El sueño del mandarín maravilloso y las alfombras voladoras

Hace ya un tiempo que venimos asistiendo en Buenos Aires a un apoyo inesperado: desde otras capitales, más desarrolladas económicamente, ilustres visitantes nos explican cómo hacer para gestionar nuestra cultura y lograr que la juventud concurra a los museos. No deja de ser paradójico, que, habiéndonos dirigido a los recintos de donde provienen esos consejos, hayamos constatado no sólo la falta de presencia de la juventud, sino de personas próximas a la longevidad. Días pasados, por ejemplo, Estrella del Oriente estuvo en el Palais de Tokio, a metros del Metro Iena, y el vacío era inconmensurable. Se daba allí una muestra retrospectiva de Steven Parino a la que asistían exactamente (14.15 horas) tres personas. A escasos metros, en el Museo de Arte Moderno de París, en cambio, decenas de visitantes se agolpaban, a la misma hora, para ver una retrospectiva del gran constructivista, devenido luego fotógrafo “proletario” en los años 30, Alexander Rodchentko.

 Decimos esto para señalar que Estrella del Oriente está contra los opinólogos de todo tipo y a favor de la única voz autorizada: la obra de los artistas. Los opinólogos de la plástica, como los asesores literarios de ciertas editoriales, son una plaga considerable. Nuestra intención es espolvorearlos con otros puntos de vista más cercanos a la locura artística que contradice – sin proponérselo- las altas sapiencias de los intermediarios chantas. Aceptamos, desde ya, a los críticos serios. Pero éstos no están en el Negocio. El Negocio es hoy el señor Saatchi que acaba de acordar con uno de los principales Fondos de Inversión de Londres la apertura de un gran Museo-Galería, con la intención de “apoyar a los artistas jóvenes” (Financial Times, 14/07/07). Suena al tipo de esfuerzos perpetrado por algunos en el horario más concurrido del colectivo “60”. Otro tanto ocurre con la creación cinematográfica; son mayoritariamente los Bancos los que determinan qué películas deben ser “apoyadas”. Acá también tenemos inversores, inversionistas, y muchos fondos invertidos de idéntica huella. Hoy parece lejana aquella afirmación de Ruth Benzacar cuando sostenía que al negocio del arte argentino “le faltaba un cero”. Ahora, se ha montado un enorme negocio mundial de especulación financiera alrededor del arte y la cultura, que también incluye a la Argentina. Al punto que se habla de“industrias culturales” (!) y de una impensable “rentabilidad” de la cultura auspiciada por el Estado. Esa especulación financiera en curso nos recuerda a una distinguida familia local que, hace ya muchos años, para blanquear sus fondos montó un negocio de alfombras orientales. Como la antigüedad y calidad de las mismas es muy difícil de determinar, pagaban generosamente a “expertos” para que las tasasen, subiendo o bajando los valores según el criterio de sus mandantes. Lograban así entretejer grandes diferencias. Ahora – como si se tratase de una novedad – aparece la figura del Mandarín Maravilloso que decide, cual si fuesen alfombras, qué es lo que vale o no, qué pieza es la que resulta elegida, quién recibe “sponsors” y cómo habrá de interpretarse la Ley del Mecenazgo

Ante el giro que ha tomado esta situación, para salir al ruedo de este debate, aparece Estrella del Oriente.

(Publicado en Estrella del Oriente Número 1 01/2007)

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