El recorrido de Liliana Capurro






































Obra de Adam Kalski

Liliana Capurro traza su recorrido de poesía y prosa de una manera única y fractal a la vez. Todo recorrido es un regreso y viceversa. 
La dulzura de la niñez, el camino de las dudas que vuelve sobre sus pasos. La ausencia es cruel pero en la voz de un niño que alza un reloj en el río esa misma crueldad encuentra su esperanza, su retorno, su oportunidad renacida.
La belleza de lo simple atraviesa la poesía. Como dijo el mago Lavand, viene bien distinguir lo simple de la simpleza. La elegancia de la sencillez, de las palabras sin ornamentos ni máscaras. La construcción de lo simple encuentra en cada verso a la belleza. Convulsa y poderosa, detrás de imagenes cotidianas, de miradas a diario, del amor de Rosita que no fue, del camino por Brasil y Almirante Brown que retorna y se aleja. Que abraza cuando se distancia.
Que está más cerca que nunca.

María Negro




Ojos de campo

La ví en el campo
intuía la lluvia
recostada al sol
su piel
piso de damero
sus dientes
de leche
su lomo brillante
hay que matarla chiquita
se escuchan voces
salientes de bocas con dientes
que no son de leche
devoran
trituran
no dejan rastros
de su pequeña existencia.



Su realismo

Dejar quietas las aguas
A la noche
Silencio
Que no se despierten
Que no me despierten
Quiero descansar
Hasta mañana
Cuando me levante
Y me ponga el uniforme gris



Ni cien ni mil

Media hora de caramelo
Redondito
Acaramelado
Sólo media hora
De caramelo
Redondito
Acaramelado
Media hora
Acaramelada
Redondita
De caramelo
Media hora
Ni cien ni mil


El recorrido

Come algo a las doce y se va en bicicleta por Brasil hasta Almirante Brown, de ahí por Pedro de Mendoza hasta Caboto y Olavarría, donde queda la fábrica. Cada corte, cada máquina, cada obrero moldeando lo que será una cartera, un zapato, una bota, un momento compartido. Un camino conocido que se hace con los ojos cerrados sin pensar demasiado, mientras la bicicleta lo lleva desde San Telmo hasta La Boca todos los días a la misma hora. Todos los días hace cuarenta años sin faltar. Poca salud tenía ya de chico pero sabe que el trabajo es lo más importante y hay que cuidarlo, que los males se curan solos y que siempre hay que seguir adelante.

Arranca a las doce y sabe que una menos cuarto llega, menos esa mañana que sale antes para comprar factura para la media tarde. A las doce y media se estaciona atrás de la fábrica y a un costado está Rosita, de costado, sin el uniforme, apretada por Juan, al costado del paredón. Rosita en cuero, sí Rosita, la que conoce hace más de treinta años, la que comparte su mate de la tarde y ese día iba a ser con factura, se ríe como nunca, parece contenta como nunca.

La puede escuchar pero ya no mirarla. Se esconde y se apoya en la pared, ahí nomás el dolor que arde, un agujero antiguo en la boca del estómago lo parte en dos qué digo, en muchos huesos que pierden su articulación y que no saben de dónde agarrarse, hacia arriba un fuego que le quema la garganta y sin palabras. Los músculos sueltos lo sostienen como pueden y lo desploman sobre la bicicleta que lo lleva desde Caboto y Olavarría por Almirante Brown hasta Brasil. Ese día no trabaja.

Sólo ese. Solo uno.



Lilina Capurro – El recorrido (2012)

Comentarios

  1. Me encantó. La primera vez que leo algo de Lilina Capurro y espero leer mucho más. Felicitaciones también a Estrella de Oriente

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