La mujer sola







































Dario Fo invento un genero, tomando el ejemplo de los artistas callejeros de la Comeddia dell Árte: un teatro sobre la marcha de los acontecimientos, mientras estos suceden, en donde el humor y la ironía desnudan a los protagonistas del poder. El ejemplo mas alto de su genio es "Muerte acccidental de un anarquista" , donde sigue, día a día, con los diarios en la mano, y por las ciudades de Italia donde monta su espectáculo popular, las "explicaciones" del gobierno ante la "caída accidental" de un detenido político anarquista, desde la terraza del departamento de Policía. Las imbecilidades y mentiras, la complicidad de la izquierda estalinista de entonces, la mala fe de los periodistas a sueldo del poder, todo queda al desnudo en esa obra satírica, que nunca culmina, porque cada día se agrega una explicación oficial mas ridícula, respecto de la anterior. Sobre esa realidad, Fo fue escribiendo una obra maravillosa, plena de humor subversivo, que al tiempo que divierte, denuncia y obliga a pensar, burlándose de la miserabilidad burguesa. Pero no como panfleto, sino como obra de arte, con las herramientas de la poesía y la sublevación de la palabra y el acto. Con Fo no se murió solo un enorme artista, sino un hombre íntegro, de vuelo excepcional. Y al mismo tiempo, un libertario, la palabra mas bella ,sinónimo de poeta. Nuestro saludo afectuoso al  gran amigo de Estrella del Oriente.

Juan Carlos Capurro









“La mujer sola”

(Elementos escenográficos: Dos puertas a ambos lados del escenario. Una da al lateral izquierdo, la otra a la derecha es la entrada al departamento, la de la izquierda, la del dormitorio. La puerta del fondo es la de la cocina. Hacia proscenio, una mesa alargada sobre la que vemos: Un teléfono, una plancha, una radio, una palangana, un cepillo. Delante de la mesa, un taburete, un mueble aparador, sobre el que está una bandeja con esparadrapo, vendas, alcohol y pomadas. De la pared cuelga una escopeta de caza. Una silla. Es un cuarto de estar de una casa corriente. Entra una mujer con una cesta de ropa para planchar. Lleva una bata muy escotada, muy atractiva. La radio esta puesta a todo volumen. Se asoma a una ventana imaginaria en el proscenio, y se sorprende agradablemente al ver a alguien en la casa de enfrente.)

Mujer: (En voz alta llamando la atención de otra persona) Señora...¡Señora!...Buenos días...pero cuánto tiempo lleva usted viviendo ahí, si ni me había dado cuenta de la mudanza...no, que va, creía que estaba deshabitada. Pues me alegro mucho... (grita) que digo que me alegro mucho...¿no me oye? Ah, claro, tiene usted razón, es la radio, ahora mismo la apago...Perdone, pero es que cuando estoy sola en casa o pongo la radio así de fuerte, o me entran ganas de morirme... En esa habitación (Va a la puerta de la izquierda) Tengo siempre el tocadiscos puesto... (Abre la puerta, se oye la música) ¿Lo ha oído? (Cierra) En la cocina el cassette... (Abre la puerta) ¿Lo ha oído? (cierra) Así me siento acompañada en toda la casa (Se acerca a la mesa y empieza a trabajar, cepilla una chaqueta, cose botones) No, en el dormitorio no, claro. Ahí tengo el televisor, si, siempre encendido. Si, a todo volumen. Ahora están transmitiendo una misa cantada...en polaco, ¡caray con el idioma! ¡Idioma de papas! No hay quien lo entienda. Si, también me gusta, yo mientras sea música... el ruido me acompaña, sabe...y usted ¿cómo se las arregla para estar acompañada? Ah, tiene un hijo, que suerte... pero que digo, estaré tonta, si yo también tengo un hijo..., mejor dicho, tengo dos. Es que con la emoción de charlar con usted se me había olvidado uno..., pero no me acompañan, de eso nada. La nena porque está creciendo, ya