Resistencia, por Pedro Roth

 


La palabra cultura para los occidentales empezó con los griegos. Es lo que nos enseñaron como cultura en la historia del arte. La cultura para los argentinos vino en los barcos, igual que para el resto de los latinoamericanos. Los nuevos dominadores destruyeron la cultura local en una “gesta civilizadora”, convencidos de que todo lo había en el lugar era una mentira que no compartía la “verdad absoluta” de la que estaban convencidos los colonizadores.

Los locales no tenían alma, eran casi animales. La religión que traían estaba basada en la estadística, es probable que si acatabas esas reglas te iba a ir bien, leyes sanitarias, conductas de convivencia, no a los excesos, no a los vicios. En general esas conductas religiosas ponían un límite, todo lo que estaba afuera era pecado con sus fusibles como el carnaval por abajo o la aristocracia un grupo reducido “elegido por Dios” por arriba, que tenía autorización para practicar todos los excesos.

Las excepciones se castigaban duramente, estos castigos eran aceptados mientras que no alteren básicamente el sistema de creencias (inquisición). El poder que podía ejercer ese sistema de creencias para reprimir lo diferente.

Las evidencias que traían los herejes vulneraban el blindaje de la religión y la fe, hasta la caída de las verdades absolutas anteriores. Estos avances ponían a la defensiva “la verdad” de la globalización anterior. Hoy la iglesia está obligada a pedir perdón, esto es un signo de debilidad que leemos como decadencia. Defender una falacia necesita de mucha más energía, y la verdad trae consigo una fuerza adicional que a la larga triunfa, porque hackea, vulnera la fuerza anterior. No necesita de argumentos complicados para ser defendida.

La virtualidad es crear vacío. El espacio anterior, el territorio, estaba lleno. El conocimiento no ocupa lugar pero las bibliotecas ya estaban repletas, no había lugar para conquistar donde llevar a cabo las aventuras. Las justicias o las injusticias del poder.

Los prejuicios religiosos que nos inculcaron todavía operan en nosotros. A pesar de la explosión que sufrieron estas teorías que nos limitaron y que terminaron destruyéndose en el siglo XX.

En lo que llamamos misterios, son ignorancias protegidas por verdaderos poseedores del secreto. La mejor manera de protegerlos es la ignorancia de los creyentes para así mantener el poder.

Develar es apoderarse.

Las religiones son misterios y su explicación en forma de libros sagrados son relatos fáciles de entender por la mayoría para conseguir adeptos para mantener ese sistema de conocimiento, por los dueños en el tiempo rodeados de lujos y confort. Arte en el sancta sanctorum. Cuando se empieza a vulnerar esta construcción, ese poder es el principio del final, o sea el renacimiento. Las reliquias encierran un concepto protegidas por joyas como un blindaje, que aísla, protege, aleja, solo comprensible por expertos elegidos, dueños, en lo que hay que creer y si no… 

La pregunta es desafío, es la llave para adentrarse en lo desconocido. La respuesta es la tranquilidad, la calma. La pregunta es inquietud, es atravesar lo desconocido, es la luz en la oscuridad para aclarar conceptos, es despejar, explicar, dar sentido, ordenar, reubicar el mundo, más claro, plausible, lógico. Una vez contestada la pregunta el tema pierde interés, hasta que alguien se interesa porque surge otra inquietud que agita el tema. Así avanza el mundo.

Todas las preguntas se pueden resumir en una palabra que pondrá en movimiento al mundo ¿Por qué? El niño pregunta, y cuando encuentra lo incontestado su camino se perfila, el futuro que le sobra encuentra sentido. Cuanto más dificultad, más tenacidad, más energía, más luz para iluminar los misterios, más herramientas para desmontar, para adentrarse, desarmar, armar, aprender el funcionamiento para dejar atrás lo conocido. De la tierra plana a la pelota que vuela cuando la pateamos, dominamos, hacemos goles, descartamos, viajamos alrededor, lo ubicamos en un nuevo lugar, descubrimos nuevas propiedades, nuevos desconocimientos para responder.

El combustible que nos hace viajar en lo desconocido es la curiosidad. La satisfacción es la respuesta, produce calma, achanchamiento, relaja, se pierde la concentración, aburre.

