"A veces, A besos" Los libros gemelos de El Mordaz, por María Negro



El barro es insistidor, dice el Mordaz. Mordaz, que tiene nombre y apellido pero solo para quienes no lo conocen, es un prolífico escritor de Las Breñas, Chaco. Allá, donde el calor es calor de verdad, Mordaz ha fundado la revista Lupe (Lo Urgente Puede Esperar), coordina un bar literario, un programa de radio y lleva 17 libros editados desde 1992 hasta la fecha.
“A veces” “A besos” son sus libros mellizos de poesía y narrativa recientemente presentados en varias provincias. La narrativa y la poesía de Mordaz es tan despampanante como su persona. Aquí se entremezcla el tango, el desencuentro, el encuentro total e idílico, el tiempo que transcurre sin capacidad de medidas, el diálogo irónico y filoso de los personajes.
La tensión hace pie en las orillas, dice Mordaz, porque la banquina también es un camino. Y su palabra, su poesía, es la defensa del no camino, de la ausencia de una línea recta que nos lleve del punto A al punto B. Mordaz juega con todas las letras, no tiene miedo de saltar en una hamaca, de meterse con la política o con Maradona. El terreno de la palabra de Mordaz es el mundo, y él lo usa a pata ancha, con la confianza de los niños.
“A veces” es el recorrido cortazariano que marca la señora del candado, de todos los candados. La que convencida de tener la llave solo ha ido cerrando cadenas en todo su tiempo. A esta señora le habla la poesía sin pudores, buscando enrojecerla, fustigarla, provocar en todos nuestros candados (en los que nos iremos reconociendo a medida avancemos en el libro) un escalofrío. Un espejo incómodo de nuestro yo chitrulo que se encuentra desnudo y al descubierto. Nosotros, tan piolas, sacaremos al chitrulo escondido para mirarlo sin vergüenzas.
“A besos” nos propone la sombra de lo que no alcanzamos a ser y el cuento como nouvelle donde se mezclan la cotidianeidad y la tradición, el desamor y la espera, el final exacto.
Mordaz, el hombre que ha ganado que su apodo se imponga como nombre verdadero, no piensa descansar sus manos, ni su decir, ni su andar.
A veces siempre es nunca, dice.


Vaya si lo sabremos.


María Negro

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