sabe, los amigos, las amigas..., en cambio, el niño está siempre conmigo, pero tampoco me hace compañía. Siempre está durmiendo. Hace caca, come y ronca... ¡como un viejo! Pero no me quejo, no señora, yo en mi casa estoy divinamente. Como una reina. No me falta nada, mi marido me lo compra todo. ¡Tengo todo! Tengo..., pues ni yo misma lo sé, fíjese..., tengo heladera...si, yo sé que todo el mundo la tiene, pero es que la mía hace hielo en cubitos, sabe...tengo lavadora de 24 programas, lava y seca. ¡Si viera usted como seca! A veces tengo que volver a mojar la ropa para poder planchar de seca que está, toda tiesa. Tengo olla expres, batidora, picadora, licuadora, trituradora. Música en todas las habitaciones ¿qué más voy a querer? Después de todo, solo soy una mujer. Ah, si, tenía una por horas, pero salió corriendo. Después vino otra, también huyó. Todas las asistentes salen corriendo de mi casa. ¿Cómo? No, que va, no es por mí. (Incomoda) Es por mi cuñado...si, es que las tocaba. Las tocaba a todas en semejante lugar..., es que está enfermo, sabe. ¿Morboso? Pues yo no sé si será morboso, yo lo que sé es que pretendía cada cosa de esas pobres chicas..., y ellas, claro, se negaban. ¿Usted qué haría si mientras limpia la casa le meten la mano por debajo de la falda? ¡Y con una mano! Uy, señora. ¡Si viera el pedazo de mano que tiene mi cuñado! Menos mal que solo tiene una, que sino...Si, un accidente... (Durante este dialogo, se ha sentado frente a la ventana y cose mientras charla con la vecina) Un accidente de coche, imagínese, tan joven, treinta años, se rompió entero. Está escayolado de arriba abajo: solo le han dejado un agujerito para respirar y comer, pero no habla, solo masculla, no se le entiende nada. Los ojos le quedaron bien, así que no se los escaloyaron..., se los han dejado al aire, y también la mano tocona, que también está sana, y también tiene sano...(Se interrumpe, confusa) no sé cómo decirle..., es que aún no tenemos confianza, acabamos de conocernos como quien dice, y no quiero que piense mal de mí..., bueno, en fin...que se ha quedado sano...ahí. ¡Y como de sano, señora! ¡Demasiado! siempre tiene ganas de... ya me entiende...Si, eso si, el pobre se distrae mucho. Lee una barbaridad, se mantiene informado...lee revistas porno, si, tiene el cuarto abarrotado de revistas guarronas, ya sabe, de esas con muchachas desnudas, ¡en cada posturita!, yo creo que a esas pobres muchachas, después de hacerles las fotos, las escayolan igual que a mi cuñado... si parecen anuncios de carnicería, con esas piezas de carne ampliadas, a todo color. Yo cuando me tropiezo con una de esas revistas, luego no puedo ni freír un filete, oiga, es que me da un asco... Así que desde que se me han ido todas las asistentas, me ocupo yo de mi cuñado. Lo hago por mi marido, sabe..., después de todo es su hermano... ¡pero que dice! (Ofendida) Claro que me respeta. Faltaría más. A mí me lo pide siempre. Antes de meterme mano me lo pide, si señora. (Suena el teléfono) Debe ser mi marido, siempre llama a esta hora. Perdone un momentito (Contesta) Hola! ¿Cómo? Si,... pero como... ¡Andate a la mierda, hijo de puta! (Cuelga con fuerza. Está furiosa. Mira a la ventana, y se sonríe como disculpándose) Perdone la palabrota, pero es que a veces no hay más remedio. (Vuelve a trabajar, nerviosa) No, claro que no era mi marido ¡estaría bueno!. Pues no, no sé quién es... ¡es un maniaco telefónico! Me llama una, dos, tres...mil veces al día... ¡me dice groserías, cada palabrota que ni siquiera vienen en el diccionario, que yo las he buscado, oiga y nada! ¿Enfermo?A mí que me importa, con un enfermo en la casa ya tengo de sobra, no voy a ser yo la enfermera de todos los guarros de la ciudad, ¿no le parece?
