La llave de cristal, por Juan Carlos Capurro
Mariana Laura Allievi
En ese extraordinario cuento que es "El gaucho
insufrible", Roberto Bolaño sueña una pampa solo poblada de conejos: las
vacas desaparecieron y los pocos gauchos
que quedan- contrariando a Hernández-
rasguean una guitarra rutinaria, sin cantar nunca nada. Siguiendo este
método infalible, si lo acostamos, este número ocho de nuestra revista se
convierte en Infinito; y también, con un pequeño esfuerzo de movimiento, en la
cinta de Moebius. Todo depende, como en el cuento, del deseo que nos convoque.
Estas páginas de Estrella del Oriente están pobladas de
deseos. El deseo de traducir, es decir de trasladar a otro idioma lo que
decimos que otro dijo (Antonia Garcia Castro, respecto de su traducción al
francés de Arlt; María Negro, vinculándolo con la locura). El deseo de lograr
un equilibrio entre capitalismo y misericordia (Daniel Santoro, en la exégesis
de la República
de los Niños). El deseo de explicar la reinvención del mundo a través del paralelo
entre Freud y Borges (Pedro Roth, en su alegoría sobre el siglo XXI). El deseo,
finalmente, de entender a Duchamp, (Ana Aldaburu, en su reflexión ante los
próximos cien años del Mingitorio).
Nuestros deseos, es decir nuestros sueños, son la llave que
abre la puerta de lo Desconocido. Esa llave tiene la forma que le dimos en la
infancia. Por eso su materia carece, afortunadamente, de toda explicación
realista. Es allí, precisamente, donde radica su extraordinaria fuerza. Si los
humanos nos limitáramos a emprender solo lo que está admitido como posible, ya hubiéramos
desaparecido de la Tierra.
El deseo lucha contra lo existente negativo, procurando
convertirlo en algo digno de nuestras vidas. Para que los franceses entiendan a
Arlt - nos explica Garcia Castro- hay que aplicar la alquimia; no se puede
traducir desde las palabras ya reconocidas. Otro tanto ocurre para entender a
los "locos", como burila Maria Negro. Una república de iguales se
forja en una escala diferente a la que hoy padecemos, plantea, explicando el
carácter de su obra, Santoro. Un artista (Duchamp) se forja en la absoluta
libertad; es decir en algo inexistente: por eso la logra, reflexiona Aldaburu.
La obra, en Freud y Borges, se desarrolla como deseo contendiente, ante la
caída de un mundo que se creía inamovible, profetiza (nunca tan clara esta
palabra como en él) Pedro Roth.
La reciente presentación
en Francia de nuestra obra "La Ballena va llena" fue también, como acá, muy
bien recibida. ¿Como puede ser que una obra argentina, con guiños propios del
lugar, haya sido entendida universalmente? Creo que se debe, precisamente, a
que también es el fruto de un deseo compartido. En la medida en que el deseo,
por su naturaleza, no admite fronteras, puede ser comprendido en todos los
idiomas. En este caso, el de encontrar una expresión adecuada contra la
barbarie actual, donde los niños mueren ahogados en el mar o, junto con sus
padres, son sometidos a campos de concentración, en nombre del orden necesario.
Esta resolución de Estrella del Oriente configura un
acierto, porque empalma con el deseo de la inmensa mayoría de la Humanidad. Esa
mayoría que resiste, con sus diversas herramientas, las pretensiones
desmoralizantes de la prensa, los
líderes mundiales, y los escépticos de turno, que procuran presentar esta lucha
en curso como un fracaso irreversible.
Los artistas nos insurreccionamos contra la peste del
escepticismo. Esa insurrección de los sentidos procura sublimar, con sus
herramientas, lo que el artista no puede expresar de otra manera. Esta allí, en
estado de fuego, la potencia del arte, y, también, la evidencia de su
limitación. En la medida en que la flecha sea certera, en que exprese una
síntesis no buscada (es decir, opuesta al panfleto oportunista) de los
problemas de su época, una obra puede ser comprendida y disfrutada.
El blog Hyperallergic
comunicó, hace unos días, una noticia sorprendente: un importante premio
de arte les fue concedido a los refugiados sirios. El anuncio estuvo a cargo de
un reconocido director de museos. "Los refugiados sirios son la mano de
trabajo oculta de un montón de obras de arte contemporáneo", declaró Alex
Farquharson, ejecutivo principal del Tate Britain, con sede en Londres. De
acuerdo a este reconocimiento oficial, esos refugiados sirios deberían obtener,
sin problema, visas para entrar a Europa. Ese sería el premio. Un premio de
intención solidaria, manifestado por uno de los principales administradores del
arte europeo.
La noticia es muy reveladora. Los representantes del arte
europeo le están diciendo a sus
dirigentes: "Atención, no sean miserables, al menos dejen entrar a los artistas!" Una
manera de tornar posible, es decir realista, la
propuesta aparentemente irrealizable de " La Ballena va llena".
Esta aproximación al tema por caminos tan mezquinos (como
dice en nuestra película el director del museo Whitney, el genial Larry Haas:
¿no le parece que son muchos?) es, sin embargo, síntoma de la segura
trayectoria de nuestra flecha.
¿Que tiene que hacer ahora Estrella del Oriente? Ya hemos
resuelto el tema del transporte: el barco Ballena. Pero esto plantea nuevos
desafíos. ¿Dónde habrán de vivir los migrantes, una vez convertidos en obras de
arte? ¿Preferirán mantener sus costumbres? ¿Decidirán vivir adentro o lejos de
los museos? ¿Qué sucederá ante el
compacto rechazo de los dirigentes mundiales a dejarlos entrar?
Estas son decisiones que el arte, solo, no puede resolver.
Las tendrá que resolver junto a sus principales protagonistas. Dependerá de una
movilización cuyas leyes no son- no tienen porque serlo, aunque estén
conectadas- las de la poesía.
Solo sabemos, como artistas, que nosotros seguiremos del
lado de la movilización. Se escucharan, mientras marchamos tomados de la mano,
todas las respuestas.
El deseo, con su llave de cristal, dirá si nosotros
tendremos algo para transmitir.
Juan Carlos Capurro
(Publicado en Revista Estrella del Oriente Nº8, abril 2016)
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