El culto de la personalidad, por Juan Carlos Capurro
Tenemos el agrado de presentales nuestro dossier especial sobre surrealismo en el arte. Un trabajo dedicado exclusivamente al estudio, análisis y divulgación de este movimiento, no sólo en el abordaje de sus máximos exponentes sino, también, desde la mirada particular de este pequeño y colorido espacio del mundo que es la Argentina.
En esta primera entrega, Juan Carlos Capurro analiza, partiendo de aquella versión que asegura que la obra El Mingitorio de Duchamp fuera realizada por la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven, el lugar que ocupa el individuo en el arte, y el culto que se yergue sobre las personalidades.
El arte conceptual, la forma y el contenido, la ejecución de la síntesis. El arte como verbo vivo, es decir, como latido de una sociedad que busca por este medio decir en un idioma complejo, sencillo, abierto de par en par para los inocentes, como dijera Pellegrini.
Con entregas semanales, los invitamos a la lectura, a la reflexión y al debate.
Toda libertad en el arte.
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Dossier especial: El surrealismo
El culto de la personalidad, por Juan Carlos Capurro
El catedrático de la
Universidad de Leeds, Glyn Thompson, asegura que Marcel Duchamp es un impostor.
Que fue la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven, una extravagante millonaria,
la que inventó “El mingitorio”, considerada la primera obra
"conceptual" en la historia del arte.
Puede ser, pero de ser así, ¿modifica en algo la historia
del arte?
Veamos
En primer lugar, el arte siempre fue conceptual. Leonardo Da Vinci decía que la pintura es un tema del cerebro, no de la mano. Cosa mentale.
Por esto, considerar como novedad la obra conceptual es un anacronismo.
Para el materialismo dialéctico, que parte no solo de Hegel
sino de los griegos, toda obra humana requiere de un plan previo. Es decir,
comienza en la mente, partiendo de una materialidad previa, para transformarla.
La ejecución puede adoptar las más diversas formas.
Sería entonces más exacto decir que la baronesa von Freytag
fue una pionera.
Según ciertas constancias, un año antes de la presentación
en sociedad del Mingitorio, ella habría presentado un objeto (caño de baño
retorcido) denominado “Ornamento perdurable” (Enduring ornament), lo que podría
ser considerado el primer readymade (objeto de uso cotidiano elevado a la
categoría de obra) del arte contemporáneo.
¿Por qué carece de importancia si fue la baronesa von
Freytag o Duchamp quien hizo uso de un objeto industrial?
Porque lo que define la aparición del urinario es la forma
en que fue presentado socialmente y no su eventual ejecución.
En 1917 la Sociedad Americana de Artistas Independientes de
New York, realizó su Salón de Exposiciones. La premisa de esta sociedad, de la
que Duchamp era miembro directivo, consistía en que cualquier persona que
pagase los seis dólares de inscripción podía presentar una obra. Se buscaba
romper con el elitismo de los museos y galerías que manejaban a su antojo el
destino de los artistas, impidiéndoles llegar al público.
Si cualquier obra presentada por un artista debía ser
admitida, el acierto de Duchamp no estuvo tanto en lo que presentó como en la
propuesta libertaria de poner a prueba la admisión irrestricta.
Según investiga en su extenso libro el catedrático de la
Universidad de Leeds ("Baronesa
Elsa") lo importante es quien hizo la obra y no el desafío de intentar
exhibirla. Si la autora de la idea del urinario fue aquella extravagante
baronesa, ¿cambiaría el carácter del descubrimiento artístico de Duchamp?
Lo que Duchamp puso en cuestión es: ¿Quién decide lo que es
o no una obra de arte?
La entrada de los objetos cotidianos a la actividad
artística constituye un salto similar, por poner un ejemplo de su significado,
a las escenas populares que comenzó a pintar Goya, oponiéndolas a la
exclusividad de los retratos de la Corte.
Como se sabe, la Sociedad Americana de Artistas
Independientes rechazó el mingitorio presentado, con el título de “Fuente”
(Fountain), al punto que no solo lo rechazó sino que el objeto (firmado R.Mutt)
desapareció, sin ser devuelto al artista.
Al rechazarlo, y escamotearlo, los muy independientes de la
sociedad americana, demostraron su límite. Aquello que le criticaban a las
instituciones del arte, fue reproducido por ellos en los mismos términos.
Duchamp renuncio entonces a la Sociedad.
Su mérito es haber desenmascarado esta limitación.
El tema entonces es cuál es el punto que define el salto
cualitativo. No basta con entender, sino que hay que estar decidido a
transformar lo que hemos entendido. La clave es pasar al acto.
Cuando Velázquez se retrata a sí mismo en Las Meninas,
mirando a los que está retratando, que aparecen en el fondo del cuadro en un
espejo (los reyes), produce una ruptura. De la misma manera que Goya la produjo
cuando reflejó los juegos en la calle de la gente sencilla, haciéndolos
ingresar en un espacio (el cuadro) hasta entonces prohibido para aquellos que
no fuesen de la nobleza.
Y acá entramos en otro aspecto de la creación artística.
