La guitarra y Atahualpa, por Elvira Lagos
La guitarra, dice Atahualpa Yupanqui, llega
a nuestras manos en forma de instrumento. Pero, dice el maestro, hay que
aprender a mirarla con otras manos. Así, señor señora. Las manos son las que
acariciando la guitarra podrán ver,
recordar en la caricia que la madera fue árbol. Que el árbol fue selva o
bosque. Que en la ternura de la madera viva ha latido durante años, muchos
años, el vibrar de la música de innumerables pájaros.
El señor de las manos terrosas transforma,
anima un instrumento que aprendimos a ver en las vidrieras, en los grandes
locales de venta al público. La guitarra, dice Atahualpa Yupanqui, no ha
perdido su condición de árbol a pesar del proceso industrial. Sigue siendo la
lenta espera de los bosques, donde el silencio es un instante colmadito de
sonidos. La guitarra, dice Atahualpa Yupanqui, no necesita de grandes e
insuperables dones para ser oída. Solo uno debe acercarse, dice Atahualpa
Yupanqui, y pedirle casi como en una plegaria chiquita, que nos ayude con su
canto a encontrar la música buscada.
La guitarra, dice Atahualpa Yupanqui, sabe
oír las almas sinceras. Dignas, por la misma sinceridad. Y entonces, nos
permite la magia de recuperar en un tañido ese canto de innumerables sonidos
que acunó la madera desde su raíz.
La guitarra, dice Atahualpa Yupanqui, es
ese territorio de pájaros que buscábamos.
Elvira Lagos
Hermosisimo texto. Felicitaciones
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