Mercedes Resch y el perfecto equilibrio, por Antonia García Castro
Muestra “Un viaje a Cura Malal” junto a Leandro Vesco. Museo
Benito Quinquela Martín del 12 de mayo al 10 de junio. Av. Pedro de Mendoza
1835, La Boca. C.A.B.A. Martas a viernes de 10 a 18 hs. Sábados, domingos y
feriados de 11.15 a 18 hs.
En una conversación que tuvo Raúl González Tuñón con un muy
joven Tata Cedrón, a fines de los años 60, Tuñón le decía: “lo importante es
que un poeta, un músico, un pintor… lo sean en la obra y en la vida. Cuando se
da eso… ponele la firma que es el perfecto equilibrio”. Eso es lo que se
advierte en la muestra de Mercedes Resch inaugurada el 12 de mayo en el Museo
Benito Quinquela Martin. No hay forma de distinguir vida y obra en cada uno de
los quehaceres de Mercedes Resch. La compenetración es total. Y quizás, siendo
que Mercedes es artista plástica, esta forma de trabajar día tras día le
otorgue, por fuera de escenarios vistosos, la condición de poeta. Como también
el hecho de que la palabra y cada uno de sus componentes, la palabra letra por
letra, estén omnipresentes en sus trabajos.
El trazo. La huella que deja una voz amplificada por el
viento que recorre un pueblo. Cura Malal. La voz de una madre. Raimunda. Su
propia huella. Sus esfuerzos. Sus aprendizajes. Una forma de ser, de trabajar,
de convivir. Una cocina que puede ser un centro. Gestos. Hermosuras nunca antes
nombradas. Hazañas. Paisajes que, como también dijo Tuñón, nos hacen sentir
pequeños. De todo eso se nutre esta obra.
Mercedes Resch nació en Cura Malal, un pueblo del partido de
Coronel Suárez, en la provincia de Buenos Aires. Un lugar que Leandro Vesco
viene visitando desde hace años, en armonía y en complicidad con sus habitantes
de los que ha hecho bellos retratos. Sus fotografías y escritos forman parte de
la muestra “Un viaje a Cura Malal” y ofrecen una clave al restituir los rostros
y las vivencias de algunos insignes habitantes del pueblo. Don Barragán, los
domadores “Mingo” y Zacarías Silvera.
Todos ellos presentes también, junto a Juana y junto a Goya,
en la canción que dedicó a este pueblo, el Tata Cedrón (la Curamaleña).
Escribe Mercedes: “Imagino un paisaje dividido únicamente en
dos, abajo los verdesamarillos, casi blancos, y arriba un azul profundo o un
celeste transparente y nada más, sin obstáculos, ni interrupciones; un gran
espacio limpio para perderse. El ganado cambió el paisaje, o mejor dicho el
hombre con su necesidad de controlar, de determinar su propiedad, alambrando
todo, parcelando las tierras. Se mide, se estaca, se alambra”.
Ese alambrado es también el principal elemento de sus más
recientes trabajos, íntimamente relacionados con la historia del pueblo y la de
su propia familia. En particular los alambres desenterrados en el predio de lo
que hoy es su casa y un centro cultural de Cura Malal: Corral de piedra.
Un espacio de encuentros que desde hace varios años organiza
residencias tanto para artistas nacionales como extranjeros, talleres, muestras
que no tienen al pueblo como telón de fondo sino como principal fuente de
inspiración y destinatario de cuanto sucede. Y lo que impacta… es que sucede de
todo. Desde las muestras más arriesgadas, más surrealistas, a los talleres de
costuras, de danzas, la apertura (reapertura) de una pulpería, o los bellísimos
talleres destinados a los niños del pueblo. Sin relación de jerarquía, siendo
cada uno de esos momentos, parte de un solo movimiento de entrega.
Manifestación de un arte genuinamente popular. Hecho codo a codo.
Ahí, entonces, bordeando “El Gallinero”, que es hoy el
hospedaje, Mercedes dio con los alambres. Materia prima de sus obras más
recientes:
“José Resch, mi padre, fue el responsable de cavar el pozo
que hoy pertenece a La Tranca. Imagino que él fue el último en ver esos
alambres (…). Estos alambres fueron parte de algo muy grande y que ya no es.
Cuentan parte de una historia. Los tomo, les saco la tierra, solo queda el
óxido y empiezo a dibujar con ellos sobre una tela blanca. Los miro, los corro,
los toco, siento su rugosidad, sus deformaciones, los acerco, los alejo y
finalmente cuando recompongo alguna trama, los coso con hilo negro”.
Algunos de esos trabajos son los que se pueden ver en la
muestra que le dedica el Museo Quinquela Martin.
Se puede escribir sobre la obra de Mercedes Resch, señalar
que eso que ella hace (recomponer alguna trama) es el deseo de muchos… Pero su
obra no ha sido hecha para ser narrada sino vista, recorrida con los ojos y si
se pudiera… con las manos. Tiene la rugosidad de la materia, trabaja con el
paso del tiempo, se nutre del paso del tiempo, de presencias fugaces y de
ausencias que perduran, se funde con el paisaje, hace cuerpo con cada uno de
los elementos que ayudan a forjarla, silencio de los pastizales, susurros del
viento que lleva y trae las voces de todos los que alguna vez anduvieron esos
caminos.
Antonia Garcia Castro
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