La mujer reducida, por María Negro






















Dentro de este régimen social estamos reducidas a una condición: ser boca, útero, ano y vagina.
Somos solo un ano.
Somos solo una boca.
Somos solo una vagina.
Somos solo un útero.
Huecos para rellenar con lo que les de la gana.
Acuchilladas, violadas o empaladas somos ese hueco, esa ausencia de toda humanidad que no merece ningún respeto.
Se matan más mujeres que perros.
Se violan más mujeres que las que cuentan las cuentas que no existen, las estadísticas que no suman a las que no denuncian por miedo o por que nadie nunca le creería a una puta que la hayan violado, por ejemplo. Las que no se denuncian por no mandar preso a los tíos, a los padres, a los curas de la parroquia del barrio.
Se asesina una mujer cada 24 hs, de formas múltiples y extravagantes o conservadoras. A pesar de sus denuncias, o de sus intentos porque el Estado las ampare de alguna forma, cada día se asesina a una mujer en Argentina.
A siete, en México.
A cinco, en Guatemala.


Los Estados nacionales son responsables de este lento genocidio al que asistimos no como espectadores, sino como denunciantes. No con el horror que pretenden imponernos, sino con la ferocidad de una especie que se defiende por el derecho más elemental de la humanidad: el derecho a la vida.
Tenemos derecho a seguir con vida.

Por eso nos organizamos, porque sino nos matan.

María Negro

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