Occidente o qué es lo humano, por María Negro

 


¿De qué está hecho ese espacio que llamamos teatro? ¿De su escenografía? ¿De los actores? ¿De la narrativa? ¿De ese acuerdo tácito que suspende la realidad por una hora? 

Tiresias levanta sus travestis pechos, asoma el cuerpo entre cortinas plásticas y canta: Salve Argentina, bandera de mi patria. Edipo -aún rey- lleva en sus hombros un saco de piel y toma cocaína, la misma que vende. Yocasta tiembla de celos. La voz de Antígona se mide en caracteres dentro de las redes sociales. El Abeja desciende desde el cielo de los “soldaditos” para cargar sobre él la desesperanza. Creonte cae en cana. Medusa ve derramadas sobre sus hombros las serpientes muertas de su pasado feroz. 

¿De qué está hecha la realidad? ¿De verdades? ¿De aquello que consideramos cierto? ¿De fake news? 

Yocasta se abisma, se repliega sobre el crimen del incesto. Edipo, alumbra. El único pecado es la pobreza, dice. Corre, como un mago, el velo que oculta la palabra crimen.

¿De qué están hechos los crímenes? ¿De qué están hechas nuestras morales? ¿Con qué material barroso consideramos la representación de la tragedia? 

Yo, insiste Edipo. Yo mismo soy Occidente. Soy la piedra sobre la que levantarán su Iglesia. Soy el pecado que perseguirá esta farsa que llaman presente. Soy la audacia y la inteligencia, hundiendo la nariz en el plato de la furia. Soy la lucidez embebida en cerveza caliente. Soy el pasado, el futuro, la nada que los abriga. La virilidad flácida, insistente. Soy el espejo y sus pedazos. Soy, dice, aquel que no caerá en las garras del Aedes Aegipty. He arrasado la duda, ya no hay adivinanzas. Mis manos han terminado con los oráculos del mundo. Soy la certeza. Soy la muerte.

¿De qué está hecha la vida? ¿Con qué material se construye la duda?

Jorge Huertas es poeta, aunque se lo reconozca como dramaturgo. Es solo desde la poesía que la tragedia griega logra construir un lazo íntimo, personal, con el tiempo histórico que transitamos. Aborda la dramaturgia desde la composición del significante, la imagen delicada que cae como una hoja de árbol, desde la boca de los actores y las actrices que interpretan Occidente, sin tocar jamás el piso. Allí no hay piso. Ni cielo, ni precisión del espacio. El cuestionamiento a la profundidad del lenguaje, a su potencialidad, a las incapacidades que lo abisman al momento del decir, son el paratexto sobre el cual se pone de pie una obra precisa, alta, clara como una cascada incierta.

Esta reseña debió comenzar confesando que, sobre el final de la obra, salí despavorida a llorar en la vereda del teatro, que fumé dos cigarrillos hasta que pude calmar la emoción, que confesé al directordramaturgopoeta que yo era incapaz de transmitir desde el lenguaje qué cosa había tocado con tanta profundidad dentro de mí aquello que terminaba de ver.

¿De qué está hecho ese espacio que llamamos teatro? ¿De su escenografía? ¿De los actores? ¿De la narrativa? ¿De ese acuerdo tácito que suspende la realidad por una hora?

Esta reseña no comienza como debería, o sí. Preguntarse es un delito que los dioses evitan. Saltar sobre el abismo de la duda, llorar sin pausa, dejarse arrasar por la emoción sean, tal vez, los privilegios que aún preservamos en nuestra pequeñez. Tan mortales que puede acabarnos un mosquito, un virus, una niña que muere de hambre en esta misma ciudad desde donde escribo. Edipo no ha muerto. Su ceguera es solo el principio.


María Negro



Occidente

Sábados de agosto y septiembre - 17.30 horas

Patio de actores - Lerma 568 - Caba

Dramaturgia y dirección general: Jorge Huertas

Actúan: Lucía Ayoroa, Verónica Calderón, Marcelo Ergas, Sergio Lobo, Carlos Orlando, Silvia Ruivo, Ramiro Santos.

Entradas a la venta por Alternativa teatral.


Comentarios

  1. Gracias María Negro.La vi... te leo. Sos otro placer! Lo atesoro junto al que siento por esa obra de arte!

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