“Netflix salvó a muchas parejas”, un reportaje a Lucrecia Martel


Durante una charla en el festival FICCI, en Colombia, Lucrecia Martel habló sobre su cine, la industria, el favoritismo por las series y la corrección política.

por Gustavo Nielsen*

Desde el jueves 1 al lunes 5 de marzo estuve invitado al FICCI 58, el Festival de Cine de Cartagena de Indias. Además de ver muchas películas interesantes, pude escuchar a Lucrecia Martel dar una conferencia magistral, lo que en Colombia llaman “conversatorio”. Entre las proyecciones vi, entre tantas, la extraordinaria Las herederas, del director paraguayo Marcelo Martinessi, una película con una pareja de lesbianas en la tercera edad que se llevó todos los premios (mi voto nunca suele ni acercarse al de la crítica especializada, pero en este caso la historia es demasiado buena para no coincidir). Sal del colombiano William Vega, también fue muy interesante. En el final tiene este parlamento: “¿Para qué quieres un padre? Vos le dirás desgraciado y él te dirá desagradecido. Esa es toda la relación”. Uf.

Me quedé con ganas de ver Matar a Jesús, el policial sicológico de Laura Mora, también colombiana, que sacó el premio del público. Espero que las traigan al Bafici.

Lo que sigue es la desgrabación de algunos temas que tocó Martel en su exposición. Los subtítulos son míos, las fotos de Moira Sanjurjo. Es un texto largo, pero vale la pena. El título es: “El artificio revelador de lo real”. Los dejo con Lucrecia.


EL ENCIERRO


“Tengo la esperanza de que en el futuro mis películas se vean como las comedias que quise hacer. Le puse los títulos más Clase B que encontré. Desgraciadamente todo el cine de autor cae en la categoría de “intelectual”, que es la forma como el mainstream lo devuelve: la de películas aburridas. Como si no tuviéramos inteligencia para hacer el cine lleno de points de las películas Netflix. Lo que yo hice desgraciadamente cayó en la categoría mainstream. No sirvió que se llamaran La ciénaga, La niña santa, La mujer sin cabeza.

La gente cree que mis películas documentan el encierro porque hago planos cortos, y por el diseño de sonido que utilizo. La idea que trabajamos con Guido, el sonidista, es que para construir el universo de una película no necesitamos escuchar todo. Tampoco ver todo: ahora salimos de la cocina, ahora estamos en el living, ahora salimos al jardín. Eso que en cine se llama “toma de establecimiento”. Da la impresión, en mis películas, de que nadie sabe cómo llegó ahí, o dónde está. Yo me organizo para que los personajes arrastren el sonido y el espacio, entonces no necesito adelantarme con el espacio. El personaje va a arrastrar todo eso con su presencia.”


LOS DIÁLOGOS


“No sé por qué los cineastas tenemos tan mal oído. Los personajes en el cine se ven obligados a decir lo que no dirían en una conversación en la vida real. No se me ocurre quién pudo haber tenido alguna vez un diálogo de telenovela amorosa. “Yo te quiero, José Alberto”. No sé quién tiene tanta claridad en los sentimientos, más bien pasa lo contrario: normalmente se esconde lo que debería decirse. Por eso es muy importante escuchar la omisión, lo que es difícil de hablar, lo que se supone porque se comparte; todo eso es lo más significativo de un diálogo. La forma sonora que emitimos es muchas veces más expresiva que el sentido de las palabras.

Una de las maneras de dominar a las civilizaciones es quitarle poder y fuerza a la palabra oral. La escritura es un filtro. La palabra escrita y la educación en la palabra escrita son filtros que dejan un montón de credibilidad afuera. El cine en particular es, por ahora, una manifestación de la clase media blanca. Últimamente repito esto en todos lados, porque me parece obvio y se dice poco. La pobreza que padece hoy el cine se debe a que no incluye a otras clases sociales. ¿Quién de los espectadores de esta sala vive en un barrio carenciado? Levanten la mano, por favor. Nadie. Porque el cine no está representando a los pobres, ni tiene el mismo interés para toda la gente. El cine es una máquina más de exclusión. Excluye la creatividad de la lengua de otros barrios, de otras personas menos privilegiadas socialmente que nosotros. Eso lo hace poco interesante. Tenemos un continente variadísimo con colores y tonalidades de piel y miren cómo son las películas nuestras. Sí, las mías incluidas.

Todo esto surge de las lenguas que no escuchamos. Es muy difícil quedarse tranquilo si uno escucha y mira. No se puede vivir tranquilo cuando se sabe que los de las otras barriadas tienen tantos problemas. El gran dilema existente entre lo que se dice y lo que no se dice es la necesidad de no escuchar. La educación también sirve a este fin: por momentos revela, por momentos oculta. Y la parte que oculta suele ser enorme.”