(Vuelve a sonar el teléfono) ¡Ya estamos otra vecino pienso ni dejarle hablar. (Descuelga)
¡Escúchame repugnante...! (cambia el tono) Hola (A la vecina, tapando el auricular) Es mi
marido (Al teléfono) no, cariño, si no era para ti..., creía que era,... bueno, veras, resulta que hay una señor que siempre me está llamando y pregunta por ti, y dice cada cosa...terrible, no sabes bien... esta enojadísimo contigo, dice que le debes dinero, así que yo, para asustarlo, le he dicho lo de la policía (Cambia de tono, asustada) Claro que estoy en casa. Antonio, te juro que estoy en casa, ¿dónde quieres que este? ¿Qué número marcaste? ¡Pues si te contesto yo, donde voy a estar, hombre, por Dios! ¡Que no he salido! ¿Cómo voy a salir si me encierras con llave? (A la vecina) Fíjese, señora, vaya elemento tengo por marido... (Al teléfono) oye...no, no estoy hablando con nadie...si, he dicho “señora” porque a veces me llamo a mí misma “señora”,...no, no hay nadie en casa... si, si, tu hermano si que esta, adonde va a ir... está en su cuarto viendo diapositivas...si, el niño está dormido...si, ya ha comido... si, ya ha hecho pis (Molesta) ¡tú hermano también hizo pis! Adiós. Que no, que no, que estoy muy alegre, Antonio, y muy contenta. (Más y más nerviosa) Estaba aquí, planchando, riéndome de lo bien que la paso. (Gritando) ¡Estoy contentísima! (Cuelga. Grita con rabia al teléfono. Mira a ala vecina, tensa y seria. Luego le sonríe en silencio. Ha recuperado el control) ¿Ha visto? Tengo que mentirle. No, no sabe nada del maniaco telefónico... ¡si se lo digo, me monta un escándalo! si, ya sé que yo no tengo la culpa, pero es que él dice que si ellos llaman es porque notan que me pongo nerviosa, y entonces se excitan más y se masturban. Y que va a terminar por quitarme el teléfono. Ya me deja encerrada en casa, prisionera. Por la mañana, cuando sale, me encierra...si, el hace la compra... (Plancha) Bueno, llama de vez en cuando por si pasa algo. Pero que quiere que pase en esta casa, si somos una familia muy tranquila... (De pronto deja de planchar. Mira hacia arriba, trata de taparse el escote: el pecho izquierdo con una servilleta, el derecho con la plancha. Grita) ¡Que te estoy viendo, cerdo! (A la vecina) Perdone un segundo (Al mirón) No te molestes en esconderte, que te estoy viendo los prismáticos brillando al sol. (Se coloca la plancha sobre el pecho y la quita en seguida. A la vecina) ¡Ay Dios mío, me he planchado un pecho! Usted no puede verlo pero es allí... en la ventana que está encima de la suya... solo me faltaba ese mirón. No ve, una pobre mujer ni en su casa puede estar a gusto..., en fin, cómoda, planchando, por culpa de ese obseso voy a tener que planchar con abrigo... (Al mirón, gritando) ¿Verdad? ¡Y con pasamontañas! ¡Y con esquíes! Que ni se esquiar, y luego me caigo y me rompo como mi cuñado, ¡hombre! (A la vecina) ¿La policía? No, no, yo no la llamo. Porque mire usted ¿sabe lo que pasa después? Que vienen, extienden el informe, quieren saber si yo estaba desnuda o vestida en mi casa, si es que provoqué al mirón con la danza del vientre, y para terminar, yo, solo yo, acabo con una hermosa denuncia por actitud obscena en lugar privado, pero expuesto al público. ¿Qué le parece? Que no, que no, que prefiero arreglármelas yo sola. (Descuelga de la pared la escopeta de caza y apunta hacia el mirón, gritando) ¡Mira que te mato! (Decepcionada) Ha huido. En cuanto ve la escopeta sale corriendo ¡es muy cobarde! ¡Cerdo con prismáticos! (Deja la escopeta en la mesa) ¿la he hecho reír? ¿Estoy loca? (Plancha) mejor loca que como estaba antes..., cada dos meses me tragaba un frasco de somníferos, todas las pastillas redondas que encontraba en el botiquín, adentro!... ¡hasta llegue a tomarme el jarabe de las lombrices de los niños...! ¡Por pura desesperación! O a cortarme las venas, como hace tres meses...Si, si las venas...mire, aún me quedan cicatrices... ¿las ve? (Le muestra las manos) no, no señora, lo lamento muchísimo, pero lo de las venas no puedo contárselo. Es una historia privada, muy intima además. No me siento con fuerzas..., nos conocemos muy poco (Cambia el tono) ¿se la cuento? No, no. Bueno, a lo mejor me viene bien desahogarme un poquito. Pues vera..., es una historia muy triste.... Fue por un muchacho... 