Alda Merini, la donna del fuoco
Abro mi cigarrillo
como si fuese una hoja de tabaco
y aspiro ávidamente
la ausencia de tu vida.
Es tan hermoso sentirte afuera
deseando verme
sin que yo te escuche.
Soy cruel, lo sé
pero el idioma del poeta es este:
un largo silencio que sucede
a un larguísimo beso.
(Traducción Juan Carlos Capurro)
He nacido el veintiuno en primavera
pero no sabía que nacer loca,
abrir los terrones
pudiera desencadenar una tormenta.
Así Proserpina leve
ve llover en las hierbas
en los gruesos trigos gentiles
y llora siempre cuando atardece.
Quizá sea su plegaria.
Las hojas blancas son la desmesura del alma
y sobre este sabor agridulce
querré un día morir,
porque la hoja blanca es violenta.
Violenta como una bandera,
un abismo de fuego,
y así me compongo
letra a letra a lo infinito
para que alguien me lea
pero que nadie aprenda nada
porque la vida es un sorbo, y sorbo
de vida las hojas blancas
desmesura del alma.
Yo estoy segura de que nada más sofocará mi rima,
el silencio lo he tenido encerrado años en la garganta
como una trampa de sacrificio,
ha pues llegado el momento de cantar una
exequia al pasado.
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