Para una defensa de Arlt, por Edwin Gamboa
En
1872 Nietzsche publicó "El
nacimiento de la tragedia",
y no pasó mucho tiempo para que los filólogos alemanes más
reputados de la época (Ulrich Von Wilamowitz, a la cabeza) pusieran
el grito en el cielo y atacaran con encono la opera prima del
pensador alemán. Ciertamente, con esa obra Nietzsche estaba
rebasando los tranquilos límites de la filología y se atrevía a
horadar territorios vírgenes del pensamiento. Su intento por
ensanchar la experiencia humana fue recibido con sospecha y de alguna
manera le sirvió para tomar distancia de la filología y acercarse a
la filosofía donde –pensaba– podría encontrar
interlocutores más dispuestos. En todo caso, la actitud de los
sectores más conservadores de la academia alemana frente al libro de
Nietzsche es sintomática por cuanto pone de manifiesto la
resistencia que nuevos modos de pensar generan al interior de los
sistemas que "funcionan": Ensanchar el mundo y sus
posibilidades implica desestabilizar lo conocido y es menos una
construcción de puentes sobre el abismo que una invitación a
contemplarlo. El objeto de esta nota es señalar un eco de los
móviles de ese rechazo sobre un escritor argentino.
En Borges, Bioy Casares recoge la impresión que tenía el autor del Aleph sobre Roberto Arlt. En términos generales es una impresión negativa por cuanto Borges acusa "ingenuidad" (249) en la persona de Arlt y señala que era un "malevo desagradable, extraordinariamente inculto". Se diría que calificar a alguien de ingenuo, de inculto incluso, no es particularmente ofensivo, pero es sabido que tanto la ingenuidad como la vulgaridad, en Borges, rozan lo grotesco y son una forma de insulto. Borges, sentimos, alude ese ser "extraordinariamente inculto" a la falta de lecturas, o de gusto, o de estilo, que en últimas viene a ser lo mismo: Ambos pertenecen a esferas sociales y contextos culturales diferentes.
Ser inculto desde esta perspectiva (no haber leído lo suficiente, o no escuchar la música de cámara o no hablar con gracia) no es una condición que impida hacer buena literatura. Leer mucha o poca literatura no dice nada de la actividad creadora que implica escribir. Tengo para mí que para ser un buen escritor solo hay dos condiciones necesarias: 1. ser capaz de leer bien su momento histórico, su aquí y su ahora; 2. tener algo qué decir sobre la condición humana de manera novedosa. Platón tuvo razón al afirmar que todos los poetas mienten y nosotros diríamos, con William Ospina, que aquello que hace grande a un escritor es crear mentiras de tal belleza que nos parezca triste vivir sin ellas. En este sentido, Roberto Arlt es un gran escritor. No se puede pasar por sus páginas sin sentir que la desolación de la tristeza sacude los cabellos. No se puede leerlo y no congraciarse con el destino siempre echado a perder de sus personajes más memorables (Silvio Astier, Remo Erdosain). El código estético de Arlt es el fracaso, la rabia, la vida a trompadas y los cinco centavos que faltan para el peso. Borges conoció, acaso, los códigos de esa estética en los libros de su querida y vasta biblioteca; Roberto Arlt los conoció del lado de la experiencia y los articuló en su obra.
Roberto
Arlt habla desde la vida, desde su circunstancia especial de pobre,
lúcido, de periodista y de argentino citadino. Y creo que es,
justamente, en la rabia que deviene de ser lúcido y
pobre a la vez donde Arlt encuentra el material para concentrar sus
imágenes más poderosas:
"Su
vida se desangraba. Toda su pena descomprimida extendíase hacia el
horizonte entrevisto a través de los cables [...] y súbitamente
tuvo la sensación de que caminaba sobre su angustia convertida
en una alfombra. Así como los caballos que desventados por un
toro se enredan en sus propias entrañas, cada paso que daba le
dejaba sin sangre los pulmones. Respiraba despacio y desesperaba de
llegar jamás" (Siete
locos,13).
