Nosotros estamos Acá, por Juan Carlos Capurro.



¿El problema del arte es su nacionalidad? Durante los primeros cuarenta años del siglo pasado, Francia, es decir París, se constituyó en un faro mundial del arte. Lo significativo es que muchos de sus principales protagonistas no eran ni franceses ni parisinos. Apollinaire, Picabia, Modigliani, Arp, Tzara, Bäll, Milagros Varo, Leonora Carrington, Leonor Fini, por citar algunos nombres, venían de lugares tan distintos como España, Hungría, Inglaterra, Argentina, Polonia o Suiza.

Como lo destacó Levi-Strauss en sus investigaciones, los pueblos africanos primitivos mantuvieron la tradición de levantar un palo considerado mágico para empujarlo fuertemente al piso diciendo: este es el centro de la Tierra.

El carácter mágico de esa afirmación es lo que determina el Acá.

Pedro Roth tuvo el acierto de traernos el Acá de su amigo Federico Peralta Ramos, que en uno de sus poemas dice: "A mí me gusta Acá".

En el Colectivo Estrella del Oriente, venimos discutiendo este aspecto de la creación artística. ¿Cómo lo discutimos? Mientras hacemos. Hicimos nuestra performance "Influencia de Duchamp en la Argentina" en el CEDIP del Centro Cultural Recoleta, hace ya unos años, indagándonos no solo de la influencia que Duchamp tuvo sobre nosotros, sino también la que nosotros tuvimos sobre Duchamp. El producto de nuestras actuales investigaciones empieza a comprender que una parte decisiva de la obra de Duchamp fue realizada en el Acá, es decir en la ciudad de Buenos Aires, durante la imprecisa fecha de su estadía en la Argentina. Ya se comprenderá mejor este aspecto cuando demos a conocer el resultado de la obra que estamos realizando en estos días.

Pero lo que me interesa destacar ahora, es que el Acá es decisivo.

Nuestra obra "La Ballena Va Llena", interpela al mundo del arte en su conjunto desde nuestra singularidad "local". El éxito de esta obra en Europa se debe a su universalidad. Puedo decir, sin exagerar ni un milímetro, que en París fue mejor comprendida aún que en Buenos Aires.

¿Por qué?

Creo que esto se debe a una síntesis. La síntesis es la unidad de lo diverso. Lo diverso es el mundo. Esa conjunción puede darse, de manera imprevista, allí donde mejor se puede captar el aire de una época.

Luego de mi reciente obra "Ángelus. Variaciones sobre un sueño", basada en la obra del francés Millet, estrenada en el Museo Nacional de Bellas Artes en diciembre del año pasado, recibí muchas de las más hermosas reflexiones sobre el objeto de mi trabajo, no solo en Buenos Aires, sino también en Madrid y París.

¿A qué se debe esto?

Un balance provisorio indica que desde Acá estamos viendo cosas que no se ven en otro lado.

Puede parecer presuntuosa esta afirmación. Pero no la hago desde la soberbia. Sé muy bien que nuestra actividad es una gota en un océano enorme de actividad artística. No nos engañamos. No estamos en la Bienal de Venecia, ni en los comentarios del establishment.

Si Federico Peralta Ramos hubiese vivido en Nueva York, sería Andy Warhol, objeto de culto. Pero nació en Buenos Aires, una capital periférica, de un país semi-colonial, cuyo rumbo sigue siendo incierto.

Lo que debe destacarse es que si Federico hubiese nacido y vivido en Nueva York no hubiese, seguramente, tenido la oportunidad de desarrollar una obra de esas características.

De la misma manera que Aby Warburg y Wittgenstein, Federico fue tildado de "loco".

Sin llegar a esos extremos, nadie, en el establishment, reparó en la genialidad universal de Alberto Greco al realizar sus "Vivo Dito". Los tajos a la tela de Lucio Fontana son considerados italianos, aunque Fontana se formó en la Ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.

El problema del arte nunca es "nacional". Considerarlo como un tema de fronteras lo coloca en la tontería de los historiadores europeos que consideran que hubo una "Escuela de París", como si se tratase de un fenómeno francés. La poesía de Francia fue sacudida hasta sus cimientos por un uruguayo, el Conde de Lautréamont.

Grombociwz era polaco. Escribió buena parte de su obra mientras trabajaba de empleado bancario en Buenos Aires y sólo fue consagrado cuando volvió a Europa. Lo mismo pasa con el "Huevo" de Federico, que fue reconocido luego de que alguien lo "trajese" desde Nueva York.

Tenemos entonces una contradicción en el Acá.

¿Dónde es  Acá? Pensamos que Acá es siempre donde se junta, de manera alquímica, la posibilidad de expresar el movimiento de los vientos.

Otra cosa es la consagración y el reconocimiento de esa síntesis.

Si el Acá coincide con los intereses coyunturales de las actuales potencias económicas mundiales, se difunde.

¿Eso quiere decir que esa obra alcanza a modificar lo existente?

Nuestra apreciación es que no. No alcanza con esa coincidencia. Es más, no depende de ella.

Días pasados, se difundió un informe de la propia Bienal de Venecia considerando cuales eran las mejores cinco obras de la última muestra. Salvo Ghana, que por primera vez se presenta en Venecia, las otras cuatro eran europeas. Del cotejo de las propuestas, todas de cierta calidad, la única que aportaba algo relativamente interesante, es la de Ghana.

Como bien resaltó Rita Segato en el discurso de inauguración de la Feria del Libro de este año, en Buenos Aires, Europa (lo que vale también para Estados Unidos) no parece mirarse en el espejo, para que este le recuerde, como a la Princesa Malvada, que puede haber algo más bello en otro lado.

A mi entender, los grandes países industrializados, a través de sus formadores de opinión, sí se miran en el espejo; pero a diferencia de la Princesa Malvada, no se toman ni siquiera el trabajo de enviar al leñador a suprimir la rivalidad. Les basta con ignorar el aviso. Se trata de una política de negación de lo que existe fuera de su área de dominio.

La insistencia, sin embargo, del resto de las tribus de insistir en golpear con su palo mágico en el piso, es un dato objetivo de una realidad invisible.

En las actuales condiciones materiales de vida, el artista, una vez más, y sea de donde sea, debe estar espiritualmente preparado para ese silencio.

El silencio inconmensurable generado hacia los artistas del mundo entero que persisten en trabajar con las herramientas de la magia, sin preocuparse por el eventual reconocimiento, coloca a esa franja insustituible en los orígenes de la humanidad.

También en las cuevas se pintó y se cantó. También en las iglesias coloniales se hizo obra sin poder firmarla, por imposición de los colonizadores, como en los maravillosos anónimos de Cuzco.

¿Quiénes fueron los que lo hicieron?

Fuimos nosotros. Seguimos siéndolo.

¿Es esto un consuelo de fracasados?

Dependerá desde el lugar desde el cual se mire e interprete.

Sólo sabemos una cosa. Nosotros estamos Acá.


Juan Carlos Capurro



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