15 años menor que yo, y encima aparentaba menos aún,..., tímido, torpe...dulce...delicado, ¡tanto que hacer el amor con él hubiera sido como cometer un...un incesto! Pues yo lo cometí. ¿Qué? Pues el incesto. Hice el amor con el chico, ¿y sabe lo peor de todo? Que no me daba nada de vergüenza..., todo lo contrario, me pasaba el día entero cantando...bueno, miento, por las noches lloraba... “Eres una depravada”, me decía (Se oyen bocinazos) Perdone, es mi cuñado que me llama..., un segundo, enseguida vuelvo. (Se asoma a la puerta de la izquierda) ¿Qué quieres querido? (Suena el teléfono, cierra la puerta y corre a contestar) Hola. Que pasa, Antonio... (A la vecina) Es mi marido. Si, si, te oigo. ¿Que si viene quién? ¿El del dinero? (Para si misma) ¿y quién es el del dinero? Ah, el que se pasa la vida llamando... bueno, pues que voy a hacer... además estoy encerrada, no va a entrar por la cerradura...Ah, que tengo que hacer como que no estoy en casa... que apague la radio, el tocadiscos, el televisor,... de acuerdo, como tú digas, a sus órdenes, mi amo y señor. Sabes lo que te digo, aún voy a hacer algo por ti, ¿sabes lo que voy a hacer? Voy a ir al baño, me meto en el inodoro y luego tiro la cadena ¿te parece bien? ¡Anda, si encima se enoja! ¡Que te zurran, guapo!
(Cuelga furiosa) Ha dicho que ni bien llega me va a matar a palos. ¿A mí? ¿Qué si mi marido
me pega? (Vuelve a trabajar) Pero dice que lo hace porque me quiere. ¡Que me adora! Que soy como una niña, y él tiene que protegerme... ¡y para protegerme mejor el primero en jorobarme es el! Me encierra en casa, me pega, y luego pretende que hagamos el amor. Y le importa un bledo que a mí no me den ganas. Yo tengo que estar siempre dispuesta, a punto, como Nescafé: lavada, perfumada, depilada, pintada, cálida, voluptuosa, sensual... ¡pero callada! Basta con que respire y suelte de vez en cuando un gritito, para que el crea que me gusta. Y a mí con mi marido, no me gusta nada. Bueno, es que no siento..., no consigo alcanzar... (Muy incómoda no encuentra la palabra adecuada. La vecina le sugiere) Eso es... esa palabra ¡es que hay que ver que palabra! Yo nunca la digo. ¡Orgasmo! Me suena a nombre de un bicho asqueroso... un cruce de mandril y orangután. Como si lo leyera en el diario, a toda plana “Orgasmo adulto escapa del circo americano” o “Monja atacada en el zoológico por orgasmo enloquecido”o cuando dicen “He alcanzado un orgasmo” me recuerda a cuando después de la carrera tremenda que consigues alcanzar el autobús a último momento... (Ríe) ¿A usted también le suena raro? ¡Or-gas-mo!¡Vaya palabra! Con la de nombres que hay no podrían llamarlo, que se yo, por ejemplo, silla... así uno puede decir: “He alcanzado la silla” Primero no se comprende que ha estado haciendo cosas feas y segundo, si está cansado, toma asiento y descansa (Ríe, divertida) ¿Por dónde íbamos? Ah!, si, perdone, pero es que con esto del orgasmo me he despistado...Pues eso, que yo con mi marido, no siento nada, pero es que nada de nada. Mire como hago el amor con mi marido... (Cambia tono) Pero no se lo cuente a nadie ¿eh?, ¡Así! (Permanece sentada, se cuadra como un soldado) Y cuando termina digo:¡Descansen! No, en voz alta no, que me pega, por dentro, yo siempre hablo por dentro ¡Descansen! No sé porque no siento nada. Quizás porque me siento...bloqueada...me parece estar como... (No encuentra la definición adecuada. La vecina le sugiere. Cambia tono) ¡Eso! ¡Porque había tardado tanto en venirse a vivir aquí! Si supiera el