En
Arte
poética,
Borges se preguntaba por qué los poetas de todo el mundo y todos los
tiempos persistían insensatamente en la repetición fatigosa de las
mismas metáforas. Nosotros diremos que la pregunta de Borges es
justa como reproche a la tendencia de decir todo con fórmulas viejas
y desgastadas. Y diremos también que esa misma pregunta es la que
justifica la audacia del artilugio de Arlt: la angustia como un
caballo desventado es una imagen nueva, visceral, inobjetable.
Pero el ataque de
Borges no se reduce a la figura de Arlt sino que alcanza también a
su literatura. “Más que personajes, describiría muñecos”, dice
Borges sobre las novelas de Arlt según la observación recogida por
Casares (246). Y también en este punto habríamos de contrariarlo.
Los personajes de Arlt son contradictorios, deleznables, admirables.
Son muy humanos y distan mucho de la figura acartonada y mecánica
del “muñeco” que alude Borges. No de otro modo podríamos
entender que un rufián decida contravenir la única regla de los
rufianes y delate a su socio, para explicarlo, luego de esta manera:
“Es cierto... Hay
momentos en nuestra vida en que tenemos necesidad de ser canallas, de
ensuciarnos hasta adentro, de hacer alguna infamia, yo qué sé... de
destrozar para siempre la vida de un hombre... y después de hecho
eso podremos volver a caminar tranquilos.” (Juguete,
89)
Todo será, pero en
la sentencia de Arlt hay mucho de lo que cualquiera de nosotros habrá
sentido por otro ser humano: un impulso honesto, irrenunciable, para
joderle la vida a otra persona. Hasta donde sabemos, los muñecos son
incapaces de tales majaderías.
1Pero
la defensa de Arlt no se hace solo por la construcción de sus
personajes o por haberse nutrido de las experiencias vivas del
fracaso. Las entrañas de sus libros develan no solo nuevas formas de
decir la condición humana sino que se dejan leer en clave de
filósofos y sociólogos a los que se les ha dado el mote de
"universales". Así ocurre, por ejemplo en Los
siete locos,
con lecturas que van desde el existencialismo (el ensayo
introductorio de Mirta Arlt que lo acerca a Jean Paul Sartre, por
ejemplo) hasta lecturas sociológicas sobre la proyecto del
Astrólogo. En todo caso, la comprobación de que Arlt tuvo la
sensibilidad para presentir temas universales, que se pueden leer en
clave de autores modernos, deja sin piso el juicio de Borges en el
que afirma que Arlt no era más que "un imbécil" (249).
Veamos un ejemplo:
Una vez que Barsut
es secuestrado, el Astrólogo se dirige a él para explicarle en qué
consiste su proyecto y cómo puede servir él a los intereses del
grupo. El Astrólogo, más que dirigirse a Barsut, se diría que está
pensando en voz alta y dice:
"Nosotros los
pocos queremos, necesitamos los espléndidos poderes de la tierra.
Dichosos de nosotros si con nuestras atrocidades podemos aterrorizar
a los débiles e inflamar a los fuertes. Y para ello es necesario
crearse la fuerza, revolucionar las conciencias, exaltar la barbarie.
Ese agente de fuerza misteriosa y enorme que suscitará todo eso será
la sociedad […] Es necesario, compréndame, es absolutamente
necesario que una religión sombría y enorme vuelva a inflamar el
corazón de la humanidad" (98)
Entendemos que el
fundamento de la transformación social que propone el Astrólogo es
una entidad metafísica. No en vano, él señala la necesidad de una
"religión sombría y enorme". Y para que esa entidad
metafísica opere con éxito y sea plenamente funcional, es necesario
"crearse la fuerza", esto es, generar unas condiciones
materiales en las que el desarrollo de la entidad sea posible. Llama
la atención que el Astrólogo convoca también la importancia de
"los poderes" de la tierra para que su proyecto pueda
prosperar. En ese fragmento están los elementos esenciales que
configuran el concepto de "voluntad de poder" que
desarrolló Nietzsche en la Voluntad
del Poderío:
"
La
voluntad de acumular fuerzas es algo indispensable para el fenómeno
de la vida, para la nutrición, la generación, la herencia, para la
sociedad, el Estado, las costumbres, la autoridad. ¿No podría
admitirse que esta voluntad sea la causa motriz igualmente en la
química y en el plano de la ordenación cósmica?
