La brevedad del cuento, Por Augusto Monterroso



Por mi formación literaria escogí el cuento. Hay otra cosa que se pueden decir sobre esto. En América Latina se practica mucho más el cuento que en Europa, por ejemplo. ¿Las razones? Pues bien: por dificultades de edición, de publicar novelas por la falta de editoriales. El cuento se practicó porque podía refugiarse en revistas y periódicos. Eso a lo largo de todo el continente. Así que por una necesidad real, el escritor latinoamericano escoge el cuento. No porque considere que el cuento es un paso a la novela o porque sea un género menor. Al contrario, el cuento se respeta muchísimo y se le considera como una obra de arte. Por lo menos es lo que me ha pasado a mí.

Soy autodidacta y empecé a estudiar desde muy joven literatura universal. Comencé por la literatura española, la de los siglos de Oro. Leía mucho a Cervantes, Quevedo, las primeras ediciones de las obras de Gracián. Durante años me encerré en la Biblioteca Nacional de Guatemala, porque tenía la idea de que si me convertiría en escritor, debía conocer mi idioma. Le dediqué muchos años a mi formación. Fueron, han sido y seguirán siendo todavía muchas las horas de lectura y reflexión. Tuve que ir a la biblioteca porque era muy pobre y no tenía dinero para comprar libros nuevos. Así es que por obligación leí sólo clásicos. Eso me llevó a estudios más antiguos: a la literatura latina y a la griega, a las cuales me aficioné enormemente. Desde los griegos y los latinos la brevedad fue muy apreciada. Especialmente en la literatura latina se recomendaba la brevedad, la concisión y sobre todo el trabajo artístico. Creo que eso explica un poco su pregunta.

Aquel que se aventura a escribir cuentos, asume también el reto de hacer, de crear una obra de arte perdurable. En mi caso y en el de varios cuentistas latinoamericanos, buscamos que nuestros cuentos se relean. Hubo un concepto del cuento como materia deshechable. Se leía el cuento y ahí se acababa todo. Y es que muchos cuentos latinoamericanos y europeos se basaban en un final sorpresivo. La receta estaba obsoleta. Nuestro trabajo es el de hacer obras que sean releídas. Se trabaja un cuento como se trabaja una novela. El cuento debe ser denso, intenso, desde la primera hasta la última línea. No importa el final ni importa la historia. Importa la historia por la forma en que esté contada.

En un momento, Bárbara Jacobs y yo hicimos la “Antología del cuento triste”. Primero reflexionamos sobre el género cuento y lo relacionamos con la vida. Y encontramos que la vida presenta muchas facetas tristes, que la vida, vista profundamente, es triste, y esto por razones que no valen la pena mencionar ahora. Así que, cuando un cuento es bueno, es cuando ha retratado bien la vida. Si retrata bien la vida y la vida es triste, pues el cuento será triste también. Es simplemente un punto de vista personal.


Augusto Monterroso



Fuente: http://www.casadeletras.com.ar/blog/la-brevedad-del-cuento/

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