Algunas preguntas y una oración a nuestra señora de los museos, por Daniel Santoro
Habiéndose formulado con gran aceptación, el concepto
ampliado de "obra de arte", que cuestiona el viejo
concepto de "obra de arte", y por lo tanto el de artista,
me pregunto: ¿será posible pensar en un simétrico concepto
ampliado de curaduría?, y por lo tanto ¿ampliar el concepto
de institución artística? (ésto es museo o bienal). ¿Podría
entonces, este bar en el que me encuentro, ser la sede
de la próxima kassel, y todas las personas y cosas que
aquí se encuentran, ser los artistas y obras en exposición y
yo, humildemente ser el curador designado?. De no ser posible
esto, ¿deberíamos pensar que conceptos como los formulados
al principio, sólo son válidos para con el objeto de
análisis y no para con los analizadores? O más ajustadamente:
¿podríamos decir que los conceptos, no acceden a la cabina
de comando sino que son emitidos desde ella?; o tal vez
mas maliciosamente: ¿podemos sospechar que los conceptos
se emiten, para ampliar un campo de poder, y fortalecer
la propia institución, y entonces, parodiando a algún politólogo
italiano diríamos: "los únicos buenos conceptos son los
emitidos por la dirección de la propia institución". Ante la evidencia,
otra pregunta: ¿el aura de intangibilidad inapelable,
que antes estaba en la obra de arte, se traslado ahora a
la cabina de comando, que periódicamente emite curadores
y mandatos conceptuales?
Las acciones curatoriales, fallidas, o incompetentes, ¿son asumidas como interesantes o exitosas, por haber sido fallidas e incompetentes, debido a la naturaleza totalmente heterogénea de la experiencia estética contemporánea?, ¿hay por lo tanto, un comercio, entre la piedad crítica para con las mediocres acciones curatoriales y una simétrica mirada benevolente sobre las intrascendentes obras artísticas? También es posible preguntarse, si ¿hay un acuerdo entre los intereses del oficio curatorial y las grandes superficies disponibles en la institución artística, que naturalmente favorece a todo lo que tienda a ocupar grandes espacios, y al mismo tiempo, habilite un ejercicio de abundante legitimación retórica?; es decir, acciones que aseguren reorientar el flujo financiero hacia el pujante epifenómeno del arte. ¿Puede, la elección de un curador, surgir de un grupo de financistas y especialistas, cuya condición para pertenecer a este estrecho circulo, es el haber pertenecido previamente al mismo; algo que podríamos llamar: "la paradoja o síndrome de la cabina de comando"?, ¿puede este extraño núcleo operativo, permanecer estable y sin riesgo, autoglorificándose indefinidamente en el tiempo,como un ancestral culto? ¿Por qué las más diversas y heterogéneas acciones artísticas, aparecen como una continuidad histórica, que tiene a la pintura como origen, discontinuando al mismo tiempo su vigencia y aplicándole los principios de obsolescencia programada que la institución artística utiliza, para actualizar su stock de novedades; siendo la pintura marginada en la propia institución, al tiempo que como dueña y garante de casa asiste muda desde el altillo, a una fiesta a la que no está invitada ni es bienvenida? ¿Es a través de un proceso periódico de muerte y renacimiento, que se convierte a la pintura en el objeto de un mantenimiento quirúrgico, como una frágil piel institucional, que no tolera la continuidad capa sobre capa, de un oficio lento y parco en novedades y además bajo en el nivel de mano de obra ocupada, superficie y requerimientos presupuestarios, para la velocidad de un museo de infinitos espacios en expansión que tiene a la pintura apenas como un pequeño emblema, puesto en la proa de titanio de su gigantesca nave?
Fin de las preguntas, oremos.
