Toda censura es política, por María Negro


En estos últimos días el diario ABC de España nos informa que las obras del pintor Egon Schiele han sido censuradas en los homenajes que el gobierno alemán prepara por el centenario del Fin de Siecle Vienes.
En una actitud democrática, las obras serán expuestas públicamente con una salvedad: Tendrán sobre las mismas una faja con el texto “Perdona, tiene cien años, pero esto es pornografía”

Schiele, discípulo de Klimt, fue uno de los expresionistas censurados, ridiculizados y perseguidos por el gobierno nazi cuando en 1937 se inauguró la muestra Arte Degenerado (Entertate Kunst) que se expuso en Munich y Viena -y en varias ciudades- como parte de una persecución más amplia al arte moderno y sus nuevas corrientes.

El nazismo vio correctamente en estas corrientes artísticas un enemigo fáctico. La total libertad en el arte atenta contra el sentido de orden o los valores del fascismo. Crítica, enfrenta, conmueve y convulsiona todo sometimiento. Desde el sometimiento del color y la forma, hasta la desintegración de un contenido genuino con la inquietud humana.

Dentro de los artistas censurados no solo se encontraban los “pornográficos” sino aquellos que, como dijimos, pusieran en valor la forma como un método de ruptura, como Kandinsky o Paul Klee.

Entonces, es complicado no caer en el lugar simple de las comparaciones históricas, y acusar al actual gobierno alemán de iniciar una nueva persecución a un “arte degenerado”; pero el uso de la palabra nunca es azaroso y la acusación de pornografía se vuelve contra su supuesto detractor.

¿Qué se entiende por pornografía?
Es una reducción simplista considerar que la pornografía es la exposición de los cuerpos desnudos. Sobre todo en este nuevo tiempo de desmitificación, donde fluyen las denuncias contra el estado en el que son ejercidas tanto la prostitución como la industria del cine pornográfico, ambos íntimamente ligados. Detrás de la fantasía (casi infantil) que publicita la industria del cine pornográfico como el Edén del deseo para todos los géneros, no cesan las denuncias de violaciones y violencia de todo tipo (incluso en estas últimas semanas una “ola” de suicidios de actrices del medio, ninguna mayor de 25 años). La pornografía es la exposición de una sexualidad violenta construída desde la violencia.. Alemania es la tercera productora de pornografía mundial -con el 4% de participación en la industria- y una de las mayores productoras de pornografía infantil.
Weitbild”, la empresa de medios y venta de libros y películas alemana (segunda a nivel mundial luego de la reconocida Amazon) que factura 1,7 millones de euros anuales es una de las mayores distribuidoras de pornografía. En el año 2011, el periódico Die Welt denunció que el 100% de las acciones de dicha empresa correspondía al obispado alemán.

Espere antes de decir “Dios mío” porque Alemania tiene más para contar al respecto, ya que es uno de los países que mantiene legislada la prostitución como “cualquier trabajo”, aunque sin ninguna regulación sobre los modos de ejercerla ya que “nadie puede estipular cómo se mantienen relaciones sexuales”.
En este marco, los defensores de la moral que puede sentirse herida por un pecho al óleo, han industrializado la prostitución a niveles que superan incluso a Tailandia con burdeles donde se ofrecen los servicios en "cartas" que tarifan brutalidades o en burdeles de "tarifa plana" donde por 70 euros se puede consumir una cerveza, una salchicha y mujeres ilimitadas.

14,6 billones de euros anuales con ¡3500! burdeles registrados (Michael Jürgs, Sklavenmarkt Europa, 2014) parecen un buen número para ignorar las condiciones en las que esta actividad es ejercida. El mismo Ministerio Alemán de la Familia (sic) ha denunciado que el 92% de las prostitutas ha sufrido violaciones y violencia sobre sus cuerpos. Una situación que se complejiza con el ingreso de refugiados en total estado de indefensión.

Siempre; ante una acusación “moral” es conveniente observar desde dónde es lanzada. Quiénes son los que se arrogan el derecho a observarnos qué debemos admirar y qué debemos evitar.
Egon Schiele, en su breve y prolífica vida, comprendió que la santidad de los cuerpos no se encuentra dentro de sus ropas, sino carne adentro. Que quienes “degeneran” los conceptos de desnudez y humanidad son los mismos que amparan y negocian con quienes realmente han degenerado cualquier desnudez hasta convertirla en un negocio millonario, que en Alemania, paga muy buenos impuestos. Los mismos que naturalizan la muerte, la guerra, el hambre y el abandono; hoy o hace un siglo, solo demuestran con la censura su propia incapacidad de atreverse a un debate donde se encuentran enlodados hasta la coronilla.
Nos proponen una coyuntura ficticia para esconder sus propias perversiones.

Schiele, en una de sus tantas defensas, dijo que él solamente pintaba la luz que proviene de los cuerpos. Ha pasado todo un siglo. Que se entere entonces el mundo todo que no daremos un solo paso atrás en la defensa de la más profunda luz que nos cobija desde el origen de nuestra propia y bella desnudez.


María Negro







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