La árbol total, por María Negro


































La vida es breve, sin importar cuánto dure. Pero esa certeza que nos acompaña desde que tomamos conciencia, no es suficientemente convincente, y nos sumergimos en una vida de responsabilidades y aburrimiento, de placeres pequeños, de un solo pliego.
Pocas personas van a lograr escapar a este mandato. Y cuando digo que van a lograrlo me refiero a que van a lograr que su vida se multiplique en cientos de vidas, de grandes historias con principio y final dentro de una vida. Así de pronto serán oficinistas y luego equilibristas de circo para morir como médico de campaña en el África.
Tal cual la vida de Susana Esther Soba, una viajera irrenunciable por su patria en el tiempo. Una constructora de múltiples existencias en el breve tiempo del ser.
Maestra, amante, amada, pintora, escultora, poeta, Susana no quiso dejar un solo sentimiento sin explorar, sin explotar.
Collage 


Si, sin explotar, señora de fuego nacida bajo la constelación de Tauro en esta Balvanera donde escribo. De la que no sabremos nada hasta que se convierta en una niña que migre con sus padres al pueblo de Saladillo, donde arraigará amores y furias, crecimiento y frustración.
El juego, que ocupa un lugar primordial en su obra, está dentro de ella como un duende que busca nacer. Será docente, como corresponde a una señorita de bien. Y ese mismo duende se expresará en rebeldía, eso que en la docencia de un pueblo se paga con el destierro, con el trabajo rural que a Susana le daría tiempo para comenzar a garabatear su mirada. La poeta Susana es nacida en este tiempo. Y no dejará de asombrarse, de cuestionar severamente la hipocresía terrateniente que la rodea, castigándola con sus palabras. El Marqués de Sade escribía teatro para escandalizar a la burguesía de su propio espejo, Susana toma fuerte el arma de la poesía con el mismo fin. Los enfrenta, la maestrita rural defiende su condición de mujer y exige respeto. Mediados de 1930, 1940, tal vez. El mundo en guerra y Susana también.
Funda el primer colectivo feminista del pueblo, activista por los derechos humanos, se transforma en una de las periodistas más respetadas mientras avanza la mirada inquisidora sobre ella. Se la desprecia por la libertad con la cual Susana vive su vida intensamente, solo por su condición de mujer.

La Ofrenda


A eso, Susana responde con más arte. Ahora con esculturas, collages surrealistas y pinturas también, logrando en ellas un elevado perfume a la obra de Remedios Varo. Pero la obra de arte real siempre es su sonrisa, juran quienes la conocieron, que era su profunda marca. Susana era adorada por sus amigos. Su casa era espacio de festejos y encuentros, de tertulias interminables, de elevados encuentros artísticos que los vecinos acusaban de orgiásticos, como si eso fuera algún tipo de acusación.
Deben de haberlo sido. Hamlet Lima Quintana, Bruzzone y Quinquela se encontraban entre sus amigos. Una noche entre los mejores artistas de una generación disfrutando el arte como placer y no como mercancía, debe ser completamente similar a una orgía.

La represión


El amor con Norberto Parrondo llegará en la vida adulta, con el bosque recorrido que no ha logrado apagar esa mirada de nena inquieta. Con Parrondo emprenderán un tiempo de viajes por todo el mundo, donde Susana comenzará su colección de arte que hoy se conserva en la casa-museo. Un recorrido por las expresiones artísticas de múltiples comunidades que solo expresan el respeto y la admiración hacia el trabajo del ser humano, hacía su capacidad de “contar la vida” a través del arte. Entonces, Susana deslumbrada por la maravilla del ser humano, asienta su colección en Saladillo mientras el cuerpo vuela de país en país, de poema en poema, de cromo a cromo.
La niñita de bien que estudió para maestra, nunca quiso atarse los cordones. Y para evitar esa discusión, se movía descalza por el pueblo. La imagino sonriendo frente a la escandalizada mirada de los vecinos. Todo lo que no nos debilita, nos fortalece. Susana hizo de ese desprecio, su propio cuento. Prefirió las túnicas a la pollera antes de la rodilla. Hizo de su cuerpo y de su vida, su propia bandera de batalla.

La vida es breve, Susana hizo del tiempo el jugo del que libaría libertina, hasta la última gota.

“Nacida herida, como todo artista, golpeada por la visión de un mundo dramático e injusto, mantengo permanentemente mis convicciones, mi espíritu de lucha, mis tozudas esperanzas.
Comparto con el poeta cuando dice que: ‘En la casa de la poesía no permanece nada que no haya sido escrito con la sangre para ser escuchado con la sangre’.
Perseguida muchas veces, celebrada muchas más, participo permanentemente de la ancha y profunda alegría de vivir.
Me escudo en ella y ella me protege como el escudo de los antiguos guerreros.
Por lo demás confieso que acabo de nacer.
Y que no moriré nunca.”

www.susanaesthersoba.com.ar

Fundación Soba Parrondo – Casa Susana Esther Soba
Información: @fundacion.sobaparrondo


María Negro

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