MAX ERNST, EL PÁJARO SUPERIOR


Por: Leonora Carrington (1917-2011)

Los Pájaros del amor, los Pájaros de la noche, los Pájaros del Paraíso y los Pájaros del demonio están atrapados en sus alas entrelazadas, en la Cocina Subterránea del Pájaro Superior.

Éste revuelve su olla que tiene forma de hombre y mira hipnotizado sus brazos desnudos, mientras que por encima, enjambres de moscas y tábanos colgados de trozos de carne, enseñan a sus crías a volar.

El Pájaro Superior mira sus brazos desnudos con una hipnótica y glauca mirada y diminutos brotes blancos aparecen en su piel; revolviendo siete veces y sin dejar de mirar, ve que esos brotes se secan y endurecen convirtiéndose en brillante plumaje. Entonces, un coro de águilas entona un canto, mientras los Pájaros del demonio y los Pájaros del Paraíso desunen sus picos en un largo beso agorero.

El miedo, en forma de caballo, vistiendo la piel de un centenar de animales distintos, salta a la cocina despidiendo una lluvia de chispas con sus cascos, las chispas se convierten en murciélagos blancos que revolotean ciega y desesperadamente alrededor de la cocina, chocando con ollas, cuencos, botellas y frascos que contienen los ingredientes para la cocina astrológica y que se estrellan en el suelo formando charcos de color. El Pájaro Superior ata por la cola al Miedo a las llamas del fuego y hunde sus brazos emplumados en el color. Cada pluma, al instante, empieza a pintar una imagen distinta con la velocidad del grito.

El canto de los murciélagos blancos y de las águilas se mezcla con los relinchos del Miedo que lleva, heladas en su cola, las llamas del fuego. De su piel brotan diminutos volcanes que lanzan penachos de humo a través de su capa de múltiples pieles. Yergue su cabeza y salen volando las polillas de su crin, atraídas por la helada y brillante luz de su cola.

El Pájaro Superior, con todas sus plumas pintando al mismo tiempo diferentes imágenes, se mueve lentamente por el cuarto, haciendo surgir árboles y plantas de los muebles. El pulso, silencioso aún, del mundo externo petrificado, se deja oír como un tambor lejano. Los pájaros y las bestias siguen el ritmo con sus patas y pequeños terremotos ondean bajo la piel de la tierra.

La Memoria vuelve velozmente al nacimiento del tiempo; aparta al niño del pezón de un volcán en erupción y lo lanza jugando al espacio; esta diversión es tan gigantesca que la Inteligencia, con carcajadas agonizantes, se desprende de su cabeza, que es el pensamiento, y la arroja al espacio como un juguete para el Tiempo niño.

El Pájaro Superior alisa sus brazos que ahora son alas, libera al Miedo del fuego y se ata a su lomo con la crin. Escapan de la olla a través de los cuatro vientos que saltan como humo, como pelo, como viento.

Sólo siete pececillos, como cebras sin ojos, yacen sofocándose en el fuego, en el fondo de la gran olla negra.


Publicado en Wiew, 1942
































































































































































































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