El profeta recienvenido, por María Negro


“Emancipémonos de los imposibles.
De todo lo que buscamos y creemos, a veces,
que no hay y peor aún, que no puede haber”

M.F

“El Universo o Realidad y Yo nacimos el 1 de junio de 1874 y es sencillo añadir que ambos nacimientos ocurrieron cerca de aquí y en una ciudad de Buenos Aires.
Hay un mundo para todo nacer. Nacer y no hallarlo es imposible. Y el No Nacer no tiene nada de personal, es meramente no haber mundo. No se ha visto a ningún yo que naciendo se encontrara sin mundo. Por lo que creo que la realidad real la traemos con nosotros y no quedaría nada de ella si efectivamente muriéramos, como algunos temen”

Así se presenta el padre de la literatura argentina con más mérito que ediciones y reconocimiento.

Desde una pensión en Once o Almagro, Macedonio escribió los pilares del pensamiento poético del siglo veinte. Desencajado de su tiempo histórico, el reconocimiento de un grupo de jóvenes escritores lo trasfiguró en chamán, en gurú filosófico o en lo que él llamaría “Metafísico de abordo” alejándolo del alto lugar de estudio que debería tener su obra.

La preocupación de Macedonio no era la publicación de todo aquello que escribía -su primer novela 'No toda es vigilia la de los ojos abiertos' fue editada debido a la insistencia e incluso el hurto combinado de los cuadernos que componían la novela, hurto realizado por sus discípulos/amigos Leopoldo Marechal, Raúl Scalabrini Ortíz y Francisco Luis Bernárdez- la necesidad de expresar sus pensamientos y reflexiones era mucho más íntima y, tal vez por eso, genuina.

Macedonio escribía para él, porque él era el gran recienvenido y pudo verlo.

Defensor del juego en la palabra, su trabajo es un ejercicio surrealista cuando aún estos no habían nacido como movimiento.
Acá en el sur bien al sur, antes de 1920, Macedonio desarrollaba su Teoría Del Buen Disconformismo, donde plantea la defensa del anarquismo y la distribución de toda la producción del trabajo obrero del mundo (intelectual, mecánico, muscular) en partes iguales per cápita, asignando un valor a cada ser humano equivalente a 40 pesos oro argentinos.

Macedonio mete las manos en todos los platos porque la naturaleza le pertenece al arte y este a la política y la economía a la espiritualidad. Macedonio cree firmemente que él y el Universo son solo uno. Puede mirarse, mirar, observarse profundamente desde la verdadera magnitud de la existencia. Del ser no solo como dilema, sino como esencia.

Fue fiscal de la nación en la provincia de Misiones, padre de cuatro hijos a los que abandonó, junto a todas sus pertenencias, cuando murió su mujer y se convirtió en un asceta, el gurú de La Perla de Once donde iluminaba la maravilla de Borges, de Marechal, de Scalabrini Ortíz, del gran Girondo.

No es posible explicar la literatura argentina sin Macedonio. Fue el gran inventor del cuento – ensayo, género que hiciera grande a Borges. El gran Georgie que decía haber incurrido en un 'apasionado y devoto plagio del hombre más extraordinario que hubiese conocido'. Sin embargo, esa 'devoción' no fue suficiente para instalar la lectura de Macedonio, traerlo de la mano al alcance de las nuevas generaciones que descubren (¡Oh, Tierra!) al más grande escritor de nuestro tiempo.
Macedonio fue un atormentado que se salvó de la locura permitiendo que se convirtiera en idea, en reflexión, en literatura, en arte.
Padecía de fotofobia, por lo tanto su espacio de trabajo era un placard donde se encerraba con una vela, a exorcizar en garabatos de difícil interpretación los trabajos que hoy conocemos.
El Museo de la Novela de la Eterna, o los Papeles del Recienvenido, son esos ejercicios, son esos exorcismos.

“El Arte no es un fenómeno de Belleza; ésta, si existe, es la natural, de ambas Naturalezas: psíquica y física. El Arte es un fenómeno de Autorística, más personal y típica que la Autorística del saber, o Ciencia. Y la Autorística -que no copia mentes ni cosas- típica, o el Arte, nace de emoción impráctica y suscita emoción impráctica, nunca de sensación y para sensación.
El Arte es emoción, estado de ánimo, jamás sensación. (...)”

Así defiende en 'Para una Teoría del Arte' el estado de emoción artística, ese que lo subyuga y lo obliga a escribir decenas de cuadernos con cientos de ideas, teorías, poemas, ensayos, pensamientos profundos sobre su curiosidad absoluta (sobre la biología, el arte, la estética, el misticismo, la economía) que luego conformaría la obra que hoy conocemos.

En su lucha contra la locura, o en el reconocimiento de ella, Macedonio produjo una herencia aún hoy poco explorada, aún atemporal, aún esperando el sonido de una juventud que encuentre en su palabra la savia de la reflexión, del humor exquisito, de la Música como propiedad del río de las ideas.

Nació en 1874 en Buenos Aires, es sencillo saberlo. Si hubiese nacido en Francia, en Inglaterra, Macedonio hoy sería reconocido como uno de los más grandes escritores de la literatura mundial.

Pero vivía en Once.
Once era él y el Universo.


María Negro

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