¿Ante un nuevo realismo?, por Juan Carlos Capurro


Venimos recibiendo en nuestra revista el aporte de Verónica Azcona, informándonos sobre  lo que ocurre en la Documenta de Kassel. Como todos conocen, es esta una muestra internacional considerada la mas abierta en cuanto a tendencias en el arte.


De lo que hemos recibido hasta ahora, que es bastante, se desprende un hecho inquietante: todos los artistas se refieren, de una u otra manera, a la catástrofe ambiental, social y mineral del mundo capitalista. Todos se enojan con lo que esta ocurriendo, poniendo en escena los peligros de la falta de vivienda, de los que se ahogan en el mediterráneo, de la desigualdad y  el maltrato hacia  las mujeres, particularmente las africanas.



Si bien consideramos que es esta una temática retórica, no es sobre ese aspecto que queremos reflexionar.


La reflexión va por otro lado. ¿Estaremos volviendo a una nueva suerte de realismo "socialista"? ¿Quizás, esta vez, a un realismo social posmoderno, impulsado no ya por el estalinismo disciplinador, sino por el dios blanco de la "Posverdad", manipulador secreto de muchos artistas militantes de lo "políticamente correcto", condolidos  inermes ante la barbarie de lo que está ocurriendo, mostrándonos lo que ya sabemos, como si fuésemos un poco lentos, por no decir insensibles?

 

Digo esto, me lo pregunto y lanzo la pregunta: ¿necesitamos que el arte explicite lo que ya está en nuestras conciencias, o el arte debe sublimar lo que ocurre y ya sabemos, elevándolo al nivel de percepción profunda, es decir poética, de eso que  nos está ocurriendo?


Para mi (y subrayo lo personal, porque no es una posición discutida aún en nuestro colectivo, aunque nuestra práctica vaya en ese sentido) el arte debe sublimar, no explicitar lo reconocido. Esto no quiere decir que se omita lo que ocurre, sino que - al reflejarlo- lo coloque en otro plano, alejado de una observación mecánica, que lo registre de una manera, profundamente incómoda y penetrante. Un arte que agregue sal a la herida, en lugar de transformarla en un lugar acostumbrado, adormecido, convertido en un enojo inocuo, antesala de una sana resignación, manipulada por el dios blanco.


El tema de estas dudas, eso esperamos, puede ser objeto de debate. Courbet no solo pintaba bien, sino que transmitía  ondas de sublevación, cuando reflejaba maravillosamente "El origen del mundo", frente al pacato universo de los burgueses contentos, sin necesidad de mostrar que la mujer del cuadro era pobre.  Después, cuando tuvo que actuar como militante social, no se anduvo con vueltas, e impulsó la destrucción de la columna de la place Vêndome, en 1871.

Dejo abierto el debate. ¿Gritos o susurros?  Me inclino por el grito profundo. Creo que no es época para escuchar letanías; tampoco en el arte.


Juan Carlos Capurro.

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