De quien decimos tanto, por Roberto Ncar
La madre en su sillón roba ronquidos al amor.
Braman los tejidos una canción multicolor-
Hay quien entra chupando una paleta.
Nadie le dice nada. Todos están guardando rabia
para un próximo incidente. La mariposa del mar,
de quien hablamos tanto,
llora en alemán una nostalgia mayagüezana.
Sana su herida juntando playas.
Qué no digan. Qué no digan. Sana a pesar
del qué dirán. Qué no digan. Ya dijimos. De
quien decimos tanto. La mariposa
del mar lleva los ojos, sus piernas, algas,
sus brazos oh sus brazos, brasas.
Brasas en los ojos que del mar lleva
la sombra a abreviar bellezas junto
al indómito corcel de su tronco desnudo rabiando
soles obreros, carne de reloj. En la hora
del receso, del mar la mariposa,
donde posa su esplendor
de quien decimos tanto
donde reposa la esposa de su seso
abierto al aire de un resplandor
bajo la yedra del deseo, ¿dónde?
La mariposa del mar ríe su cerveza.
Cansada está de tanta tierra.
Anda buscándome por el mangle.
Yo, la madre en su sillón robando
ronquidos a la noche de amor.
Ay ayer cuantos ojos nos vieron escuchar
el duelo de sus alas, mar y pozo, mar
de huevo, con de mi puerto sin zozobra
de mi muy hambre sin espejos
mi señor que posa su mar en mi mareo
de vuelta al segundo viaje de su fuego,
abriéndome de par en par el hueco
por donde él entra y sale, dueño completo
del hoyo de mi espalda.
Del hoyo de siempre, del hoy de los días todos,
del yo que escondo a los demás.
Está de más. La mariposa del mar.
Muy señor mío.
De quien decimos tanto. Ya lo dije.
Basta. Hasta mañana.
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