belleza, sobre el amor, sobre las más íntimas emociones, valiéndose de su palabra y de todas las palabras que fueran necesarias; alzando alto y lejos el canto de nuestras pocas certezas y nuestro océano de dudas.
Porque la duda, es inherente al ser. Secreto escondido debajo de cada acorde, que nos queda como un pichoncito de futuro al que habremos de sostener con ternura para poner a salvo, en este tiempo, al verdadero fuego.


María Negro


http://www.alfredopiro.com.ar/

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