El otro lado del vento, por Juan Carlos Capurro

 


En la famosa plataforma de cine, puede verse la última película de Orson Welles, "El otro lado del viento". Para quienes no conozcan mucho al autor, recomiendo el libro del director Peter Bogdanovich sobre su obra. Welles debutó con una gran película, "El ciudadano". Las siguientes fueron todas muy buenas. Pero la primera opacó, con su brillo, a las siguientes. Ese éxito comercial no fue fácil de igualar en toda su carrera.

Esto condenó a Welles a exiliarse, finalmente, en Europa. En su país lo rechazaban por su carácter altanero y su genialidad. Decían que sus proyectos no eran comerciales. Él quería hacer obras de arte y los productores, dinero.

Su última película es, en sí, tema para otra película. 

La financiación provino del hermano del Sha de Irán. Fatídicamente para Welles, los Ayatollahs sacaron del poder a este señor. Desde entonces se abrió un juicio en Francia para que le dieran a Welles su material filmado. El hermano del Sha quería dinero. Welles alegó que, mientras se discutía el dinero, le diesen las latas de lo filmado para montar la película. La justicia francesa falló a favor del iraní, alegando que el dueño de una obra es el que la produce y no el que la crea. ¡Qué tal! Francia, faro de la cultura...empresarial.

En medio de esta situación, Welles se murió sin poder terminar la película.
Ahora, no se sabe muy bien cómo, hubo un acuerdo. Le dieron el material a otra productora. Se montó el film siguiendo las instrucciones de Welles, o eso dicen. Y puede verse en Netflix.

La película no es fácil. Se maneja en dos planos. Uno, que cuenta las últimas horas de vida de un viejo director (John Houston). Otro, que muestra la película que está por estrenar ese director. La primera es en blanco y negro. Se entrecruzan.

La mayoría de la crítica estuvo en contra del film. En general, tanto críticos como actores y cineastas, coinciden en que no se entiende qué quiso decir Welles con este film.

Es de destacar que, desde su fundación, el cine no pretende "decir" nada. La salida de la fábrica de los hermanos Lumière no es un alegato, ni explica. El cine no es literatura. Se acerca más, como bien sostiene Pasolini, a la poesía.

Aclarado esto, queremos afirmar que, aún no siendo una película fácil de ver, es un film de una fuerza y bellezas cargadas de futuro. Como todo lo que hizo Welles.

El  tema del ocaso del director - principal desarrollo formal de la obra- muestra a fondo la mezquindad del negocio del cine. La brutalidad de sus personajes, incluyendo al propio director, presentado como un manipulador.  Muestra la banalidad, el vacío, la descomposición. Pero sin calificarlas. Con humor. Están. Que cada cual haga lo quiera con lo que ve, como lo hace Welles en la propia filmación, de tipo "documental".

La otra parte del film, que es el film que el protagonista "hizo",  es un caleidoscopio de erotismo, por momentos muy bello, que no tiene ni argumento entendible ni forma  cinematográfica convencional. La novia de Welles, Aja Kodar, es allí la estrella. Tiene con qué. Los que la rodean son muñecos humanos, que ni actuar saben. Kodar tampoco, pero es tan bella, que en algunas escenas entendemos plenamente el objetivo del director. Yo no puedo con esto, parece pensar. Pero ustedes tampoco...

El contrapunto del film es la muerte y la decadencia espiritual, ante la belleza plena de los cuerpos. El deseo como animal insuperable que nunca está satisfecho. La escena de los baños en un club nocturno es muy elaborada. Hay otra en un auto bajo la lluvia que es grotesca en su supuesto goce. Conociendo lo bien que filmaba Welles, todo está hecho a propósito.

Welles quiere desconcertarnos y desagradarnos. Lo logra.

Pero luego de ver la película, empezamos a ordenar lo que queda de ella. Y el resultado es maravilloso. Empezamos a quererla. A disfrutarla.

Ese pequeño milagro ocurre a pesar del Sha, de su hermano maula, de los Ayatollahs, y de la muy abotagada y mucho más maula que los anteriores: la justicia francesa.

Welles hace cine. El que quiera entender de qué se trata una película, tiene otras cuatro mil seiscientas setenta y tres para ver en Netflix.


Juan Carlos Capurro



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