tiempo que me lo llevo pensando... encima es una palabra facial “Utilizada” Si, utilizada, como la aspiradora, la licuadora, la cafetera... también será porque yo no he tenido muchas experiencias sexuales, sabe..., solo dos..., una con mi marido, que no cuenta y otra cuando era pequeña...yo diez y el doce... ¡un inútil que ni se lo puede imaginar! Espero que haya mejorado con la edad pobre criatura... No sabíamos nada, solo que los niños nacen de la tripa... y yo no sentí nada, solo un dolor terrible aquí (Señala la tripa) Si, aquí en el ombligo, porque creíamos que era por ahí...y el empujaba, empujaba...tuve el ombligo inflamado una semana. Mi madre creyó que tenía otra vez varicela, la pobre... A mi marido nunca se lo conté, porque igual va y después de 10 años me monta un número: “ ¡Tú a callar! Y del ombligo ¿qué? ¡Puta más que puta!” No, no, yo calladita. Se lo conté al cura, eso sí. Me confesé, y me dijo que no volviera a hacerlo. Después crecí, y ya no tuve más experiencias con el sexo, porque lo del ombligo no me había gustado nada. Luego yo me hice mayor, tuve novio y las amigas me explicaron... El día de la boda estaba tan emocionada, que cantaba como posesa... No, sin voz, por dentro...yo hago todo por dentro. “Ya llega el amor...ohohohoho” (Cambia tono) y el que llego fue mi marido. Que mal lo pasé la primera vez, señora. “Pero cómo” me preguntaba yo “¿esto es todo?” Ay, qué mal lo pase la primera vez...y todas las otras... ¿Qué si me conformaba? ¿Y dónde? Lo que hice fue empezar a leer revistas de mujeres y descubrí una cosa. Descubrí que nosotras, las mujeres, tenemos puntos erógenos...que son los puntos, las zonas de mayor sensibilidad al tacto del hombre... (Decepcionada) Ahhh, usted ya lo sabía... usted sabe muchas cosas ¿verdad? ¡y la de zonas que tenemos! En esa revista salía el dibujo de una mujer desnuda, por zonas...ya sabe, como en esos carteles que hay en la carnicería con la vaca en pedazos, como un mapa, y cada punto erógeno estaba pintado con colores muy chillones, según su sensibilidad. Pues yo, con mi marido, ni un punto erógeno. No sentía nada. Pero ya estaba resignada, porque creía que era así para todas las mujeres... hasta que conocí al chico. La cosa empezó así mi hija mayor había crecido, y yo tenía menos trabajo, y le dije a mi marido: “Me cansé de ser solo ama de casa, quiero hacer algo intelectual, como aprender inglés, por ejemplo, por si vamos a Inglaterra, que allí lo hablan mucho” Él me dijo: “Muy bien”, y trajo a un joven universitario que hablaba inglés a la perfección. Al cabo de 20 días me di cuenta que el muchacho que sabía ingles estaba loco por mí... ¿qué cómo me di cuenta? Pues...si, por ejemplo, al decir un verbo yo le rozaba la mano, él se ponía colorado, temblaba y tartamudeaba, en inglés, claro. No se le entendía nada. Yo no estaba acostumbrada a esos sentimientos tan espirituales, solo conocía la manaza de mi cuñado, o las porquerías del maniaco telefónico, o la comodidad de mi marido. Entonces pensé: “¡Se acabó! ¡Estas cayendo en el pecado, basta con el inglés!” Pero el muchacho lo tomó fatal,me esperaba en la calle, yo le decía “¡Vete o sal con alguien de tu edad, y olvídame, vete!” Luego, un día, me hizo una cosa que me dejo completamente trastornada. Ya sabe que abajo, en la plaza, hay una pared muy alta. Si, por donde pasa el tren..., bueno, pues bajo yo una mañana para ir a la compra, y casi me caigo redonda: en la pared ponía, con letras grandísimas,rojas: “Te amo María”. Bueno, en realidad lo ponía en inglés, para que no se entendiera: “ I love you Maria”. María soy yo, ¿sabe? Lo había escrito él, de noche, para mí..., seguro que se tuvo que subir a una escalera, porque las letras eran enormes. Me quedé de piedra en plena calle, casi me agarra un auto. Y que hacia yo ahora..., estaba hecha un lió..., descubrir que un hombre me amaba tanto, a mi, que tengo dos