Oración a nuestra señora de los museos
¡Madre piadosa! protege a tus hijos artistas,
intercede junto a tus santos legitimadores, Deleuze
y Guatari, para que aun sin talento, sin alguna buena
idea, faltos de originalidad y sin nada que comunicar,
igualmente nos abras tus salas blancas y luminosas,
déjanos penetrar en ellas, multiplica infinitamente tus
espacios, para que podamos reposar y ser
reconocidos, todos por igual. Con tu apacible
discreción minimalista, otórganos becas y subsidios;
globalízanos y protégenos de los salvajes barrocos
locales, que aun combaten mostrando impúdicamente
sus oscuros sentimientos. Consérvanos en el plano,
y no nos dejes caer en la tercera dimensión. Arrúllanos
benevolente, con tus suaves críticas, y una vez
purificados en el autoclave de tu vientre, espacio
cálido y generoso, permítenos llegar a las bienales,
convertidos en verdaderos artistas del siglo 21.
Amén.
Daniel Santoro, Febrero 2007
(Publicado en Estrella del Oriente Número 1 01/2007)
Las acciones curatoriales, fallidas, o incompetentes, ¿son asumidas como interesantes o exitosas, por haber sido fallidas e incompetentes, debido a la naturaleza totalmente heterogénea de la experiencia estética contemporánea?, ¿hay por lo tanto, un comercio, entre la piedad crítica para con las mediocres acciones curatoriales y una simétrica mirada benevolente sobre las intrascendentes obras artísticas? También es posible preguntarse, si ¿hay un acuerdo entre los intereses del oficio curatorial y las grandes superficies disponibles en la institución artística, que naturalmente favorece a todo lo que tienda a ocupar grandes espacios, y al mismo tiempo, habilite un ejercicio de abundante legitimación retórica?; es decir, acciones que aseguren reorientar el flujo financiero hacia el pujante epifenómeno del arte. ¿Puede, la elección de un curador, surgir de un grupo de financistas y especialistas, cuya condición para pertenecer a este estrecho circulo, es el haber pertenecido previamente al mismo; algo que podríamos llamar: "la paradoja o síndrome de la cabina de comando"?, ¿puede este extraño núcleo operativo, permanecer estable y sin riesgo, autoglorificándose indefinidamente en el tiempo,como un ancestral culto? ¿Por qué las más diversas y heterogéneas acciones artísticas, aparecen como una continuidad histórica, que tiene a la pintura como origen, discontinuando al mismo tiempo su vigencia y aplicándole los principios de obsolescencia programada que la institución artística utiliza, para actualizar su stock de novedades; siendo la pintura marginada en la propia institución, al tiempo que como dueña y garante de casa asiste muda desde el altillo, a una fiesta a la que no está invitada ni es bienvenida? ¿Es a través de un proceso periódico de muerte y renacimiento, que se convierte a la pintura en el objeto de un mantenimiento quirúrgico, como una frágil piel institucional, que no tolera la continuidad capa sobre capa, de un oficio lento y parco en novedades y además bajo en el nivel de mano de obra ocupada, superficie y requerimientos presupuestarios, para la velocidad de un museo de infinitos espacios en expansión que tiene a la pintura apenas como un pequeño emblema, puesto en la proa de titanio de su gigantesca nave?
Fin de las preguntas, oremos.
Oración a nuestra señora de los museos
¡Madre piadosa! protege a tus hijos artistas,
intercede junto a tus santos legitimadores, Deleuze
y Guatari, para que aun sin talento, sin alguna buena
idea, faltos de originalidad y sin nada que comunicar,
igualmente nos abras tus salas blancas y luminosas,
déjanos penetrar en ellas, multiplica infinitamente tus
espacios, para que podamos reposar y ser
reconocidos, todos por igual. Con tu apacible
discreción minimalista, otórganos becas y subsidios;
globalízanos y protégenos de los salvajes barrocos
locales, que aun combaten mostrando impúdicamente
sus oscuros sentimientos. Consérvanos en el plano,
y no nos dejes caer en la tercera dimensión. Arrúllanos
benevolente, con tus suaves críticas, y una vez
purificados en el autoclave de tu vientre, espacio
cálido y generoso, permítenos llegar a las bienales,
convertidos en verdaderos artistas del siglo 21.
Amén.
Daniel Santoro, Febrero 2007
(Publicado en Estrella del Oriente Número 1 01/2007)
Comentarios
Publicar un comentario