Sueños y arte conceptual, por Juan Carlos Capurro
Hay un poema, Kubla Khan, cuyo autor afirma haberlo escrito
de memoria, después de soñarlo. El poema es extenso y muy perturbador. Cuesta
aceptar que Coleridge haya podido reproducirlo tal como lo soñó. Pero la
estructura del texto es, efectivamente, la de un sueño verdadero.
Este mismo poeta es autor de un aforismo (no sólo Narovsky
hizo aforismos) que propone la hipótesis de alguien que sueña haber estado en
el Paraíso y a quien se le entrega una flor como prueba de que estuvo allí; al
despertar, el soñante tiene en su mano la flor. ¿Y entonces, qué? , se pregunta
Coleridge.
Un sueño me perturba hace mucho tiempo. No sé -realmente no
lo sé- si lo soñé despierto. Pero en el
sueño se me aparece el Angelus de Millet, aquel cuadro tan aparentemente
religioso, en el que una pareja de campesinos
está rezando, luego de terminar su día de trabajo. El paisaje es lejano;
las dos figuras están como imantadas. Lo que yo sueño es que no están rezando: fingen
hacerlo; en realidad, están hablando, desde los cuerpos, sobre su relación. Hay
amor entre ellos; también- y esto, para mí, es
lo fundamental del sueño- hay deseo. Un oscuro deseo, que mezcla el
rencor solapado, las pequeñas broncas de la convivencia, la dureza de la
realidad cotidiana; y la maravilla, a pesar de todos los pesares, de seguir
estando juntos.
La persistencia del sueño me llevó a investigar la obra de
Millet. Nada hay en ella, hasta donde pude llegar en mis investigaciones, que
autorice a pensar en la hipótesis de mi sueño. Estuve en Barbizon, el lugar
donde Millet pintó el cuadro. Hablé con la gente del pueblo. Millet solo quería
pintar el mundo campesino, me dijeron, lo que incluía, en primer plano, uno de
sus mayores componentes: la religiosidad. El curador del museo Casa de Millet,
me confesó -sin ambages- que los personajes carecen de importancia; todo se
circunscribe a la relación entre el cielo y la tierra. Los espectadores del
cuadro en el museo d´Orsay confirmaron, en general, lo mismo. Algunas de esas
afirmaciones, aun al mantenerse en lo que para mí es un criterio conservador,
tienen un alto contenido poético.
Le pregunté a mis amigos, pero todos me dieron respuestas
distintas. Ninguna fue la que yo esperaba. Probé con homeópatas, analistas y
adivinas. Nada. Solo los niños, con su frescura, me pusieron sobre ciertas
pistas.
Esta investigación me terminó llevando a hacer una película,
en la que desarrollo este sueño y los sueños de los que en ella hablan sobre lo
que consideran su realidad.
Al hacer la película, sin que ese fuera mi propósito,
terminé por descubrir que nadie está equivocado; no hay una verdad. Lo que
sucede es que el arte es siempre conceptual, desde sus orígenes, y transmite
diferentes verdades. Hay un concepto inicial que impulsa a quien hace la obra.
Podemos decir que ese es su concepto manifiesto. Pero hay otros aspectos en ese
concepto. Son sus manifestaciones latentes, sus deseos ocultos y también
reprimidos. Freud analizó muy bien este sustrato, al sumergirse en las
intenciones inconscientes del artista. No lo hizo como crítico de arte - un
gran acierto suyo, porque ese es un terreno subjetivo, que admite todo tipo de
opiniones- sino como analista de lo que movió a la persona a realizar su obra,
como ser sufriente y gozante de la Historia.
Es en este sentido que también el arte es conceptual; no
sólo para quien hace la obra, sino para quien la mira. Para mí, Velásquez
desacraliza la pintura en Las Meninas no sólo por la manera de pintarse a sí
mismo, sino también por el modo en que coloca a los reyes, que quedan en
segundo plano. Para otros, ese aspecto carece de importancia: lo
fundamental es el goce estético de esa
pintura. Para los niños que concurren con sus padres a ver el cuadro, lo
importante son esos otros niños que los
miran en espejo; para ellos el perro quizás sea decisivo, como tranquilo acompañante.
Puede ser entonces que mi sueño sobre el cuadro de Millet,
lo que en él veo, sea algo que se haya
quedado conmigo cuando me desperté, acompañándome, como en el aforismo de
Coleridge. Yo veo el deseo; veo el amor
que quizás - sólo quizás, y en una duda para siempre- también pudo ver
Millet cuando pintó su obra.
Todo en arte resulta conceptual, como en los sueños.
¿Y entonces, qué?
Juan Carlos Capurro
Excelente Honorable Capurro
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