EL PROPÓSITO POLÍTICO


“Lo peor son los buenos sentimientos. El bien y lo que creemos que es el bien es la peor dimensión para el cineasta. La gente buena, las buenas intenciones; de esas desgracias está plagado nuestro mundo. A veces, ante la imposibilidad de ser crítico con uno mismo, de tratar de enaltecer, sale el “ser políticamente bueno”. Están los que van a filmar a los que tienen otra situación, otras dificultades, otro espacio tiempo tratando de justificarlo todo, ser complaciente y un poco demagógico. Y también los que van a confirmar que los pobres son chorros, asesinos y brutos.

Supongamos que jugamos en el equipo de los buenos. ¿Estamos intentando suavizar la miseria de los demás llevando cámaras a los lugares de indigencia? Hay tanta originalidad, tantas cosas nuevas afuera de mi barrio… ¡Filmémoslas! Lograr algo interesante con eso es muy difícil. Yo hago un gran esfuerzo todo el tiempo por sacudir mi propia estupidez, pero es dificilísimo no caer, teniendo una cámara en la mano, en uno de esos dos prototipos que he nombrado. Incluso es difícil ser crítico con la gente del barrio de uno.

Si esta dificultad no se puede entender por sensibilidad social, se debería poder entender por problemas de producción cinematográfica. Vean este ejemplo: escena de un personaje que se va a bañar. ¿Cuántos planos necesito para contarla? Es invierno. El personaje sale de la cama cuando suena el despertador, va al baño, se rasca, abre la canilla de agua caliente de la ducha y se baña. Ese espacio tiempo que tengo para contar debe llevar veinte segundos de acción real, y capaz que lo puedo contar en cinco. O, si me quiero detener en el agua de la ducha para hacerme la artista, treinta segundos.

Ahora veamos qué difícil es hablar del otro cuando el espacio tiempo es diferente. Estoy en un barrio, no muy lejano, en el que no hay agua corriente, y quiero hacer una secuencia de una persona que se baña. ¿Cuántas tomas necesito para lograrlo? La persona se levanta, se viste, va a un lugar a buscar agua que a lo mejor queda a trescientos, cuatrocientos metros. Carga con baldes. Vuelve, enciende fuego, calienta parte en una cacerola, porque dije que es invierno. ¿Cuánto lleva traer el agua? ¿Cuánto, calentarla?

Lo que nos distancia es el uso de un espacio y un tiempo sumamente distintos. ¿Voy a ir yo con mis ideas a contar el espacio tiempo del otro? Esa persona tarda en empezar a bañarse más de media hora: lo que yo hago en veinte segundos. El abismo es político, por supuesto, pero también filosófico. Para poder atravesar esa situación –y estoy hablando de un acto sencillísimo como bañarse, no de criar a los hijos, ni de expectativas de vida– tendría que cambiar mi forma de ver las cosas. ¿Cómo podría con mis ideas acerca del día a día ir a filmar eso con buen ojo? ¿No sería mejor conseguir que esa realidad fuera expresada por la propia clase social que la vive y sufre? Desde el punto de vista de la clase media blanca, prácticamente ya conocemos casi todo. Hay que intentar que se generen discursos desde sectores nuevos, porque si no vamos a seguir embarrados en la misma cosa.”


FESTIVALES Y CRÍTICA


“Hay una forma de legitimar o deslegitimar las películas por los festivales en los que han participado. Esa tontera la vi en notas, incluso de críticos inteligentísimos, que empiezan a agredir una película porque participó de tal o cual festival latinoamericano. Tenemos un grave problema de subestimación. Lo que voy a decir va a parecer algo de los años setenta, pero sinceramente hay un problema enorme que nosotros compartimos, al no re circular nuestras culturas, ya sean libros o películas. Por eso tenemos la sensación de que en nuestros países no hacemos nada. Esto pasa en Argentina, en México, en República Dominicana, en Chile, o acá en Colombia.

Hace poco me tuve que quedar varada cuatro semanas en Los Angeles, y fui a ver una muestra de arte latinoamericano en el Getty con obras que ni me imaginaba que existían. Productos de una sofisticación de diseño y de una calidad técnica asombrosa. Cuando pensamos en el pasado, la sofisticación siempre viene del lado de los egipcios o los griegos, nunca de nosotros. Y miren que yo soy de las que le importan un bledo el Himno Nacional y la escarapela, sin embargo hay un gran desconocimiento de lo que hicimos o podemos hacer. Es un tema de nosotros frente a los otros… y no que siempre las ideas del norte valgan más.