En toda sociedad dividida en clases, la clase dominante
procura siempre atribuirse los méritos. Su forma de hacerlo es a través del
culto de la personalidad. Así como hay elegidos de Dios, hay figuras
providenciales. Ellas siempre pertenecen, al ser reconocidas, a la clase
dominante, que las coloca bajo su tutela.
La fetichización de determinados individuos es una necesidad
de esa clase, porque es una forma de enmascarar el carácter colectivo, de
clase, de su propia dominación. Ciertos
individuos son presentados como transformadores de la historia, como si esta
cambiase exclusivamente por la intervención de determinadas personas,
excepcionales.
En el campo del arte sucede exactamente lo mismo. Se
mantiene el esquema. Por supuesto que hay artistas más dotados que otros,
aquellos que ven más lejos. Su talento o capacidad no está aquí en duda. Si' es
cuestionable la manipulación que de éstos se realiza.
Pero son y fueron las condiciones materiales, la época, las
que determinaron y determinan ciertos resultados. No las personas "providenciales".
Nadie llega solo a ningún lado. Ese es un mito derivado de
la dominación de un conjunto de individuos para escamotear a otro conjunto de
individuos su posibilidad de desarrollo histórico y personal como conjunto.
Así como se afirma que un "simple" trabajador no
puede gozar de los mismos bienes de disfrute que la clase dominante, así
también se pretende asegurar que el arte no puede ser hecho por todos, sino por
ciertos iluminados, a los que la clase dominante reconoce, de acuerdo a su
conveniencia, como tales.
Es por esto que Goya no fue reconocido en su obra extra
cortesana por la Corte, sino por la naciente burguesía, que hizo suyo el
reflejo. Los frescos de la quinta del Sordo, en el final de su vida, no fueron
reconocidos, entonces, por nadie. Eran el futuro.
De la misma manera, Picasso fue cooptado para adornar
paredes y elevado a la categoría de deidad al fin de la segunda guerra mundial
por el propio imperialismo norteamericano (encarnado en la revista “Life”) como
forma de demostrar el triunfo individual del talento y sus alegrías, en medio
de la reconstrucción y del reparto del mundo acordado en Yalta. El triunfo de
la "coexistencia pacífica" de Churchill y Stalin.
Fetichismo puro. Los artistas son absorbidos como si fuesen
un producto refinado de las bondades de la clase dominante. Y sólo entonces.
Lo mismo ocurre con Duchamp, al que cierto esnobismo pequeño
burgués quiere colocar en el Olimpo de la creación, como si fuese el resultado
de la actividad intelectual de un atómico individuo.
De la misma manera existen quienes no soportan lo que
Duchamp representa, en su carácter revolucionario. Y es por eso que lo atacan
como individuo en su creación y no como una expresión de las transformaciones
históricas del siglo XX.
Es posible que la baronesa
Elsa von Freytag-Loringhoven, que conocía a Duchamp, haya influido en su obra.
Ayudó a modelar una nueva manera de intervenir en el arte. No era la única. Ya
lo estaban haciendo Apollinaire, Tristan Tzara, Hugo Ball y muchas y muchos
más, con sus escritos y acciones.
Es el aire de una época, con la intervención de cientos y
miles de personas que se mueven e interactúan, las que producen los resultados
en la historia.
Fueron los de la Sociedad Americana de Artistas
Independientes, que decidieron oponerse al elitismo de museos y galerías.
Fueron las autoridades y propietarios de museos y galerías. Fueron los
profesores, las poetas, los albañiles, las enfermeras, los niños jugando en la
calle, las feministas, los generales, la primera guerra mundial, y la lucha de
clases.
El culto de la personalidad es un flagelo en todos los
campos de la vida, al pretender negar el carácter colectivo de la creación
humana.
En lo que concierne a Duchamp, debemos destacar que su
indiferencia histórica ante el resultado de su propia producción nunca fue una
pose. Todos los que lo conocieron, aún sus detractores, reconocen que jamás
adhirió al carrerismo, ni le importó el reconocimiento oficial. No tomaba en
serio el culto individual de la creación. Al escoger objetos industriales y
nombrarlos, daba vuelta el carácter de
la mercancía, centro sagrado de la producción capitalista. Las obras son de todos porque todos las
hicieron, en alguna medida.
En ese sentido, inaugura un nuevo tipo de artista, que aún
no encuentra su lugar en el mundo, que es aquel que al igual que los artistas
de la tribus primitivas, hace arte como una necesidad espiritual colectiva,
además de personal, sin importarle ni
buscar el reconocimiento oficial, que lo incorpore al séquito de los privilegiados.
Aquellas sociedades primitivas reconocían a sus artistas
como parte de una actividad conjunta, contraria al individualismo de las
posteriores sociedades divididas en clase.
Por eso, la discusión sobre la maternidad o paternidad del
mingitorio es un debate estéril, que solo favorece a esa peste individualista
que aún no puede ser erradicada.
Juan Carlos Capurro
Excelente artículo. Una mirada crítica pero positiva sobre el significado del arte, los artistas y la época. Para reflexionar sobre el mundo del arte y su evolución.
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