No simplemente
constancia de la energía, sino economía máxima de consumo: de
manera que el querer devenir más fuerte a partir de cualquier punto
de fuerza, es la única realidad: no conservación de sí mismo, sino
voluntad de apropiarse, de adueñarse, de ser más, de hacerse más
fuerte" (378-379)
Hemos dicho que la
propuesta del Astrólogo requiere de un fundamento metafísico. El
industrialismo es el principio del cual deviene la fuerza del
proyecto (95), pero no es el soporte que lo ordena. La base
metafísica está en la religión: " Es necesario, compréndame,
es absolutamente necesario que una religión sombría y enorme vuelva
a inflamar el corazón de la humanidad" (98). El Astrólogo,
empero, no se engaña, y sabe que en el centro de ese fundamento no
hay más que vacío:
"lo que debe
saber es suministrarle una mentira bien dosificada […] Y empiezo
por acercarme a los desgraciados, darles por objeto de sus
actividades una mentira que los haga felices inflando su vanidad…y
esos pobres diablos que abandonados a sí mismos no hubieran pasado
de incomprendidos, serán el precioso material con que produciremos
la potencia." (99)
Nietzsche presintió
la mentira en el corazón de los entes metafísicos cuando dijo:
“todo subyugar
y
enseñorearse
es
un reinterpretar, un reajustar, en los que, por necesidad, el
«sentido» anterior y la «finalidad» anterior tienen que quedar
oscurecidos o incluso totalmente borrados” (genealogía,
88). Mentira en tanto que el "sentido" se ve comprometido y
termina siendo relativo; mentira, en tanto la "verdad"
depende de la voluntad de poder y no de otra cosa.
Piglia ha observado
que Arlt se copiaba de todos y se diría que mi argumentación en la
última página va en ese sentido. Pero el acto de copiar implica
empoderarse de lo que se copia, apropiarlo, medirlo y tomar
distancia. La copia -y este es el núcleo de mi argumentación-
demanda una interpretación genuina del modelo que se ajusta a un
aquí y un ahora específicos. Copiar, en este sentido, pierde su
valoración negativa y obliga mover los límites para "crear un
área fértil en la que se intercambian y combinan sujetos,
mercancías, discursos y proyectos, creando una epistemología otra
donde la mezcla es más que y diferente a la suma de sus partes"
(Moraña p.14). Arlt no imita a Nietzsche: lo reinterpreta y lo
valora de acuerdo a su contexto específico. Un imbécil carecería
de esa sensibilidad.
Edwin Gamboa
(Profesor auxiliar del Seminario Andrés Bello Instituto Caro y Cuervo - Colombia)
BIBLIOGRAFÍA
Arlt,
Roberto. El
juguete rabioso.
Buenos Aires: Editorial Latina, 1976. Impreso.
-
- - Los
siete Locos/Los Lanzallamas.
Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1987. Impreso.
Borges,
Jorge Luís. Arte
Poética. Seis Conferencias.
Barcelona: Crítica, 2001. Impreso.
Casares,
Adolfo. Borges.
Barcelona: Destino, 2006. Impreso.
Moraña,
Mabel. La escritura del límite. Madrid: Iberoamericana, 2010
Nietzsche,
F La
genealogía de la moral. Un escrito polémico. (A.
Sánchez Pascual, Trad.) Madrid: Alianza, 1972. Impreso.
-
- -. La
voluntad de poderío. (A.
Froufe, Trad.) Madrid: Edaf, 1998. Impreso.
1
Esta segunda parte resulta de conversaciones
sostenidas con Diego Landinez, filósofo e historiador. Si hay
alguna idea de interés, esta resultó de esas charlas.
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