La religión es un sistema de creencias que forma un mundo tridimensional, un infinito que explica la totalidad.

Todos lo que vivían en ese sistema realmente creían en él, por mucho tiempo sin dudar ni pensar que podía existir otra alternativa. Los dueños del sistema dominaban a los creyentes, el pueblo creía en las leyes y en ellos que fueron “elegidos” para servir a ese poder y tenían autoridad de imponer la ley en la que creían, desde el Papa hasta el último creyente. Todos tenían asignado un rol que les tocaba a cada uno que fue aceptado para siempre a lo largo de las generaciones. 

Vulnerar esta inmovilidad bastaba para que se derrumbe este mundo tan frágil (es lo que advertía Mao Tse Tung cuando decía que el imperialismo era un tigre de papel).

Los herejes aportaban evidencias que destruían ese orden, por esa razón la reacción fue tan exagerada como por ejemplo la inquisición y por eso se tardaron tantos siglos en aceptar la evidencia. Hasta hoy nos aferramos al sistema de creencias, se supone que la eternidad tenía que ser algo inamovible. Para que esto suceda, tenían que cuidar que nada se mueva. Para que los que estaban ahí arriba sigan así, eternamente.

Ahora estamos armando un nuevo sistema de creencias, otra religión, la ciencia. Es la creencia en las cosas, objetos, realidades que todavía no contestan todas las preguntas. Por ejemplo, no hay respuestas sobre lo que pasará después, que tan categóricamente responde el sistema anterior, que la hace durar hasta hoy a esa globalización.

Las recompensas tienen que realizarse hoy de una manera material, porque solo creemos en lo que vemos y podemos tocar. En la ciencia, la religión de las cosas, el tiempo y no la eternidad.

Nadie quería romper la verdad de por sí, las evidencias se rebelan a pesar de los hombres y hieren el sistema. La verdad se impone a pesar de todo y cambia. Hay que ser muy valiente para contradecir “la verdad”, lo establecido. Tiene que creerse en una nueva verdad superada para tener la valentía de contradecir lo establecido. 

De por sí la verdad anterior tiene que debilitarse para que la nueva pueda avanzar.

Lenin pudo avanzar porque el zarismo tocó fondo.

Perón pudo avanzar porque los dueños anteriores ya estaban derrotados. La decadencia se apoderó de la clase dominante, y así otra realidad pudo instalarse.

Todo cambio comienza con una implosión que crea una oportunidad para lo nuevo. La decadencia de Roma explica el advenimiento de los bárbaros. 

Mientras que se mantenga el poder no hay oportunidad para el cambio (el protestantismo tuvo su oportunidad por el fortalecimiento de los estados nacionales en Europa).

Crear poder es también crear qué hacer con todo ese poder.

Buscar un límite para romper, encausar ese poder en algo útil para la sociedad. Transformar la impotencia en fuerza, encausándola hacia algo posible.

Buscar el autoestima y regar esa semilla sin que sea fascista.

Un lugar para sacar fuerza propia para enfrentar la adversidad. Despojar el poder de la prepotencia.

Crear un modelo, un faro, un lugar ideal, a alguien a quien parecerse. Esto ayuda a crear optimismo, fuerza no rival, alternativa. Una sonrisa. El reino que no es de este mundo, encontrar el poder en los débiles que se manifiestan en una satisfacción invisible, enigmática, como contraseña reconocible entre los miembros de una cofradía. Las obras como una red de solidaridad y resistencia que ayude a cruzar el abismo, que sirva a todos los que queremos echar a los mercaderes de esta sociedad.

El mercado no es la respuesta, no todo es traducible a una transacción comercial, no hay que reprimir los otros sentimientos tildándolos de románticos, no hay que darle prioridad a la ira y a la razón. Todos los sentimientos y sus matices conviven en nosotros con la misma fuerza e importancia. Todo eso es lo humano.

Las ideas buenas en manos nefastas crean esta sociedad injusta que no permite el avance ni de la justicia ni de la economía para todos.,


Pedro Roth


Ilustración: El arte de vivir (fragmento, 1967), René Magritte


Comentarios

Entradas populares de este blog

Esa belleza, por John Berger

Mineros, por John Berger

M, por Luna Malfatti