hijos, un marido y un cuñado. Me encerré en casa y dejé de salir. Y para tranquilizarme empecé a beber...vermut amargo, Fernet, imagínese, me lo tragaba como una medicina. Me quedaba aquí adentro, con la radio, cantando, el teléfono sonando, mi cuñado dando bocinazos... (Bocinazo) Si lo digo antes... (Va a la derecha) ¿Qué pasa? Anda, pórtate bien, que estoy charlando con una amiga... ¡grosero!...Si supiera la palabrota que me está diciendo con la bocina... Mire usted, le juro que cuando le quiten la escayola lo tiro por la escalera abajo y lo vuelvo a romper enterito... Pues sí, borracha, pero no como para caerme al suelo, solo contenta, y de pronto un día, suena el timbre de la puerta. ¿Sabe quién era? Pues la madre del muchacho. ¡Ay madre, qué vergüenza! “Señora –me dijo-, no lo tome a mal, pero estoy desesperada, mi hijo se está muriendo de amor por usted...no come, no duerme, no bebe... ¡Sálvelo señora! Por lo menos venga a saludarlo “¿Qué podía hacer yo? Al fin y al cabo, también soy madre..., así que me fui a la casa. Él estaba en la cama, flaco, pálido, triste...en cuanto me vio se echó a llorar, y la madre lo mismo. Luego la madre salió y nos quedamos solos. El me abrazó, yo lo abracé. Después no sé qué pasó, como fue, pero más o menos una hora más tarde, me dije “¡Santo cielo, me está besando!” y a él le dije. “Imposible, no podemos hacer el amor..., claro que tengo ganas, yo también te amo, pero tengo dos hijos, un marido y un cuñado” Entonces él salto de la cama, desnudo..., que desnudo estaba, señora..., agarra un cuchillo que tenía guardado, se lo planta en la garganta y dice...“ O te acostas conmigo o me mato” Comprenderá usted que no soy ninguna asesina. Así que me desnude muy de prisa e hicimos el amor. Ay señora, créame, fue tan dulce, tan tierno...tendría que haberlo visto..., unos besos, unas caricias... Y así fue como descubrí que el amor no era lo que hacía con mi marido, él encima y yo debajo..., como debajo de una aprisionadora!..., sino como..., como un salto muy grande, a cámara lenta volví al día siguiente, y el otro, y al otro, y todos los días después de los otros. Pero estará usted pensando..., es que estaba enfermo el pobrecito...descubrí a mi edad algo que yo creía que solo pasaba en el cine...Entonces, al verme tan...distraída, mi marido pensó que me emborrachaba, y cerro con llave el armario de las botellas, el muy estúpido...luego empezó a sospechar, me hizo seguir, y un día que estaba yo en el dormitorio del muchacho, de pie, desnuda...el también de pie, desnudo... nos estábamos despidiendo, sabe... Se abre la puerta y entra mi marido, con abrigo. Como se ofendió, señora, empezó a gritar como un poseso, quería matarnos a los dos, pero mi marido -usted no lo conoce- solo tiene dos manos. Nos apretaba el cuello a los dos, pero no nos moríamos. En eso entro, la hermana -la del chico-, que también estaba desnuda porque se estaba duchando y se asustó al oír los gritos, luego entro la madre, que por suerte iba vestida...en fin, que aprovechando el lio yo salí corriendo, me encerré en el baño, y me corte las venas. Por suerte, mi marido que quería matarme él personalmente, tiro la puerta abajo , y al ver tanta sangre se le pasaron las ganas de matarme... y le entraron ganas de salvarme, mire usted por dónde, si es que es más suyo, mi marido...Bueno, pues me llevaron al hospital, y luego me perdonó, pero me encerró en casa. Ya llevo un mes así. Claro, usted lo ha dicho, esto es un secuestro de persona...Pero que manía tiene usted con la policía, oiga ¿Usted no tendrá algún pariente trabajando en el cuerpo? No puedo llamar la policía, ya se lo he dicho. Llegarían, se sabría lo del chico, mi marido y yo nos separaríamos, me quitarían a los niños..., a lo mejor me dejaban a mi cuñado...que no, señora, si yo estoy divinamente así!


Darío Fo – Franca Rame

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