San Valentín, las Lupercales y el amor romántico, por María Negro


Durante siglos los romanos festejaron las fiestas Lupercales, festividades de fertilidad con una importante carga de violencia (y libertad) sexual, el 15 de febrero. En el año 496 (498, según algunos historiadores) el Papa Gelasio I, desbordado por la situación, prohíbe las fiestas Lupercales e instaura el 14 de febrero como el Día del santoral a San Valentín (médico -de existencia discutible- ejecutado en Roma que casaba soldados) en honor al amor puro y desinteresado, mártir y celestial, lejos de toda carnalidad.
Si bien esta fecha fue quitada del santoral en el año 1969, se ha ido convirtiendo en una fecha emblemática y comercial de defensa del amor romántico, del amor parido como concepto desde la desigualdad, la sumisión y la desilusión como método.

El amor romántico, esa idea de amor en un estado de idealización constante, es fatídico.
Anula, por definición, la objetividad en la mirada hacia otro. El amor romántico es la defensa de la ceguera, cuando el encuentro con los seres humanos es exactamente por el contrario un episodio de profunda visión.

Nos han moldeado para defender al matrimonio, al noviazgo, a los vínculos como instituciones. Defenderlos de nuestros sueños individuales, de nuestras aspiraciones "egoístas" cuando somos llamadas a parir los hijos que nos regale la vida, tantos como sean. Defenderlo de sus propios límites, de los “trapitos sucios” que solo se “lavan en casa”.
La cocina es el espacio donde son felices las princesas que cocinan perdices. Nos enseñaron que el respeto es un lugar que se hace al lado de un príncipe azul. Que es en los ojos y en los brazos de ese príncipe donde estará el reconocimiento. Somos, nos han construido, para ser las consortes.
No las protagonistas.
Las consortes.
Consortes felices de serlo. Contentas de estar casadas, porque no han quedado para “vestir santos”, definición ma-ra-vi-llo-sa de la mirada hacia la mujer que no contrajo matrimonio, o que decidió no ser madre. Se ha de quedar para ocuparse de los muertos, la vida es para las que logran que un hombre las lleve de la mano a recorrerla.

Qué joda bárbara cuando los príncipes se sacan las princesas de encima a cuchilladas. Cuando el objeto que supieron construir del ser mujer puede ser vulnerado en cientos de formas a pesar de sus denuncias, de sus intentos desesperados por rescatar su humanidad, las estadísticas avanzan aberrantes. Una mujer es asesinada cada 18 horas en Argentina.

Muchas Bellas Durmientes no reciben bombones, amanecen atadas en el Ceamse. Las Cenicientas se mueren de frío en las veredas de Constitución. Los santos del romanticismo miran para otro lado cada vez que una princesa se atreve a decir que no es feliz. La Justicia mira para otro lado cada vez que una princesa se atreve a denunciar que el príncipe la maltrata.

Y se atreven. Y denuncian. Y se reconstruyen. En el tiempo en que las estadísticas avanzan aberrantes, las mujeres transitamos un camino de reconstrucción del que no tengo registro. Nos reconocemos. Nos abrazamos. Nos organizamos sin diferencia de género, con nuestros amores tangibles y concretos,  con la certidumbre de haber descubierto, en el amor real, la alquimia necesaria entre los sueños y la vigilia; entre la complicidad y las lealtades; lejísimo de la idealización adornada con flores y perfumes. Pegadito a esto que parece ser crecer juntos, como una sola especie. Sin la bendición de santos ni paganos.
Con un profundo amor por la vida.


María Negro

Comentarios

  1. Muy bueno!!Además de la justa y clara denuncia del lugar a que se nos relegado, a como se nos ha sometido por siglos de siglos, miren que era aburrido el Valentin, con o sin santidad!!!

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  2. Sigo pensando lo mismo. Solo que en lugar de muy bueno lo encuentro excelente. Serala madurez?


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  3. Muy bueno y cierto......San Valentín ¡ Por favor !

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