La mujer salvaje, por Alejandra Morando
Siempre alineada con el viento
que permite a los fuegos sublevarse.
¿Hay otra forma para hacerlo?
¿Saben las nubes que
el sol no las habita?
¿Las piedras saben
que acarician el agua?
Contra la voluntad de un dios
nacido de la incertidumbre,
en su inseguridad desnuda,
la mano que esconde la cuna
cuida mejor del mundo
que ninguna muralla.
No se sabe del goce
de lo sagrado
antes de destruirlo.
El alma que vibra en la tormenta
la atraviesa.
¿Muerden, acaso, los lobos
bajo el agua?
Abajo entre los barros
de donde salimos,
desde aquel día
en que llegamos,
salvaje en la tenacidad que salva,
ella canta la canción silenciosa,
la de la patria humana.
Alejandra Morando
Ilustración: La vie, Tsuguharu Foujita (1917)
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