El futuro es un animal, por Gastón Ribba
Leonora Carrington, Sol Niger
A diferencia del español, el chino mandarín y el inglés no
poseen el tiempo futuro. El inglés se vale de partículas para generar el
"future tense" y el chino del contexto. A veces agregan el ideograma
"mañana" después de "hoy" pero sólo a veces. Un profesor
hindú de una academia de Barcelona señaló que los bancos que utilizan las
partículas "will", "shall" o la construcción "to be
going to" tienden a arriesgar menos y obtienen resultados mediocres. Los
bebés en alemán lloran en tono descendente y los franceses terminan el aullido
bien arriba. Dicen los lingüistas del norte que los castellanos procrastinamos
porque el futuro para nosotros es una regla. Está escrito. A fines del siglo
diecinueve, una compañía francesa de tabacos encargó al ilustrador Jean-Marc
Côté el diseño de postales para sus cigarrillos. La serie se llamó "En el
año dos mil" y entre otras viñetas mostraba a un granjero que tiraba de
una palanca con embrague para controlar una cosechadora desde el alero del
rancho. La empresa quebró antes que Côté cubriera con acuarela las tintas. El
futuro es un animal resbaloso dicen las anguilas. Un pensador a sueldo de la
derrotada revolución del cambio cierra su crítica de la novela de Juan Grabois
con un párrafo del libro de Javier Milei. Millenials descubren que los extremos
a izquierda y derecha se encuentran al final del círculo. En piamontés y en
vasco el futuro es sinónimo de ahorro. Alpes abajo y a ambos lados de los
Pirineos atlánticos el capital nunca es pecado de avaricia. Mi libro sobre la
historia del futuro se escribirá en pasado perfecto pero todavía no eclosiona.
Es un huevo en una vieja incubadora a querosén. Por las mañanas lo elevo hacia
el relumbrón de mi ventana y durante el insomnio hacia el contraluz de la
bombilla. Está escrito pero no. Aún no. Darwin descubrió el mate en algún punto
entre la ensenada de Bahía Blanca y Carmen de Patagones. El sol cocina lento.
Gastón Ribba
Comentarios
Publicar un comentario