Si vos estas bien, por Facundo Pedrini




El sobrino escribe a las apuradas en la pizarra de la cocina: IN-CURABLE, curarse desde adentro. La tía prepara un jugo de arándanos, la pareja le toma la mano y le acomoda un remolino del pelo, un amigo de la primaria escribe en su muro de Facebook: ¡Fuerza Tana!, su padre fuma en el patio, la mejor amiga cuelga el décimo rosario en la cabecera de la cama a la espera de la nona, que aguarda el auto de la única remisería de Barrio Gaona para llegar.



Se complicó.



El hijo llega del cuarto padre sanador, en un mes visitó a Ignacio de Rosario, al cura Fernando de Avellaneda, a otro de Lanús y a uno de Lomas. Extiende la foto y espera instrucciones: Bidón de agua bendita, rezos, recomendaciones litúrgicas y coco rallado, para esparcir sobre los lugares afectados, que cada vez son más. En el viaje de vuelta repasa un libro de metafísica que le recomendaron para visualizar y atraer lo bueno.



Puta llama violeta. Puta transmutación de lo incierto.



En la bandeja siempre hay una sopita de arroz,un tecito y unas criollitas.
En la bandeja siempre queda una sopita de arroz, un tecito frio y unas criollitas sin abrir.
Liliana no prueba bocado. Lo único que come es el tumor.



La quimioterapia estaba interrumpida por el valor de la bilirrubina: “Hasta que el hígado no reaccione, no se puede continuar el tratamiento” El mejor médico del mejor hospital costeado por el mejor plan de la mejor obra social hacia hombritos y miraba el piso. Esa era su manera de darnos la bienvenida al pasillo de lo paliativo, ese era su “hasta aca llegó el mundo del hombre”. Tal vez estaba triste.
Tal vez estaba en lo cierto. Tal vez hizo lo que pudo.
Tal vez se pueda ir a la concha de su hermana.



Paliativo.
Final sin dolor.
Final.



Un enfermero paracaidista a domicilio que llegaba para constatar un parte diario, sentencia las posibilidades: “No hay esperanza, solo resta decidir si va a morir acá o va a morir en otro lado”. El hermano lo contradice, “la esperanza se la vamos a dar nosotros”. El enfermo hace una mueca y agradece el vaso de gaseosa. Cuando se va, el hijo corre a los pies de la cama y le susurra a la madre que va a estar todo bien. La madre le dice que sí, que le cree, aunque en secreto haya dado instrucciones de como criarlo cuando ya no esté.



A los 3 días una ambulancia de OSDE va a buscarla para llevarla al hospital. La madre hace chistes entre cables, el hijo reza rogando que Dios llegue a las camillas. El paso del tiempo les demostrará que el mal no tiene ninguna posibilidad, aunque gane.



Pero el paso del tiempo siempre ayuda después.



El Británico es un reality show de cuentas pendientes: todos los que no habían estado a la altura de un café pendiente, los que le habían fallado y los que la habían traicionado en secreto se desesperan para llevar consejos milagrosos, provisiones para los que pasaban la noche despiertos, Gatorade para darle con cucharitas y anécdotas de los días felices como puntos de fuga.



Antes del último almuerzo, el médico de cabecera se acerca a la habitación 402 y le da un beso en la frente: “Te veo mucho mejor, pronto vamos a volver con él tratamiento”.



Las eminencias no tienen dolor, tienen diagnósticos, frases de circunstancias y varios partidos de tenis atrasados.



Liliana era un grito.
Liliana era un grito injusto.
Liliana pesaba 49 kilos y nadie quería que se vaya.



El piso entero era un santuario que quería transmitir un mensaje a través de la morfina. Todos agarrados de la mano alrededor de la cama luchando contra lo irreversible.
¿Qué se le ruega a lo que no se puede frenar? ¿A lo incurable se le puede pedir algo más que tiempo?
.
Liliana murió a las 4 horas. Los gritos y los golpes a la pared despertaron a su hijo, quien se había quedado dormido unos segundos antes apoyado sobre sus piernas. Durante horas se culpó por no haber aguantado hasta el final, por no haber rezado ese último Ave María, por no haber apretado la mano con determinación de cielo.



Cuando volvió a su casa (el lugar más pesado del mundo) encontró 4cuatro cartas que Liliana escribió para el regreso de todos menos el de ella. El final de la suya rezaba: “Yo estoy bien si vos estas bien”. Ahí fue cuando entendió que no se había borrado de la tragedia antes que suceda, su madre había esperado que se durmiera. Porque las madres siempre duermen detrás del sueño de los hijos.



Soñar es mantener con vida


Facundo Pedrini





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