LAS INTEMPERIES, por Eugenia Cabral

Vicente Huidobro y Juan Larrea


Los exilios, las gestas sociales y las políticas, las ciencias innovadoras, las pasiones amorosas, los cismas teológicos –entre otras acciones surgidas de la divergencia con determinado sistema institucional-, todas ellas acontecen a la intemperie. No existe abrigo hogareño para los disidentes. Y ellos no lo buscan, aunque quizá lo necesiten en algún aspecto.

Jacobo Fijman, uno de los hermosos disidentes que ha dado la poesía argentina, percibió con claridad su propio estado de intemperie y dijo “Demencia: el camino más alto y más desierto”. La demencia es el terreno que se sitúa allende las cumbres, donde impera la intemperie de los hospitales psiquiátricos. Sólo un paso más y se llega al pináculo que hospeda a la muerte. Siempre, la muerte y su efigie de moneda que nos cierra los párpados al final de los días terrestres.

Aquel 9 de julio de 1980, Juan Larrea pone su pie en la carretera –acaso con el mismo arranque de aquel “Cosmopolitano” de sus años vanguardistas-, rumbo de la intemperie mortal. Transeúnte del exilio forzoso provocado por la Guerra Civil Española, fue diseñando la utopía denominada Teleología de la cultura, pero esta Córdoba argentina donde la concibiera estaba muriendo en 1980 de otras intemperies. Era víctima de otras orfandades. La anomia de los cuerpos bajo la dictadura militar sería la más perdurable de todas ellas.

Y Larrea se fue yendo -en esta contradictoria fecha de libertades y sojuzgamientos- tal como él mismo dijo de su amigo Juan Gris, “por transparencia”. Una que hasta el presente permite mirarlo a la distancia. Y leer un poema que parece de anticipación a su propio trance, esta vez, de exilio perpetuo en el más allá. Y convocarlo. Y evocarlo.

Eugenia Cabral

Julio de 2017

Intemperie *

Para bien morir no hay más que un lecho aquél
que deshacen las figuras serias o sonrientes
que te rodean bajo la amenaza del viento
cuando el aire que empieza en el corazón termina en la lejanía
cuando la luz toca a desgracia en la linde
del olvido
y la música brota de la cuerda como una muchacha rubia que adelgaza

Juan Larrea


* Juan Larrea  (Bilbao, 1895 – Córdoba, 1980) escribió en francés este poema, que luego fue traducido por Luis Felipe Vivanco, para la edición de Versión celeste por Barral Editores, en 1970.

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