El animal incierto, por Juan Carlos Capurro

Había una vez un gato
que habitaba en un hombre. No todo el día, ni la noche, sino solo en algunos momentos.Aquellos en los que el gato estaba más cómodo siendo hombre y el hombre, contento de desligarse de su condición humana.
Esa alianza transitoria no era consciente ni para el gato, ni para el hombre. El animal, es decir, los animales, vivían conformes con sus respectivas situaciones. El gato sentía placer al cortejar a una mujer. El hombre era feliz cuando se desperezaba y yacía en un sofá durante horas. La elasticidad del gato permitía al hombre ser eficaz en sus cortejos, y al gato, ejercer un poder que no controlaba. No era lo mismo hacer el amor con una mujer que con una gata; porque si bien el gato no comprendía nada de lo que la mujer le decía, sabía escucharla, con paciencia. El hombre, en cambio, era impaciente; nunca podía quedarse quieto en una mujer. Por eso el gato lo proveía de descanso, sin preocupaciones, equilibrándolo.
Las mujeres adoraban a ese hombre, sin saber que estaban adorando a un gato; quizás lo intuían. Las gatas, por su parte, adoraban al gato porque sabía criticarlas, con su cuerpo, con sus actitudes, transmitidas al gato por el hombre. Algo que los demás gatos no sabían hacer. En el mundo de la indiferencia felina, el costado humano del hombre facilitaba una comunicación más excitante. Por el contrario, el gato proveía un plus de goce a las mujeres, acostumbradas a no ser atendidas debidamente en sus plegarias paganas. Eso sabía hacer el gato, munido de una paciencia de siglos de la que los hombres, en general, carecemos.
El traspaso del gato al hombre y su reverso nunca fue comprendido por ninguno de los dos. Fue un poeta, Novalis, el que descubrió este caso, al conocer al señor de Montfleury, en la ciudad de Lyon, en el año de ...Novalis sostuvo, a partir de este descubrimiento, que en cada uno de nosotros habita un animal del que somos apenas un habitáculo. Ese registro me lleva a pensar cuál será el animal que habita dentro mío. En todo caso no es un gato, porque las mujeres se escapan rápidamente de mi lado. Pienso-es una hipótesis- que quizás ello se deba al tipo de animal que habita en esas mujeres, a las que mi animal atrae, solo para que se alejen..
(Traducido del francés de la "Antología de la defensa propia" del poeta surrealista B. Péret, Editions José Corti, Paris. 1947).


Juan Carlos Capurro

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