La homogeneidad me angustia. La homogeneidad de la cultura latinoamericana que siempre está subestimada a la que circula con más fuerza. Yo me siento un poco fuera del mundo criticando estas cosas, pero cuando veo el Halloween en los shoppings, no sé bien qué pensar. Compramos calabazas de plástico, telas de araña de plástico… Nuestro día de los muertos era mucho más divertido, porque era de veras aterrador. Mi abuela lo organizó una vez en mi casa natal, fue inolvidable. Sirvió en la mesa del comedor una cena caliente para todos los muertos de la familia, y cerró la puerta con llave. Yo tenía cinco años y sabía que todos los muertos que no había conocido, pero un poco quería conocer, estaban ahí reunidos, cenando.

No hay nada más inesperado, lleno de estructuras narrativas novedosas, lleno de corrimiento de los lugares comunes, que andar por la calle mirando y escuchando. Sobre todo escuchando. Cómo funciona nuestro barrio, nuestra familia, las cosas que creíamos saber de memoria, y no.”


LAS SERIES


“En la escuela de cine donde voy están todos locos con las series. Hay gente de publicidad que me ha llamado para producir “contenidos”. ¿Qué es contenido?, les digo. No saben. Es algo que se parece bastante a otra cosa que ya está hecha y que se parece bastante a las series. Veo a un montón de gente talentosa en Argentina tratando de encontrar alguna forma de filmar series de narcos, por ejemplo. Veo a gente joven, que siempre fue la más disruptiva, la que más chance tiene de meterse en líos, enamorados de las series, viendo cómo se les ocurre otro Black Mirror…

No creo que algo interesante pueda surgir de esa concepción. El cine documental, el experimental, habían llegado a unas complejidades culturales y narrativas increíbles. Ahora estamos yendo para atrás. Y no hablo de algunas obras muy bien contadas, como Twin Peaks. A David Lynch lo tienen en la jaula de los locos y le dejan hacer lo que quiera, pero no es la norma.

Las series están para resolverle la vida sexual a un montón de parejas. Creo que el gran propósito de las series ha sido salvar a la familia moderna. Conozco mucha gente que se debería haber separado y siguen juntos gracias a Netflix.”


LOS PREMIOS


“Los medios dicen que las películas salen a “dar pelea” en los festivales. Habría que hacer un festival donde las películas no se pelearan, ¿no? Que las películas dialoguen, pero no compitan. Quiero un festival donde solamente las celebren. Pensemos en una película hecha por un chico con muy poco dinero, que posiblemente tenga algunos problemas técnicos, puesta a competir contra otra en la que se han gastado millones de dólares. Es injusto. Y es difícil encontrar jurados lo suficientemente inteligentes para que no caigan en la seducción del billete.

¿Por qué lidiar? No lidies. Las competencias son siempre por un premio. Si estuviéramos tan seguros de nosotros, lo valioso sería simplemente el hecho de compartir la proyección. Y que las películas dialoguen sin competir. Y que la plata sea repartida entre todos los participantes, para estimularlos a que sigan filmando.”


LA TECNOLOGÍA


“No soy buena haciendo pronósticos tecnológicos. Hace quince años, cuando me contaron lo que era Facebook, dije esto no va a funcionar. Sin embargo, tengo una esperanza con You Tube. No sólo en la producción de imágenes, sino en el pensamiento de alguna gente sobre las imágenes del otro.

Nunca hubo un momento más narrado de la humanidad. Nunca tantas personas han registrado sus momentos familiares, sus comidas, los episodios que ven en la calle. Nunca hemos visto con tanta precisión accidentes, crímenes horrendos y perritos haciendo piruetas. Podemos seguir conferencias, conflictos sociales, injusticias. Esto es imparable: toda la gente del mundo con sus celulares bien dispuestos. Es un registro sumamente poético y tremendamente poderoso. Es inevitable que esta extrema producción invente nuevos géneros.

Durante siglos la perspectiva usual ha sido la representación del ser humano. Hoy la tecnología crea sus propias miradas. Hay muchas películas que están filmadas por la Cannon nueva, no por el director. Las selfies son un descubrimiento del teléfono. Hay un mundo de producción de imágenes que no tiene relación directa con la perspectiva humana. Todo esto debería generar cosas nuevas. Tenemos que estar atentos.
Puede que ya no sea nuestro ojo el que manda.”


*Gustavo Nielsen, reportaje realizado para Agenda BA, 27 de marzo 2018

Comentarios

  1. Genial el reportaje a Lucrecia Martel. Muchas gracias a Nielsen y a Estrella del oriente, por supuesto

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